OPINIÓN de Carola Chávez , Venezuela.- Recuerdo al Bolívar clásico que le gusta a Ramos Allup. El Padre de la Patria reducido a una estatua cagada de palomas en medio de la plaza que lleva su nombre, tomada por mercaderes baratijas y traficantes de oro. Recuerdo cómo todo lo que a él se refería lo tapaban con los escombros de la miseria de quienes, por insignificantes, necesitaban borrar su grandeza. El Bolívar clásico, blanco y perfilado, con la mirada vacía. Un Bolívar seco bien lejano a lo que somos. Un Bolívar de voz postiza, impostada, petulante, prestada de un locutor para repetir frases descontextualizadas durante alguna fiesta patria. ¡Ay! Aquellas fiestas patrias: En el palco Presidencial, un enjambre de adecos y copeyano cuyas barrigas amenazaban con hacer estallar el botón que a duras penas las contenía dentro sus trajes de Clements. Entre bostezos miraban un desfile los separaba de la recepción oficial, llenita de pasapalos y whisky con agua de coco que revolverían los adec