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Rebeli贸n solitaria en el supermercado

OPINI脫N de Carola Ch谩vez, Venezuela.- En el supermercado, donde un cartel antibachaqueros te recibe advirtiendo que no venden productos regulados, me consigo con unas largu铆simas colas, no en la puerta, sino en las cajas. Hileras de clientes con sus carritos que se extienden hasta dentro de los pasillos. La causa: de las veintis茅is cajas, solo funcionan seis: una preferencial, dos lent铆simas “cajas r谩pidas” y tres para el resto de los clientes, que nunca tenemos la raz贸n.

Recorro los pasillos abri茅ndome espacio entre las colas. La gente se arrima como acostumbrada a arrimarse, y alguno masculla “¡Qu茅 desgracia de pa铆s!”, porque esa cola tambi茅n es culpemaduro. En la nevera, ricotta a novecientos bolos que la semana pasada costaba seiscientos. Miro la fecha y todos est谩n vencidos, la tapas abombadas lo corroboran, pero ah铆 est谩n, junto a un suero que tambi茅n ha caducado. Desisto de los l谩cteos, me niego a pagar sobreprecio para intoxicar a mi familia.

El altoparlante anuncia a los estimados clientes que a partir de ma帽ana, como parte de una campa帽a ambientalista, nos cobrar谩n tambi茅n las bolsas pl谩sticas. Ni un resuello, parece que nadie escucha.

No hay un solo precio en los anaqueles, adivina adivinador parece ser el juego. ¿Para qu茅 poner los precios a la vista tal como dice la ley, si los cambiamos cada semana? Imag铆nate los costos que eso significar铆a para el due帽o. “Nadie trabaja a p茅rdida” Dicen las v铆ctimas defensoras de sus victimarios.

A煤n en contra de mi instinto que me grita: “¡vete, Carola, vete!”, persisto en el intento de hacer mi compra mientras las colas bajan. No bajan nunca. Los clientes domesticados esperan y esperan mientras chatean por whatsapp. Ni una queja. Comento en voz alta el abuso de tener tantas cajas cerradas. “Es culpa de la Ley del Trabajo” -Contesta alguien sin dejar de mirar su tel茅fono.

Voy con el gerente, le reclamo que hay leyes y que las est谩n violando todas. Me contesta tranquilazo que no pueden evitarlo. Si ustedes no pueden evitar violar las leyes, yo tampoco lo podr茅 evitar y me llevar茅 mi compra sin pagar -lo desaf铆o. Atr茅vase y va presa -responde.

Dejo el carrito en sus narices y me voy pensando: si ese supermercado no fuera propiedad de un millonario sino del Estado, estos d贸ciles clientes estar铆an enguarimbados. Pero ah铆 los dej茅, mansitos haciendo cola.

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