OPINIÓN de Ana Cuevas Pascual. - La noche de difuntos ya no es lo que era. Recuerdo a mi abuela llenando la oscuridad de la casa de pequeñas velas que flotaban en aceite. Son para guiar a las almas perdidas- me explicaba esa mujer recalcitrantemente atea pero que, muy a menudo, tenía estas incongruencias. En semejante ambiente esotérico, don Juan Tenorio se burlaba de lo sagrado y lo humano desafiando a las más altas instancias celestiales: Clamé al cielo y no me oyó. Más, si sus puertas me cierra, de mis pasos por la tierra: responda el cielo, no yo. En el Don Juan también había fantasmas sí, pero a la española. Fantasmas pendencieros que se batían en duelo para enmendar su honra mancillada. Como hacen los machos (cabríos). Partiéndose el alma. En España seguimos teniendo overbooking de fantasmas. No nos falta de nada. Fantasmas que no pueden evitar mostrar su idiocia, como Willy Toledo, para soltar sus escatológicas opiniones sobre los principales símbolos patrios. Siempre que hab