OPINIÓN de Ileana Alamilla. - La semana estuvo desborda de revelaciones que han provocado, con sobrada razón, una ola de indignación ciudadana en Guatemala. El Congreso de la República, el organismo más representativo del Estado durante décadas ha dado muestras de ineficiencia, incumplimiento de labores e irrespeto a lo público y a la ciudadanía. Ser diputado es un enorme privilegio que aquí se compra, obviamente para obtener beneficios. La mayoría ha permanecido inerte e indiferente a las necesidades sociales, ha incumplido con las obligaciones que la Constitución le establece y ha sido cómplice de cuanto contubernio se ha llevado a cabo en ese organismo, ya sea por acción o por omisión. Por supuesto que también hay parlamentarios que hacen honor a su cargo. Entre las atribuciones que deben ser cumplidas está prioritariamente decretar, reformar y derogar las leyes. Sabemos los magros resultados de la anterior legislatura, que muchos conocedores señalan que fue beneficioso que no diera