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Yo confies

OPINI脫N de Ana Cuevas Pascual.- La primera vez que particip茅 en una acci贸n no violenta fue al final de los ochenta. Una macro-urbanizaci贸n iba a ser construida en el Moncayo con un desprecio absoluto por el entorno natural y mermando los recursos de los pueblos colindantes. Un grupo de amigos y servidora decidimos formar el primer grupo ecologista de acci贸n directa en Arag贸n. Lo llamamos Ecofontaneros(una especie de Greenpeace con cachirulo). Ni cortos ni perezosos, cavamos unos profundos hoyos a las puertas de las obras y cinco personajes nos metimos dentro. El resto de nuestros compa帽eros nos echaron por encima media tonelada de cemento r谩pido que nos cubri贸 hasta la cintura. Cuando los responsables de la urbanizaci贸n llamaron a las autoridades ya era tarde. El cemento hab铆a fraguado y pasaron casi 20 horas hasta que lograron sacarnos a cincel y martillo. A煤n conservo las cicatrices en las piernas que dan fe de ello. Esta fue la primera, como digo, pero despu茅s vinieron muchas otras. Escalar hasta el tejado del gobierno aragon茅s, a la torre Eiffel o a las almenas de una central nuclear. Cruzar el Ebro a nado hasta el embarcadero de la Expo, encadenarme a hormigoneras, hacer cientos de performances callejeras, desnudarme p煤blicamente utilizando mi cuerpo como elemento de protesta. .. Fueron tantas que me cuesta recordarlas. En todos estos a帽os he asumido juicios, multas y detenciones. Siempre con la conciencia muy tranquila porque entend铆a que mis pac铆ficas acciones eran una mera manifestaci贸n de la libertad de expresi贸n. 


Comprender谩n que, con semejantes antecedentes, la ley mordaza me ha pillado a contrapelo. El 1 de julio del 2015 un gusano negro nos engull贸 para regurgitarnos en 1954. Cualquiera de las acciones antes relatadas me llevar铆an ahora directamente a la trena. Y no podr铆a pagar las desorbitadas multas aunque lograra nacer cuatro veces.

¿Exist铆a una necesidad perentoria de una ley tan restrictiva? ¿Acaso las algaradas callejeras estaban tomando tintes revolucionarios? Evidentemente no. Pero las movilizaciones ciudadanas y las protestas, sobre todo despu茅s del 15-M, estaban provocando un fen贸meno que inquieta mazo a los poderes facticos. A la gente corriente le estaba dando por pensar. Por cuestionarse las verdades oficiales e involucrarse en la cosa p煤blica. Colectivos como Stop-Desahucios ponen de relieve la insensibilidad del estado ante el drama de muchos ciudadanos. Su ejemplo de resistencia solidaria y pac铆fica es visto como un peligroso germen que puede esparcirse.

La llamamos ley mordaza pero, en realidad, es un t煤nel del tiempo que nos devuelve a 茅pocas tenebrosas. A rincones oscuros y vergonzantes de la historia donde el libre pensamiento permanec铆a engrilletado en el corredor de la muerte de los derechos civiles. ¡C贸mo me duele esta Espa帽a cautiva y desarmada!

Con mi pasado delictivo no podr铆a formar parte de ning煤n organigrama pol铆tico. Tampoco me importa un carajo. Cada una de mis acciones pasadas (y las que puedan venir) son un reflejo condicionado a causa de mi naturaleza inconformista. Confieso que no puedo controlarlo, es superior a m铆. Adem谩s, no soy amiga de mordazas ni correas. No me pone nada el sadomasoquismo.

La libertad conseguir谩 abrirse paso. Que no tengan duda sus captores. Las mordazas son su canto del cisne. Un execrable mutis que nos regala un sistema podrido hasta los huesos.

Es la desesperada despedida de un gobierno al que le interesa m谩s vencer que convencer. Est谩n rabiosos. Saben que se van. Y yo... confieso que me alegro.




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