Por Eduardo Ibarra Aguirre El tiempo pasa –dice la canción-- y uno de los gobiernos que más militarizó la vida pública de México está urgido en respaldar, en la legislación, las prácticas y los abundantes excesos que cometió con el Ejército, la Fuerza (débil) Aérea y la Marina, cuando se encuentra en plena cuenta regresiva. Está documentado hasta la saciedad, incluso por el duopolio de la televisión, que el de Felipe Calderón Hinojosa es un gobierno que no se explica sin el protagonismo creciente de la milicia en ámbitos que están reservados, nada más y nada menos que por la ley de leyes, para los civiles. A esta altura del sexenio, cuando le quedan 19 meses, ya no es “políticamente incorrecto” sostener, como aquí se ha hecho, que sin el decidido respaldo de las fuerzas armadas –particularmente del Estado Mayor Presidencial, el ejército de elite de Los Pinos, y la entonces Policía Federal Preventiva--, resulta impensable la toma de posesión del hombre de “las manos limpias”, e