OPINIÓN de Samuel Schmidt Cuándo yo era estudiante de Ciencias Políticas en los 1970s las credenciales del PRI era buscadas porque permitían ejercer cierta influencia, funcionaban por ejemplo, para mostrársela a un policía que osaba detenerte por no cumplir con las reglas de tránsito. Ya graduado acompañé a mis compañeros a ver al Maestro Horacio Labastida al PRI para que les ayudara a encontrar trabajo, yo me fui del país unas semanas después a estudiar el posgrado en Jerusalén. Pero las cosas cambian y también la visión sobre el PRI. Con el tiempo encontré una reacción ambivalente respecto al PRI. En primer lugar había que separarse de todo lo que fuera, sonara o oliera a PRI. Por otro lado hay el convencimiento de que todos llevamos un priista adentro, cuestión afirmada por Castillo Peraza ex presidente del PAN y Felipe Calderón espurio presidente de la República, y finalmente es el partido que muchos aprenden a odiar lo que se traduce en la opción de por cuál partido nunca votarí