OPINI脫N de Jorge Majfud
En Cr铆tica de la pasi贸n pura (1998) y luego en art铆culos publicados en diarios, escrib铆, con entusiasmo, teor铆as varias sobre el maravilloso mundo de siglos anteriores que hab铆a vivido en 脕frica y sobre el casi tan interesante mundo por venir. Juventud, divino tesoro…
En Mozambique, en el Astillero Naval de Pemba, descubr铆 y colabor茅 (como joven arquitecto llegado de Am茅rica, a quien cientos de amables obreros llamaban, equivocadamente, “maestro”) en la construcci贸n de grandes barcos brit谩nicos y portugueses del siglo XIX. Por el astillero (los maravillosos 谩rboles de umbila eran materia prima) y para apoyar un programa de escuelas t茅cnicas en las ciudades m谩s pobladas, sol铆a viajar por largas horas al “mato” (Ibo, Quisanga, Montepuez, Mueda, Macimboa, Matemo), a las tribus alejadas del privilegio del hombre blanco del cual yo formaba parte. En el astillero, tambi茅n tuve contacto con los boers racistas de Sud Africa, con el escritor brit谩nico estadounidense y antiapartheid Joseph Hanlon y con el hijo del h茅roe mozambicano Samora Machel y luego hijastro de Nelson Mandela, Ntuane Machel.
Tambi茅n con la primera computadora que toqu茅 en mi vida. En Pemba no hab铆a internet ni televisi贸n (el correo escrito a mano tardaba semanas en llegar a Uruguay, gracias al cual termine cas谩ndome con una ex compa帽era de arquitectura), pero las enciclopedias en discos ya nos suger铆an lo que iba a ser el mundo en el siglo por venir. Desde entonces Windows no ha hecho ninguna innovaci贸n, aparte de molestas actualizaciones.
En ese nuevo mundo, pensaba, cada individuo, desde cualquier rinc贸n, iba a poder acceder a las bibliotecas m谩s importantes del mundo y la gente iba a poder decidir en refer茅ndums, mensuales o semanales, qu茅 hacer con cada proyecto, con cada propuesta para su pa铆s y para el mundo. No nos equivocamos con lo de las bibliotecas.
Es verdad que tambi茅n publicamos sobre una sospecha oscura: la idea de una democracia radical, de un avance de la libertad como igual-libertad y no como la libertad-de-unos-para-esclavizar-a-otros, pod铆a suspenderse a favor de su contrario: la progresi贸n de una mentalidad tribal, nacionalista, como reacci贸n natural.
Saltemos veinte a帽os. Echemos una mirada, por ejemplo, a la l贸gica del desarrollo y crecimiento de las redes sociales, herencia del centenario progreso tecnol贸gico de la Humanidad, secuestrada, una vez m谩s, por los poderosos de turno. Su l贸gica es la l贸gica de los negocios, de los beneficios a casi cualquier precio.
¿C贸mo se generan estos beneficios?
Capturando la atenci贸n, con frecuencia al extremo de la alienaci贸n del individuo que se convierte en un consumidor adicto que se cree libre.
¿C贸mo se captura la atenci贸n del consumidor?
No por las grandes ideas sino a trav茅s de emociones simples y potentes.
¿Cu谩les son esas emociones simples y potentes?
Seg煤n todos los estudios (desde Beihang en China hasta Harvard) las emociones negativas, como la ira, la rabia y el odio.
¿Qu茅 producen esas emociones?
Explosiones virales. La viralidad de un acontecimiento indica el 茅xito de cualquier interacci贸n en las redes sociales y es altamente estimada por los consumidores honorarios y por sus 煤ltimos beneficiarios, los inversores.
¿Para qu茅 sirven los fen贸menos virales?
Aumento de usuarios y secuestro de la atenci贸n del consumidor. Es decir, beneficios econ贸micos. Pero el poder econ贸mico y el poder pol铆tico tienen sexo todos los d铆as.
¿Cu谩l es el efecto pol铆tico?
En un mundo complejo y diverso, este efecto puede beneficiar a cualquier ideolog铆a, sea de derecha o de izquierda, pero la l贸gica del proceso y las estad铆sticas indican que la derecha es la primera beneficiaria.
¿Por qu茅?
Primero, porque todas las grandes redes sociales son productos de megaempresas. Toda empresa privada es una dictadura (en democracias y en dictaduras). Ni la “comunidad virtual” ni los consumidores ni los ciudadanos tienen voz ni voto en c贸mo se administran. Mucho menos en sus algoritmos y sus ganancias econ贸micas. Todo gran negocio transpira su propia ideolog铆a. Su ideolog铆a, necesariamente, es conservadora, de derecha, desde el capitalismo m谩s primitivo hasta el neoliberalismo, el libertarianismo y todos los fascismos procapitalsitas. De la misma forma que la izquierda se desarroll贸 en la cultura de los libros, la derecha rein贸 en medios m谩s masivos como la radio (Alemania), la televisi贸n (Estados Unidos) y, ahora, las redes sociales.
¿Segundo?
El hecho comprobado de que el odio y la ira reinan en estas plataformas, beneficia m谩s a la extrema derecha que a la extrema izquierda.
¿No hay odio en la izquierda?
S铆, claro, como hay amor en la derecha. Pero aqu铆 lo que importa es considerar el estado del clima general. Un grupo de izquierda, supongamos un grupo revolucionario que toma las armas, como los negros esclavos en Hait铆 durante la revoluci贸n de 1804, puede usar el odio como instrumento de motivaci贸n y fuerza. Pero el odio no suele ser el fundamento ideol贸gico de la izquierda cuyas principales banderas son la “igual libertad”, es decir, la reivindicaci贸n de grupos que se consideran oprimidos o marginados por el poder. El odio de la lucha de clases es una tradici贸n de la derecha; el marxismo s贸lo lo hizo consciente. No es lo mismo luchar por la igualdad de derechos de negros, mujeres, gays o pobres que oponerse a esta lucha como reacci贸n epid茅rmica ante la p茅rdida de privilegios de raza, de g茅nero, de clase social o de naciones hegem贸nicas, en nombre de la libertad, la patria, la civilizaci贸n, el orden y el progreso. Eso es odio como fundamento, no como instrumento.
¿Hay diferencia entre diferentes odios?
El odio es uno solo, es una enfermedad, pero sus causas son m煤ltiples. No es lo mismo el odio de los esclavos por sus amos, de los explotados por sus patrones, de los perseguidos por sus gobiernos, que el odio que irradia y contagia el poder abusivo. El esclavo odia a su amo por sus acciones y el amo odia a sus esclavos por lo que son (una raza inferior). De la misma forma que nadie con un m铆nimo de cultura podr铆a confundir el machismo con el feminismo, de la misma forma no se puede confundir el patriotismo del revolucionario que lucha contra el colono y el patriotismo del colono que lucha por explotar al pueblo corrompido. En uno, el patriotismo es reivindicaci贸n y b煤squeda de igualdad de derechos, de independencia, de igual libertad. En el otro es reivindicaci贸n de derechos especiales basados en su nacionalidad, en su raza, en su religi贸n o en cualquier otra particularidad de su provincianismo intelectual.
¿Cu谩les son las consecuencias de este negocio electr贸nico?
Las redes sociales expresan el deseo de guerra sin los riesgos de una guerra. Hasta que la guerra real se hace presente. Esta necesidad de confrontaci贸n, de canalizaci贸n de las frustraciones a trav茅s de la ret贸rica y un agresivo lenguaje corporal (el l铆der despeinado, orgullosamente obsceno, calculadamente rid铆culo para provocar m谩s reacci贸n negativa) es propia de la extrema derecha de las redes. Diferente, la derecha m谩s formal del neoliberalismo prefer铆a las etiquetas de la aristocracia. Una vez fracasadas todas sus pol铆ticas, planes econ贸micos y promesas sociales, se recurre al circo de la extrema derecha, al lenguaje corporal antes que la serena disputa dial茅ctica. Se reemplaza la cultura de los libros, donde se educ贸 la izquierda tradicional desde la Ilustraci贸n, a la cultura de las redes sociales de la derecha, donde la inmediatez, la reacci贸n epid茅rmica reina y domina. La agresi贸n, el enfado, la rabia como expresi贸n del individualismo masivo (no del individuo) se vuelven incontrolables y, por si fuese poco, se vuelven efectivos en la lucha por colonizar los campos sem谩nticos, la verdad y el poder pol铆tico del momento.