OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Cuba forma parte del imaginario de la justicia social desde el triunfo de la revolución en 1959, en plena Guerra Fría. Contra todo pronóstico, el país caribeño se ha mantenido para muchos en ese estadio más próximo a la ficción que a la realidad por dos razones: la primera y quizá la más importante es que durante décadas los Estados Unidos de América han sido incapaces de resolver un problema que, desde la caída de la URSS, era exclusivamente de orden interno en la medida que la política hacia Cuba influía de forma determinante en el estado de la Florida; la segunda, también relevante, es que el régimen castrista, además de ser denostado por Washington, ha sido capaz de convencer a muchos de que era lo que dice ser y no lo que realmente es.