OPINIÓN de Emilio Cafassi , Argentina.- El miércoles 8 el mundo vivió una jornada histórica, una nueva experiencia de resistencia que multiplica las precedentes. Millones de personas nos movilizamos en miles de ciudades contra las incontables formas fenoménicas de expresión del patriarcado. Una manifestación de hartazgo ante la violencia y la desigualdad cotidianamente naturalizadas. Absolutamente contraria al festejo y más aún a la babosa edulcoración de la “femineidad”. Cualquier referencia histórica o inmediata evoca tragedia y convoca a la protesta callejera y a la lucha, no a la florería. En esta oportunidad, sumó una novedad cualitativa con estimulantes perspectivas: las mujeres convocaron a un paro internacional. La casi totalidad de las miradas, incluyendo a buena parte de las izquierdas y progresismos, atribuye al patriarcado una naturaleza cultural. Superada la obviedad de que cualquier sistema de explotación y hasta cualquier manifestación humana es ontológicamente cultural