OPINI脫N de Joan del Alc脿zar.- Las 煤ltimas encuestas m谩s fiables, la de MyWord para la Cadena Ser por ejemplo, le dan a Podemos una intenci贸n de voto casi cinco puntos menos que los obtenidos el 20D de 2015 [15.9 frente a 20.7]. En la misma prospecci贸n, el PP pierde 1.7, el PSOE baja 1.1 y Ciudadanos sube 4.1. Es decir todos pierden, menos el partido de Albert Rivera. Cabe a帽adir un 煤ltimo dato: Izquierda Unida tambi茅n sube, y bastante: 3.4 puntos, y se sit煤a en el 7.1 por ciento de los votos. Son unas cifras bastante expresivas de c贸mo est谩 valorando el electorado el proceso de negociaciones para formar gobierno. Recordemos que la encuesta del Centro de Investigaciones Sociol贸gicas [CIS] de enero de 2016 daba el siguiente resultado: PP, 28.8; Podemos, 21.9; PSOE, 20.5; Ciudadanos, 13.3.
Parece muy razonable afirmar que Podemos est谩 gestionando p茅simamente el apoyo que consigui贸 en diciembre pasado; que no est谩 jugando bien sus cartas y que, m谩s que probablemente, no ha conseguido digerir bien los datos electorales que arrojaron las urnas. Pero ese no es, seguro, el principal problema. Muy posiblemente lo peor para la formaci贸n morada es que se le est谩n abriendo algunas de las muchas costuras internas que tiene. No es ahora una de las suturas que podr铆amos llamar perif茅ricas, en las que por cierto tambi茅n se aprecian problemas, sino en el n煤cleo duro de la organizaci贸n. El golpe de mano de Pablo Iglesias cesando al responsable de organizaci贸n, Sergio Pascual, ha afectado seriamente a 脥帽igo Errej贸n, quiz谩 el hombre con m谩s proyecci贸n extramuros de Podemos. La cosa, no obstante, no se circunscribe a una confrontaci贸n entre Iglesias y Errej贸n, sino que evidencia problemas internos en cuanto a la concepci贸n tanto del partido como de su estrategia de presente y de futuro. La propuesta de Pablo Echenique como substituto de Pascual es la menos discutible que Iglesias pod铆a ofrecer a la organizaci贸n, pero habr谩 que ver si el aragon茅s cauteriza la herida en la organizaci贸n de Madrid y refuerza las costuras territoriales.
Podemos no acaba de decidir qu茅 quiere aceptar y qu茅 quiere rechazar del modelo de partido convencional: hay expresiones del lulismo primerizo del tipo Paz y Amor, y se evidencian querencias leninistas del tipo t煤 tienes dos ojos, pero el partido tiene mil. De ambas sensibilidades encontramos rastro reciente en “Defender la belleza. Carta de Pablo Iglesias a los c铆rculos y a la militancia de Podemos”. No obstante, hacer pol铆tica no es contar, enunciar, declamar intenciones pol铆ticas cargadas de 茅tica. Cuando el partido era s贸lo un movimiento con el viento a favor de la indignaci贸n creciente, todo resultaba m谩s f谩cil en la medida que se trataba de denunciar y de poner el foco sobre tantos males de la sociedad del presente. Cada ciudadano irritado con los grandes partidos sist茅micos, cada elector hastiado del maltrato asociado a la crisis, pod铆a imaginar que Podemos era una fuerza emergente que iba a cambiar tanto como considerara que deb铆a de ser cambiado.
Ahora, Podemos est谩 actuando en 谩reas de gobierno en la administraci贸n local y regional y todo es mucho m谩s complejo, m谩s concreto y menos et茅reo. Adem谩s, no es dif铆cil encontrar brechas que separan algunas de las cosas que se dec铆an antes de lo que se hace ahora. Algunas, son letra peque帽a, pero no pasan desapercibidas para muchos. Dos ejemplos: el alcalde de C谩diz, ciudad convertida en emblema por los morados, niega a los partidos del consistorio acceso pleno a los presupuestos de la ciudad; Luis Alegre, secretario general de Madrid y miembro del c铆rculo inmediato a Iglesias, convoca una rueda de prensa, pero anuncia que s贸lo responder谩 a cinco preguntas.
Nadie podr谩 negar a Podemos el haberle pegado una patada al tablero pol铆tico espa帽ol. Ese es todav铆a su gran m茅rito. Tampoco se le podr谩 discutir que ofrece ―de momento m谩s sobre el papel que en la realidad― una visi贸n que se aproxima a la realidad plurinacional espa帽ola como ninguna otra fuerza pol铆tica lo hace. Podemos abri贸, se ha dicho muchas veces, unos enormes ventanales que han regenerado el viciado clima pol铆tico peninsular. Pero ahora est谩 perdiendo fuerza y presencia. Y eso no es bueno excepto para la derecha espa帽ola y, por su grave miop铆a, para los sectores m谩s conservadores y los m谩s jacobinos del PSOE.
Se discute en los foros y en las tertulias a prop贸sito de lo que parece una batalla interna de manual. Se habla mucho de c贸mo se ve a Podemos desde afuera; de si se est谩 dando un combate entre fundamentalistas y realistas, de si se est谩 dirimiendo apostar por la reforma o por la ruptura del llamado r茅gimen del 78, o sobre si la praxis del partido ha de ser m谩s transversal o m谩s pr贸xima al izquierdismo cl谩sico. Todo ello en el contexto ―no lo olvidemos porque es un elemento decisivo― en el que se ha de resolver si se constituye un nuevo gobierno o se ha de volver a elecciones generales.
En verdad se trata de debates muy interesantes, pero son m谩s propios de los distintos analistas sociales que de la ciudadan铆a en general. Particularmente de los cinco millones de votantes que, de una forma u otra, fueron contabilizados como votos de apoyo al programa de la organizaci贸n.
Hay que decir que esa contabilidad es m谩s que discutible. Tanto como que Podemos tenga o haya tenido nunca 69 diputados, ni que ahora tenga 65 tras la no integraci贸n de Comprom铆s en el grupo parlamentario. Ese grupo de dimensiones variables es, de lejos, el menos estable, el m谩s complejo de gestionar de toda la C谩mara de Diputados. Los 69 diputados originarios eran el resultado de la suma de Podemos, Podemos-Comprom铆s, Podemos-En Marea-Enova-EU y En Com煤 Podem, y no resulta dif铆cil explicar las enormes dificultades que tendr铆an para votar juntos en temas sensibles.
No se trata s贸lo, adem谩s, de diferencias concretas entre unos y otros ―esas costuras antes se帽aladas― sino de la pluralidad [¿ser铆a mejor hablar de transversalidad] de los cinco millones de votantes. Diferencias que van desde los que pueden verse representados por personas vinculadas a Podemos pero tan distantes [en fondos y formas] como Manuela Carmena, Carlos Jim茅nez Villarejo, Ada Colau o M貌nica Oltra ―por citar nombres conocidos― y Rafael Mayoral, Juan Carlos Monedero, Teresa Rodr铆guez o Irene Montero.
¿C贸mo trabajar pol铆ticamente para un electorado tan amplio y tan diverso, c贸mo hacerlo sin perder apoyos sustantivos en la traves铆a?
Hay un sector amplio del electorado que, sin haber perdido ni un gramo de irritaci贸n contra al bipartidismo, se siente m谩s pr贸ximo a reformar que a revolucionar el panorama existente. Sufre con desagrado las malas formas de Iglesias, la arrogancia que sus m煤ltiples asesores no logran que abandone, su permanente posesi贸n de la verdad y su indiscutible percepci贸n de cu谩l es la l铆nea correcta. Algo parecido se puede decir de esa tendencia de la direcci贸n de Podemos a exigir a todos, a escuchar poco o nada, y a descalificar a los que no se avienen a sus directrices. Nota al margen: seguramente la remontada demosc贸pica de Izquierda Unida est谩 bastante ligada al contrapunto que Alberto Garz贸n supone frente al l铆der de Podemos.
En ocasiones, demasiadas, Podemos recuerda a lo que fue en su momento de mayor peso pol铆tico Izquierda Unida. Una organizaci贸n tan solvente para la denuncia de lo que iba mal como incapaz de proponer c贸mo arreglarlo de forma cre铆ble. Una coalici贸n que siempre tuvo dificultades para entender que sus votantes superaban con mucho a sus militantes, y que es necesario no confundir a los unos con los otros.
Podemos tiene ahora un buen n煤mero de problemas internos y, adem谩s, afronta una crisis de identidad en tanto que ha de decidir c贸mo gestiona el enorme caudal de apoyos [directos y compartidos] que recibi贸 en diciembre pasado. De ninguna manera le conviene ir a nuevas elecciones. Algunas de las coaliciones que lo auparon al lugar que ocupa en el Congreso ser铆an dif铆ciles [sino imposibles] de reeditar. Adem谩s, las encuestas, como hemos dicho al principio, son claramente desfavorables, lo que augura que la posici贸n de fuerza actual podr铆a ser redimensionada a la baja.
Quiz谩 la mejor opci贸n para el partido de Iglesias ser铆a aceptar dos cosas: que el horizonte pol铆tico est谩 [y estar谩 siempre] definido por la correlaci贸n de fuerzas existente y que la suya no es ―hoy por hoy― determinante; en segundo lugar, que es un partido muy joven que no va alcanzar el gobierno cuando todav铆a est谩 en el parvulario. Tiene futuro y mucho, si saben jugar sus cartas. Podr铆a ser el primer partido realmente federal de Espa帽a [no s贸lo de boquilla], algo que resultar铆a hist贸rico; y muchos de sus l铆deres tienen una larga carrera por delante. Ser铆a bueno, en consecuencia, que aplicaran aquella m谩xima que se le atribuye a Suetonio: “Caminad lentamente si quer茅is llegar m谩s pronto a un trabajo bien hecho”.
Parece muy razonable afirmar que Podemos est谩 gestionando p茅simamente el apoyo que consigui贸 en diciembre pasado; que no est谩 jugando bien sus cartas y que, m谩s que probablemente, no ha conseguido digerir bien los datos electorales que arrojaron las urnas. Pero ese no es, seguro, el principal problema. Muy posiblemente lo peor para la formaci贸n morada es que se le est谩n abriendo algunas de las muchas costuras internas que tiene. No es ahora una de las suturas que podr铆amos llamar perif茅ricas, en las que por cierto tambi茅n se aprecian problemas, sino en el n煤cleo duro de la organizaci贸n. El golpe de mano de Pablo Iglesias cesando al responsable de organizaci贸n, Sergio Pascual, ha afectado seriamente a 脥帽igo Errej贸n, quiz谩 el hombre con m谩s proyecci贸n extramuros de Podemos. La cosa, no obstante, no se circunscribe a una confrontaci贸n entre Iglesias y Errej贸n, sino que evidencia problemas internos en cuanto a la concepci贸n tanto del partido como de su estrategia de presente y de futuro. La propuesta de Pablo Echenique como substituto de Pascual es la menos discutible que Iglesias pod铆a ofrecer a la organizaci贸n, pero habr谩 que ver si el aragon茅s cauteriza la herida en la organizaci贸n de Madrid y refuerza las costuras territoriales.
Podemos no acaba de decidir qu茅 quiere aceptar y qu茅 quiere rechazar del modelo de partido convencional: hay expresiones del lulismo primerizo del tipo Paz y Amor, y se evidencian querencias leninistas del tipo t煤 tienes dos ojos, pero el partido tiene mil. De ambas sensibilidades encontramos rastro reciente en “Defender la belleza. Carta de Pablo Iglesias a los c铆rculos y a la militancia de Podemos”. No obstante, hacer pol铆tica no es contar, enunciar, declamar intenciones pol铆ticas cargadas de 茅tica. Cuando el partido era s贸lo un movimiento con el viento a favor de la indignaci贸n creciente, todo resultaba m谩s f谩cil en la medida que se trataba de denunciar y de poner el foco sobre tantos males de la sociedad del presente. Cada ciudadano irritado con los grandes partidos sist茅micos, cada elector hastiado del maltrato asociado a la crisis, pod铆a imaginar que Podemos era una fuerza emergente que iba a cambiar tanto como considerara que deb铆a de ser cambiado.
Ahora, Podemos est谩 actuando en 谩reas de gobierno en la administraci贸n local y regional y todo es mucho m谩s complejo, m谩s concreto y menos et茅reo. Adem谩s, no es dif铆cil encontrar brechas que separan algunas de las cosas que se dec铆an antes de lo que se hace ahora. Algunas, son letra peque帽a, pero no pasan desapercibidas para muchos. Dos ejemplos: el alcalde de C谩diz, ciudad convertida en emblema por los morados, niega a los partidos del consistorio acceso pleno a los presupuestos de la ciudad; Luis Alegre, secretario general de Madrid y miembro del c铆rculo inmediato a Iglesias, convoca una rueda de prensa, pero anuncia que s贸lo responder谩 a cinco preguntas.
Nadie podr谩 negar a Podemos el haberle pegado una patada al tablero pol铆tico espa帽ol. Ese es todav铆a su gran m茅rito. Tampoco se le podr谩 discutir que ofrece ―de momento m谩s sobre el papel que en la realidad― una visi贸n que se aproxima a la realidad plurinacional espa帽ola como ninguna otra fuerza pol铆tica lo hace. Podemos abri贸, se ha dicho muchas veces, unos enormes ventanales que han regenerado el viciado clima pol铆tico peninsular. Pero ahora est谩 perdiendo fuerza y presencia. Y eso no es bueno excepto para la derecha espa帽ola y, por su grave miop铆a, para los sectores m谩s conservadores y los m谩s jacobinos del PSOE.
Se discute en los foros y en las tertulias a prop贸sito de lo que parece una batalla interna de manual. Se habla mucho de c贸mo se ve a Podemos desde afuera; de si se est谩 dando un combate entre fundamentalistas y realistas, de si se est谩 dirimiendo apostar por la reforma o por la ruptura del llamado r茅gimen del 78, o sobre si la praxis del partido ha de ser m谩s transversal o m谩s pr贸xima al izquierdismo cl谩sico. Todo ello en el contexto ―no lo olvidemos porque es un elemento decisivo― en el que se ha de resolver si se constituye un nuevo gobierno o se ha de volver a elecciones generales.
En verdad se trata de debates muy interesantes, pero son m谩s propios de los distintos analistas sociales que de la ciudadan铆a en general. Particularmente de los cinco millones de votantes que, de una forma u otra, fueron contabilizados como votos de apoyo al programa de la organizaci贸n.
Hay que decir que esa contabilidad es m谩s que discutible. Tanto como que Podemos tenga o haya tenido nunca 69 diputados, ni que ahora tenga 65 tras la no integraci贸n de Comprom铆s en el grupo parlamentario. Ese grupo de dimensiones variables es, de lejos, el menos estable, el m谩s complejo de gestionar de toda la C谩mara de Diputados. Los 69 diputados originarios eran el resultado de la suma de Podemos, Podemos-Comprom铆s, Podemos-En Marea-Enova-EU y En Com煤 Podem, y no resulta dif铆cil explicar las enormes dificultades que tendr铆an para votar juntos en temas sensibles.
No se trata s贸lo, adem谩s, de diferencias concretas entre unos y otros ―esas costuras antes se帽aladas― sino de la pluralidad [¿ser铆a mejor hablar de transversalidad] de los cinco millones de votantes. Diferencias que van desde los que pueden verse representados por personas vinculadas a Podemos pero tan distantes [en fondos y formas] como Manuela Carmena, Carlos Jim茅nez Villarejo, Ada Colau o M貌nica Oltra ―por citar nombres conocidos― y Rafael Mayoral, Juan Carlos Monedero, Teresa Rodr铆guez o Irene Montero.
¿C贸mo trabajar pol铆ticamente para un electorado tan amplio y tan diverso, c贸mo hacerlo sin perder apoyos sustantivos en la traves铆a?
Hay un sector amplio del electorado que, sin haber perdido ni un gramo de irritaci贸n contra al bipartidismo, se siente m谩s pr贸ximo a reformar que a revolucionar el panorama existente. Sufre con desagrado las malas formas de Iglesias, la arrogancia que sus m煤ltiples asesores no logran que abandone, su permanente posesi贸n de la verdad y su indiscutible percepci贸n de cu谩l es la l铆nea correcta. Algo parecido se puede decir de esa tendencia de la direcci贸n de Podemos a exigir a todos, a escuchar poco o nada, y a descalificar a los que no se avienen a sus directrices. Nota al margen: seguramente la remontada demosc贸pica de Izquierda Unida est谩 bastante ligada al contrapunto que Alberto Garz贸n supone frente al l铆der de Podemos.
En ocasiones, demasiadas, Podemos recuerda a lo que fue en su momento de mayor peso pol铆tico Izquierda Unida. Una organizaci贸n tan solvente para la denuncia de lo que iba mal como incapaz de proponer c贸mo arreglarlo de forma cre铆ble. Una coalici贸n que siempre tuvo dificultades para entender que sus votantes superaban con mucho a sus militantes, y que es necesario no confundir a los unos con los otros.
Podemos tiene ahora un buen n煤mero de problemas internos y, adem谩s, afronta una crisis de identidad en tanto que ha de decidir c贸mo gestiona el enorme caudal de apoyos [directos y compartidos] que recibi贸 en diciembre pasado. De ninguna manera le conviene ir a nuevas elecciones. Algunas de las coaliciones que lo auparon al lugar que ocupa en el Congreso ser铆an dif铆ciles [sino imposibles] de reeditar. Adem谩s, las encuestas, como hemos dicho al principio, son claramente desfavorables, lo que augura que la posici贸n de fuerza actual podr铆a ser redimensionada a la baja.
Quiz谩 la mejor opci贸n para el partido de Iglesias ser铆a aceptar dos cosas: que el horizonte pol铆tico est谩 [y estar谩 siempre] definido por la correlaci贸n de fuerzas existente y que la suya no es ―hoy por hoy― determinante; en segundo lugar, que es un partido muy joven que no va alcanzar el gobierno cuando todav铆a est谩 en el parvulario. Tiene futuro y mucho, si saben jugar sus cartas. Podr铆a ser el primer partido realmente federal de Espa帽a [no s贸lo de boquilla], algo que resultar铆a hist贸rico; y muchos de sus l铆deres tienen una larga carrera por delante. Ser铆a bueno, en consecuencia, que aplicaran aquella m谩xima que se le atribuye a Suetonio: “Caminad lentamente si quer茅is llegar m谩s pronto a un trabajo bien hecho”.