OPINIÓN de Amy Goodman El papa Francisco visitó esta semana Canadá, en lo que llamó “una peregrinación penitencial” para pedir perdón por el papel que la Iglesia católica desempeñó en el brutal sistema de “escuelas residenciales para indígenas”, que estuvieron en funcionamiento desde 1831 hasta 1998. El Gobierno canadiense separó de sus familias a 150.000 niños y niñas indígenas que fueron colocados en internados lejos de sus hogares y obligados a asimilarse a la cultura eurocanadiense de la población blanca. El 60% de estas instituciones fueron administradas por la Iglesia católica. En los internados se prohibía a los menores indígenas hablar sus idiomas nativos y se los obligaba a abrazar el cristianismo y a seguir un estricto programa educativo y laboral destinado, según los misioneros, a “civilizarlos”. Muchos de estos niños y niñas también sufrieron abusos sexuales y maltratos físicos. Un análisis inicial estimó que más de 3.200 de ellos murieron en los internados y otros 1.000 fa