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Hambruna, alimentos e indiferencia

OPINI脫N de Ricardo Luis Mascheroni   

En Octubre, m谩s concretamente el d铆a 16 se recuerda el D铆a Mundial de la Alimentaci贸n, establecido en 1979 a instancias de la FAO (Organizaci贸n de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentaci贸n), llamado tambi茅n, a partir del a帽o 2001, D铆a Mundial de la Soberan铆a Alimentaria.

Al momento de la fundaci贸n de esta organizaci贸n, el 16 de Octubre de 1945, el mundo a煤n no se hab铆a repuesto de los dolores y horrores de la Segunda Guerra Mundial y millones de personas segu铆an al borde de la muerte por inanici贸n, requiriendo una atenci贸n urgente y decidida.

Este panorama, impuls贸 la creaci贸n de la misma, cuya finalidad intentaba generar lazos de solidaridad, colaboraci贸n y ayuda entre los pa铆ses, para mejorar la eficacia y el alcance en la lucha contra el hambre, la malnutrici贸n y la pobreza.

Durante d茅cadas, con aciertos y fracasos la FAO cumpli贸 un rol aceptable en esa direcci贸n, pero pese a ello el hambre en el mundo, no s贸lo que no descendi贸, en t茅rminos cuantitativos y cualitativos, sino que se increment贸 y casi el 20 % de la poblaci贸n del Planeta no tiene lo m铆nimo indispensable para su subsistencia.

Sin ir m谩s lejos y en estos precisos momentos en que los titulares de los grandes medios de comunicaci贸n y portales inform谩ticos se pelean por vaticinar el resultado de la crisis econ贸mica global, el silencio cubre la hambruna que afecta a 13 millones de personas en el denominado Cuerno de 脕frica, en el cual pa铆ses como Somal铆a, Etiop铆a y Kenia entre otros, tienen a gran parte de su poblaci贸n al borde de la extinci贸n por hambre, a la par que los poderosos asisten con miles de millones de d贸lares o euros a los due帽os de la pirater铆a financiera internacional.

En una suerte de l贸gica o il贸gica perversa, casi es seguro que piensan de esos pueblos que son negros y africanos y no merecen el mismo tratamiento que los griegos, espa帽oles o italianos. Los sienten como personas de segunda categor铆a y as铆 los tratan.

El tan declamado derecho humano universal a la alimentaci贸n, consagrado en tantas declaraciones, congresos y convenciones internacionales, mientras tanto, duerme el sue帽o de los justos ante la indiferencia generalizada.

Eso s铆, en un cinismo sin parang贸n, organizaciones, proyectos y programas financieros y period铆sticos se ocupan en esos mismos territorios, de anoticiar con ah铆nco a todo el mundo sobre su loable labor de salvar y proteger a las gacelas, elefantes, leones y cuanta especie camine por esas tierras, 铆nterin los seres humanos se convierten en pasto de los buitres.

Insisto: Negro, africano o pobre no son una buena combinaci贸n para obtener un pasaporte hacia la vida.

Nadie de nosotros puede considerarse ajeno a este genocidio, ya que en la euro zona, EE.UU y otras latitudes, el gasto en alimentos, atenci贸n sanitaria, peluquer铆a, guarder铆as, psic贸logos, entrenadores y paseadores de mascotas, supera, en mucho, el monto que requerir铆a la erradicaci贸n del hambre de los m谩s desprotegidos del mundo.

Mientras un discurso tentador y sensiblero que habla de los derechos de los animales, poni茅ndolos en un pie de paridad con los seres humanos, se entroniza, las cl铆nicas veterinarias se multiplican y los laboratorios multinacionales, ligados casi siempre a la matriz del agro negocio, se restriegan las manos, por las ganancias que ingresan a raudales.

No es casual el incremento del marketing publicitario en esta direcci贸n, tampoco la concurrencia de gente del espect谩culo a programas con mascotas, presentadas a la “moda” y en forma tan rid铆cula como sus due帽os, despertando en muchos la imitaci贸n cholula, que impone la adquisici贸n innecesaria de tal o cual especie o raza de animal.

A la par se vitupera casi por herejes, a los que por carencias y con m茅todos casi prehist贸ricos e intentando prolongar aunque sea un d铆a m谩s, su sobrevivencia y de su familia, sobre la tierra, cazan algunas de las especies que gozan del favoritismo cultural y sentimental, de los que sentencian a pueblos enteros a su desaparici贸n.

Un representante de un pa铆s africano, en una convenci贸n en Par铆s, a sus pares de las naciones enriquecidas, les dijo: Mientras Uds. hablan de proteger la biodiversidad, nosotros nos la comemos para vivir un d铆a m谩s.

Sobre el origen de estas hambrunas homicidas, mucho se ha dicho y escrito, pero no vaya a creer que las causas obedecen a la superpoblaci贸n del Planeta, las variaciones clim谩ticas o la poca producci贸n de alimentos, todo lo contrario, la comida que se tira o se desperdicia en el mundo, es m谩s que la que se consume, estudios en esa direcci贸n lo han demostrado claramente.

En la g茅nesis y desarrollo de esta lamentable realidad, mucho tiene que ver la injusta distribuci贸n de la riqueza, la concentraci贸n del mercado alimentario en pocas manos que desechan comida para mantener los precios, el consumismo irracional y la falta de equidad en las relaciones de poder internacionales.

Es largamente sabido que un peque帽o grupo de privilegiados, entre un 15 y un 20% del total de la poblaci贸n planetaria, ubicados en los pa铆ses enriquecidos (intencionalmente llamados ricos), pero tambi茅n dentro de nuestras propias sociedades, consumen el 80% de los alimentos que produce la tierra.

Para que lo entienda lo grafico de la siguiente forma: En una mesa, se sientan 10 comensales, viene un mozo con 10 milanesas y cuando todos creen que comer谩n una cada uno, 2 de ellos se devoran 8, en consecuencia los 8 comensales restantes se tienen que conformar con 2. En esta repartija injusta, el hambre siempre ser谩 una dolorosa realidad.

Como si fuera poca la magnitud de esta inequidad, ahora a la tierra le exigimos que produzca, no para alimentar a los hambrientos, sino para los tanques de combustibles de los automotores, cuya voracidad es insaciable.

En esta tesitura, recientemente se ha conocido una informaci贸n que muestra que Argentina ha aumentado la exportaci贸n de biodiesel un 70% en los 煤ltimos 8 meses, en una competencia mundial sin soluci贸n de continuidad, que cada d铆a pone a m谩s seres humanos al borde del abismo.

La soberan铆a alimentaria que permitir铆a a los pueblos, la autodeterminaci贸n de qu茅 producen, qu茅 comen y qui茅nes, sucumbe ante el impulso arrollador de los agronegocios, orientados a la maximizaci贸n de ganancias en el menor tiempo e inversi贸n posible y concentrados en pocas manos.

Valga a manera de colof贸n la frase que se la atribuye a Gandhi, que expresa: "la tierra proporciona lo suficiente para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para la codicia de unos pocos".

Los dejo para que lo piensen y me despido hasta la pr贸xima Aguafuertes.




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