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Ser animalista en Facebook

OPINI脫N de Julio Ortega   

Que las redes sociales presentan una extraordinaria utilidad pr谩ctica es algo imposible de negar. Como veh铆culos para difundir de forma inmediata cualquier tipo de informaci贸n son muy valiosas y gracias a ellas, adem谩s de innumerables asuntos banales, podemos tener conocimiento de cuestiones fundamentales para nuestro trabajo, ocio o actividad de diferente 铆ndole. En ese sentido las funciones mecanicista y de construccionismo social de la comunicaci贸n se enriquecen notablemente, y demostrada est谩 su capacidad de convocatoria en un espacio m铆nimo de tiempo. Pero en algunas de ellas existe un lado oscuro que no podemos olvidar ni dejar de divulgar, pues no hacerlo nos covertir铆a en simples consumidores alienados y domesticados. En este caso me refiero a Facebook, probablemente la m谩s conocida y con mayor n煤mero de miembros.

Y a煤n sabiendo que algo similar a lo que aqu铆 expongo ocurre para otros 谩mbitos, voy a referirme al entorno que conozco y al que principalmente destino mi uso de esa p谩gina: el trabajo por los derechos olvidados o conculcados de los animales, normalmente los no humanos, pero sin omitir jam谩s a los de nuestra especie, pues en el fondo toda esa explotaci贸n, tortura y muerte de seres vivos, hablen, ladren, mujan o emitan sonidos inaudibles para nosotros, responde a id茅nticos principios de un mismo sistema. Ignorar o soslayar ese hecho es malograr cualquier acci贸n para combatirlo.

Observo que de un tiempo a esta parte, y de forma paralela con el aumento de la toma de conciencia animalista motivada por la mayor informaci贸n y compromiso activo de los ciudadanos, con la aparici贸n de nuevas iniciativas orientadas a la protecci贸n de estos seres surgidas en organizaciones (casi siempre) y asumidas por las instituciones (casi nunca), con la denuncia de abusos, sean legales o no, y con la constataci贸n gracias a profesionales de la medicina, de las fuerzas de seguridad, de la judicatura y de los servicios sociales, de que las conductas violentas con personas est谩n muy ligadas a comportamientos similares con perros, toros, gatos o cualquier otra criatura, observo, dec铆a, que se multiplican los intentos para bloquear en esa Red a quienes la utilizamos para tales fines. Y est谩n teniendo 茅xito no para que tiremos la toalla o que nos callemos, pero s铆 en encontrar la connivencia en los administradores del Facebook.

Usuarios partidarios de actividades como la tauromaquia, la caza o simples maltratadores, (todos ellos lo son, pero me refiero a que unos llevan a cabo sus pr谩cticas bajo el amparo de ley y otros las cometen de forma il铆cita), que est谩n infiltrados entre los contactos de perfiles pertenecientes a activistas, se dedican incansablemente a denunciar im谩genes que 茅stos cuelgan en sus muros y que. en cualquier caso, son fotograf铆as que circulan por internet, accesibles para todos en otros enlaces y que no hacen m谩s que mostrar animales heridos o asesinados por la mano del hombre.

Pero van m谩s alla, pues hay casos de gente que integra este movimiento que no puede entrar temporalmente en su perfil o ha sido expulsada definitivamente por: aceptar demasiadas amistades en un d铆a, darle un n煤mero de veces determinado al "Me gusta", escribir textos que explican los desmanes cometidos por los violentos e incluso, porque "alguien ha intentado acceder a su cuenta".

Leyendo las normas de conducta de Facebook se puede ver que proh铆ben la existencia de perfiles con tem谩ticas discriminatorias o que inciten al odio, falten al respeto o a la honra. Y se supone que en estos principios se basan para tomar medias contra nosotros cuando publicamos la imagen de un perro al que han golpeado con sa帽a, la de un toro vomitando sangre, o la de un cazador con su bota sobre el cad谩ver de un zorro reventado de un disparo. ¿Somos los animalistas, al divulgar esas fotograf铆as, los que hacemos apolog铆a de la violencia? Esta incre铆ble bajeza moral al condenar no al que mata sino al que muestra la imagen del crimen, para quien tuviese la duda de calificarla como vileza, se suma al hecho de que nuestras denuncias de perfiles de taurinos, cazadores o de grupos ligados a esas actividades y otras letales para los animales, en las que abundan las im谩genes a modo de trofeo de criaturas agonizando o muertas, a menudo con cr铆os posando, y en las que defienden incluso que los ni帽os puedan ser plenos part铆cipes de tales pr谩cticas, no son tenidas en cuenta y ellos, los que torturan y matan, los que alaban esas conductas, s铆 pueden administrarlas con total impunidad y promover comportamientos que estimulan la violencia y el sometimiento sobre seres vivos.

No llama la atenci贸n que siendo Facebook propiedad de un cazador se d茅 p谩bulo a las denuncias de quienes querr铆an ver al movimiento animalista silenciado y hasta aniquilado. Como tampoco lo hace su "caza de brujas" a grupos que reclaman mayor libertad, igualdad o justicia. La ideolog铆a revolucionaria de izquierdas no est谩 bien vista por quienes representan y se lucran de las leyes del capitalismo m谩s feroz.

Y ya que no van a respetar el derecho a la expresi贸n y continuar谩n ejerciendo como censores, que al menos tengan la decencia de explicar qu茅 ocurre con los datos e informaci贸n de las cuentas que cierran y por qu茅 no se los devuelven a sus propietarios, pues darse de baja voluntariamente en Facebook o que te expulsen e intentar que todo lo que te concierne y permanece publicado desaparezca de ese lugar, es m谩s complicado todav铆a que apostatar. El uso que hagan de todo eso sigue siendo otro secreto que no desvelan.

Dec铆a Friedrich Hebbel que "no hay censura que no sea 煤til. Cuando no me hace conocer mis defectos me ense帽a los de mis censores". Si pedir respeto y justicia para los animales es una conducta reprobable que nos expliquen las razones, mientras no lo hagan desde la cordura y el respeto, continuar谩n siendo los que ejercen la censura sobre el movimiento animalista los que tengan que justificar el por qu茅 de su ensalzamiento del sufrimiento ajeno.

Lo que est谩 muy claro es que toda esa estrategia les servir谩 para causarnos molestias en mayor o menor grado, pero jam谩s para ponernos una mordaza o conseguir que nos invada el des谩nimo. M谩s bien conseguir谩n el efecto contrario: afianzar el compromiso y la convicci贸n en una causa en la que las t谩cticas ruines que empleen para impedirnos avanzar, no hacen m谩s que demostrarnos que vamos por el buen camino y que lejos de considerarnos unos ut贸picos sin posibilidades, nos contemplan como una amenaza para su cada vez menor exenci贸n legal de responsabilidad en el maltrato de animales, y ante una cuesti贸n en la que d铆a a d铆a no dejan de sumarse nuevas voces para expresar su hast铆o y rechazo frente a tan cobarde violencia.

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