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¡Y dale con lo nuclear! Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe

OPINIÓN de Ricardo Mascheroni   

Parecería ser que algunas personas son duras de entendederas y ni siquiera la letra, con sangre les entra.

Son animales que viven chocando permanentemente con la misma piedra, pero por desgracia son otros los que terminan llorando sobre la leche derramada.

Es evidente que para aquellos que juegan a la ruleta rusa con la vida de los demás, las tragedias de Hiroshima, Nagasaki, Chernobil y Fukushima no han sido mensajes lo suficientemente fuertes y claros como para hacerles comprender la necesidad de abandonar en beneficio del futuro común, la locura de la tecnología nuclear.

Ahora estamos en presencia de un nuevo incidente, entre tantos que no trascienden, ocurrido en el almacén de desechos nucleares de Marcoule, junto al río Ródano y cerca de la ciudad de Orange, departamento de Gard, al sur de Francia, 230 kilómetros de territorio español, y a 370 kilómetros de Barcelona.

Seguramente que escucharemos las mismas excusas que en casos anteriores, que es un accidente menor, sin fuga de radiactividad, que solo provocó un muerto y cuatro heridos, fuera de ello, no hay de qué preocuparse, ya que todo se encuentra perfectamente controlado y que no hay actividad más segura que ésta.

Quizás los gerenciadores de estas faenas, emulando al Chapulín Colorado, se digan para sí: No contaban con nuestra astucia.

Parafraseando a Serrat, cuando dice en “Esos locos bajitos”: “Niño, deja ya de joder con la pelota”, a los grandulones de la burocracia nuclear, deberíamos gritarle: Dejen ya de joder con las centrales atómicas y sus desechos.

Por distintas razones, parece que la frecuencia de los incidentes ligados a estos quehaceres se está acelerando y el cántaro comienza a romperse.

En esto no hay sorpresas, estamos en presencia de una muerte anunciada, ya que la mayoría de los complejos atómicos existentes en todas sus variantes, están llegando al tiempo máximo de vida útil previstos al momento de su construcción, muchas de ellas con tecnologías obsoletas o que en la actualidad el grado de confiabilidad no es el mejor.

En un mundo convulsionado y estresado por las urgencias financieras, obtención de recursos y la lucha por el poder, los imponderables ambientales y sociales se incrementan y las dudas y las inseguridades también.

Apremiados por la maximización de ganancias con el menor costo posible, a la vida productiva de la centrales nucleoeléctricas se las hace extender hasta lo irracional e irresponsable, poniendo en riesgo a millones de personas.

Existe un convencimiento generalizado que la tecnología nuclear es peligrosa en toda su génesis y desarrollo, desde la cuna a la tumba, el albur comienza con la extracción de los minerales radiactivos del seno de la tierra, agravado por su traslado, procesamiento y uso, ya sea en la generación nucleoeléctrica o en armas de destrucción masiva.

Los residuos, que mantienen en algunos casos, su nivel de contingencia por años, décadas, siglos o milenios, incrementan las amenazas.

Este proceso en todas sus etapas, entraña una cuota de inseguridad, agravada por los errores e impericias humanas, la merma en la operatividad y la interacción de fenómenos impredecibles e imprevisibles, como lo ocurrido en Japón.

Como diría mi abuelo: “No hay mal, que por bien no venga” y lo saludable de todo esto y más allá de los saldos lamentables, es que muchos en el mundo han comprendido la necesidad de ir abandonando esta tecnología más pronto que tarde y es esta urgencia la que está imponiendo el desarrollo de nuevas formas de producción energética, menos agresivas y contaminantes.

No quiero terminar estas reflexiones, sin dejar de recordar que un 14 de Septiembre de 1988, el Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe, sancionó la Ordenanza Nº 9047, a instancia de los Concejales Carlos Iparraguirre y Mario Pilo, que declaró a Santa Fe “Ciudad No Nuclear” y por la que se prohibió estas actividades en el ejido urbano de la misma.

Esta iniciativa pionera hizo de Santa Fe, la primera capital de provincia en ostentar dicho carácter y abrió el camino para que gran cantidad de ciudades y provincias a lo largo y ancho del país, la imitaran saludablemente.

Es además de desear que esta normativa fuese más difundida, incorporándose efectivamente a la educación ambiental, actividad permanentemente declamada paro casi siempre postergada en todos los niveles de la enseñanza de grado.

La norma, que fuera acompañada por el trabajo de distintas organizaciones intermedias de la zona, que se oponían a estos emprendimientos, fue una contundente respuesta a los intentos del Gobierno Nacional de empezar a construir una cuarta central atómica en el sur de la provincia, en la localidad de Timbúes.

Lamentablemente parecería ser que hemos retrocedido en nuestro celo ambiental, ya que desde esferas nacionales, en los últimos tiempos y cada tanto, se enuncian proyectos o la puesta en marcha de realizaciones de este tipo, sin las explicitaciones y consultas necesarias.

Sin ir más lejos en esto días se inaugura Atucha II, en el corredor de mayor densidad poblacional del país.

Los dejo para que lo piensen y me despido hasta las próximas aguafuertes.




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