OPINIÓN de Julio Ortega El 25 de marzo miles de personas, y también de perros disfrutando de un paseo ajenos a su condición de desdichados protagonistas, salieron a las calles de numerosas ciudades españolas con un propósito: exigir de la administración correspondiente un endurecimiento del Código Penal en casos de maltrato animal. Y lo de “endurecer” no arrostra reminiscencias totalitaristas sino el clamor de una justicia tan necesaria como negada por sus redactores. Lo hace cuando sabemos que un individuo como el que días atrás ató, golpeó brutalmente e intento enterrar vivo a su can llamado Goliat en Portugalete, recibirá una sanción máxima de unos 1500 euros, no pisará la cárcel y al parecer continuará teniendo perros. Lo hace cuando el “Matagatos de Talavera” no fue condenado ni a una miserable multa. Lo hace cuando en España es mucho más barato ensañarse con un animal hasta matarlo que robar ropa y bebida en una Escuela de Tauromaquia. Tal vez la existencia del emplazamient