OPINIÓN de Emilio Cafassi, Argentina.- Cuando cerré la columna del pasado domingo, no contaba con la totalidad de la información sobre la monumental movilización del 8 de marzo contra el patriarcado. Infería inductivamente de mi experiencia en la ciudad uruguaya de Minas que la repercusión sería importante, pero la recolección posterior de datos del resto del mundo -sin dejar de destacar la marea humana que recorrió las calles de la capital montevideana- exhibe una magnitud de la resistencia verdaderamente alentadora. Pero no debe esperarse de ella una correlación inmediata entre esta capacidad movilizadora y transformaciones políticas, culturales y económicas.