OPINIÓN de Jorge Majfud En Crítica de la pasión pura (1998) y luego en artículos publicados en diarios, escribí, con entusiasmo, teorías varias sobre el maravilloso mundo de siglos anteriores que había vivido en África y sobre el casi tan interesante mundo por venir. Juventud, divino tesoro… En Mozambique, en el Astillero Naval de Pemba, descubrí y colaboré (como joven arquitecto llegado de América, a quien cientos de amables obreros llamaban, equivocadamente, “maestro”) en la construcción de grandes barcos británicos y portugueses del siglo XIX. Por el astillero (los maravillosos árboles de umbila eran materia prima) y para apoyar un programa de escuelas técnicas en las ciudades más pobladas, solía viajar por largas horas al “mato” (Ibo, Quisanga, Montepuez, Mueda, Macimboa, Matemo), a las tribus alejadas del privilegio del hombre blanco del cual yo formaba parte. En el astillero, también tuve contacto con los boers racistas de Sud Africa, con el escritor británico estadounidense y an