OPINIÓN de Carola Chávez , Venezuela.- Estaban todos en la sala donde se habían citado. En la pared, un televisor panorámico. Sobre las mesas, grandes poncheras -perdón- bowls de cotufas -excuse me- pop corn bañados en mantequilla. Aunque eran apenas de las nueve de la mañana, había botellas de whisky dispuestas coquetamente al lado de las jarras de agua de coco, junto a unos centros de mesa con claveles azules, blancos y rojos, entremezclados con banderitas de los Estados Unidos y estrellitas de escarcha, todo con el sello inconfundible de Ronald Carreño, experto en estos temas tan sensibles.