OPINIÓN de Gustavo Portocarrero Valda .- El mundo de los negocios no duerme ni descansa porque su propia naturaleza lucrativa lo pone siempre en acción permanente. Cada año que transcurre, las empresas petroleras internacionales resultan menos en número porque entre aquellas se devoran las unas a las otras, sea por fusión integradora o por compra. Sin embargo, mientras menos consorcios quedan, aquellos acaban mucho más audaces como peligrosos. El petróleo no solo derroca gobiernos sino provoca guerras, acciones de inteligencia, sobornos, crímenes personales, cosas inesperadas. Sus huellas visibles son la destrucción, no solo contra el ser humano, sino también contra la propia naturaleza. Como consecuencia, el poder de los consorcios petroleros es tan efectivo que, ante sus designios, no les queda otra cosa a los gobiernos, sin energía ni dignidad, que someterse a aquellos. Importa poco que los gobiernos obedientes, sean también poderosos; por igual sirven al gran capital. El día 11