Cuando las v铆ctimas pierden la memoria
OPINI脫N de Julio Ortega
No os demandamos amor, pues sin rechazarlo tenemos el de los nuestros y es suficiente para procurarnos la felicidad tal y como nosotros la entendemos. Pero es tan fr谩gil esa alegr铆a cuando los hombres rond谩is por las cercan铆as... Seguramente recordar茅is aquellos vagones repletos que, hace apenas setenta a帽os, comandados por seres humanos como vosotros, separaron al final de su trayecto y para siempre a tantas familias, justo al detenerse en estaciones donde la sangre y la ausencia dibujaban las palabras tortura y muerte en sus andenes. Sois animales de otra especie y acaso a veces no acert茅is a entender c贸mo son nuestro miedo y nuestro dolor, por eso os ponemos tan terrible ejemplo, para que os sea m谩s f谩cil comprender que si el habla nos separa y esa diferencia nos condena, el sufrimiento nos equipara y sin embargo parece no ser raz贸n suficiente para que dej茅is de matarnos.
Eran trenes que conduc铆an al alejamiento, a las vejaciones, al hacinamiento, a la experimentaci贸n, a la esclavitud, al sometimiento, al padecimiento f铆sico y ps铆quico y al exterminio. Reflexionad y comparad: ¿pod茅is jurar que todos esos crimenes ya se terminaron para siempre? No, no lo han hecho. Entrad en una granja de carne para consumo o en una de pieles, hacedlo en un matadero o en una plaza de toros, visitad una perrera, la vega tordesillana o las calles de Medinaceli, comprad una entrada para un zool贸gico o un circo con animales, traspasad las puertas de un laboratorio de experimentaci贸n y vivisecci贸n, acudid a una jornada de caza, echad un vistazo a los contenedores de basura, los arcenes, los pozos, los r铆os, los vertederos y hasta los 谩rboles, y contemplar茅is cad谩veres descuartizados, electrocutados, desollados, apaleados, quemados, asfixiados, acribillados, envenenados, ahorcados... Transitad por tantas y tantas v铆as como existen y al final de su recorrido, all铆 donde mueren los railes, estaremos nosotros, recreando una y otra vez la misma historia de la que hoy abomin谩is sin pensar que para sus asesinos aquellos seres humanos tampoco eran m谩s que criaturas inferiores, simple "ganado".
El amor que nos d谩is nos gusta, nos reconforta y en la medida que nuestra naturaleza lo permite os lo devolvemos aunque en ocasiones os cueste percibirlo. Pero no pretendemos ocupar siempre en vuestros corazones un rinc贸n especial, nos basta con el respeto. Id茅ntico respeto al que demostr谩is a todos y a todo aquello que sin amarlo no lo da帽谩is. Y si esa conciencia racional de la que tanto presum铆s y que os sirve para declarar vuestra absoluta superioridad no es suficiente para inculcaros tan b谩sico principio de 茅tica, entonces, mostrad al menos el coraje de mirarnos a los ojos mientras nos rob谩is la vida. Tal vez nuestra mirada inocente y aterrada os recuerde a la de aquellos ni帽os, ancianos, mujeres y hombres asesinados en nombre de otro "ismo". Un ayer semejante al hoy. Ellos, tal como nosotros. Y vosotros, igual que... Que cada uno termine esa frase.
No os demandamos amor, pues sin rechazarlo tenemos el de los nuestros y es suficiente para procurarnos la felicidad tal y como nosotros la entendemos. Pero es tan fr谩gil esa alegr铆a cuando los hombres rond谩is por las cercan铆as... Seguramente recordar茅is aquellos vagones repletos que, hace apenas setenta a帽os, comandados por seres humanos como vosotros, separaron al final de su trayecto y para siempre a tantas familias, justo al detenerse en estaciones donde la sangre y la ausencia dibujaban las palabras tortura y muerte en sus andenes. Sois animales de otra especie y acaso a veces no acert茅is a entender c贸mo son nuestro miedo y nuestro dolor, por eso os ponemos tan terrible ejemplo, para que os sea m谩s f谩cil comprender que si el habla nos separa y esa diferencia nos condena, el sufrimiento nos equipara y sin embargo parece no ser raz贸n suficiente para que dej茅is de matarnos.
Eran trenes que conduc铆an al alejamiento, a las vejaciones, al hacinamiento, a la experimentaci贸n, a la esclavitud, al sometimiento, al padecimiento f铆sico y ps铆quico y al exterminio. Reflexionad y comparad: ¿pod茅is jurar que todos esos crimenes ya se terminaron para siempre? No, no lo han hecho. Entrad en una granja de carne para consumo o en una de pieles, hacedlo en un matadero o en una plaza de toros, visitad una perrera, la vega tordesillana o las calles de Medinaceli, comprad una entrada para un zool贸gico o un circo con animales, traspasad las puertas de un laboratorio de experimentaci贸n y vivisecci贸n, acudid a una jornada de caza, echad un vistazo a los contenedores de basura, los arcenes, los pozos, los r铆os, los vertederos y hasta los 谩rboles, y contemplar茅is cad谩veres descuartizados, electrocutados, desollados, apaleados, quemados, asfixiados, acribillados, envenenados, ahorcados... Transitad por tantas y tantas v铆as como existen y al final de su recorrido, all铆 donde mueren los railes, estaremos nosotros, recreando una y otra vez la misma historia de la que hoy abomin谩is sin pensar que para sus asesinos aquellos seres humanos tampoco eran m谩s que criaturas inferiores, simple "ganado".
El amor que nos d谩is nos gusta, nos reconforta y en la medida que nuestra naturaleza lo permite os lo devolvemos aunque en ocasiones os cueste percibirlo. Pero no pretendemos ocupar siempre en vuestros corazones un rinc贸n especial, nos basta con el respeto. Id茅ntico respeto al que demostr谩is a todos y a todo aquello que sin amarlo no lo da帽谩is. Y si esa conciencia racional de la que tanto presum铆s y que os sirve para declarar vuestra absoluta superioridad no es suficiente para inculcaros tan b谩sico principio de 茅tica, entonces, mostrad al menos el coraje de mirarnos a los ojos mientras nos rob谩is la vida. Tal vez nuestra mirada inocente y aterrada os recuerde a la de aquellos ni帽os, ancianos, mujeres y hombres asesinados en nombre de otro "ismo". Un ayer semejante al hoy. Ellos, tal como nosotros. Y vosotros, igual que... Que cada uno termine esa frase.