OPINIÓN de Ramón Cotarelo / Palinuro .- En Madrid por las señaladas fechas nos llueven los discursos solemnes. Hasta el día de los Inocentes llevamos cuatro, unos con más boato y ceremonia que otros, pero todos serios, graves, circunspectos, como corresponde a las duras circunstancias del país. Madrugó la alcaldesa Botella, seguramente por las prisas de algún desplazamiento vacacional. Nos aseguró que sentía mucho la muerte de las cinco chicas del Madrid-Arena, en la que su gobierno y el de su predecesor tienen una evidente responsabilidad por dejación o negligencia con resultado de muerte. Lo hizo sentada en un sillón con una escenografía típica de La Zarzuela, acorde con los delirios de grandeza de la dama. Por eso hizo bien el Rey en espetarnos sus cavilaciones esta de vez de pie, para no parecer el replicante de la alcaldesa. De pie o sentado, los discursos del Monarca son siempre planos y deliberadamente ambiguos para que nadie se dé por aludido. En esta ocasión, además, se