OPINIÓN de Ricardo Luis Mascheroni Cayó el telón sobre la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable (Río+20), las pocas luces que la iluminaron, se apagaron lentamente ante el fracaso generalizado y los muy escasos aplausos de los amanuenses de siempre o de aquellos que con un jarro en la mano tratan de obtener un subsidio, vender algún proyectito o la financiación para alguna ONG. En el gran escenario circense montado, más allá de la frustración y la desilusión de muchos, sin dudas que entre bambalinas, los encargados, productores y directores del montaje, champaña en mano, podrán decir con un dejo de satisfacción: “el objetivo está cumplido”. El maquillaje y la pintura verde sólo alcanzan para teñir un poco, cambiar algunas cosas, para que en realidad nada nada cambie. Las últimas cumbres de las Naciones Unidas “para salvar el Planeta”, ya sea en Copenhague, Cancún o Río de Janeiro, entre tantas,