OPINIÓN de Joan del Alcàzar .- La irritación de los votantes progresistas con los líderes y los partidos políticos a los que dieron su apoyo en diciembre pasado es monumental. No les falta razón a tantísimos que confiaron en las propuestas programáticas que insistían, de manera inequívoca, en la necesidad de limpiar y ventilar el patio político peninsular. A ello parecía sumarse el partido del ciudadano Albert Rivera, quien prometía que lo suyo era regenerar, reconstruir, rehabilitar todo lo que el Partido Popular había corrompido, destruido y deteriorado tras cuatro años amputando sin descanso nuestro todavía tierno y frágil Estado del Bienestar.