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Patriarcalismo femenino

OPINI脫N de Emilio Cafassi, Argentina.- Cuando cerr茅 la columna del pasado domingo, no contaba con la totalidad de la informaci贸n sobre la monumental movilizaci贸n del 8 de marzo contra el patriarcado. Infer铆a inductivamente de mi experiencia en la ciudad uruguaya de Minas que la repercusi贸n ser铆a importante, pero la recolecci贸n posterior de datos del resto del mundo -sin dejar de destacar la marea humana que recorri贸 las calles de la capital montevideana- exhibe una magnitud de la resistencia verdaderamente alentadora. Pero no debe esperarse de ella una correlaci贸n inmediata entre esta capacidad movilizadora y transformaciones pol铆ticas, culturales y econ贸micas.
En el curso de la protesta, varias compa帽eras me expresaban su satisfacci贸n -y hasta gratitud- por la importante presencia masculina. Por supuesto que resulta valorable, pero no creo que la hegemon铆a patriarcal se supere meramente con la adhesi贸n de los hombres al feminismo, ni aun de la totalidad de ellos. En tal hipot茅tico como imposible extremo, a lo sumo disminuir铆an los niveles m谩s excesivos de violencia de g茅nero como los ataques sexuales o los femicidios. La proporci贸n de hombres contribuye a la lucha, pero no construye por si sola un nuevo paradigma de igualdad. Tan alienante como el ejercicio del poder del victimario es la asunci贸n gozosa y autojustificada de la v铆ctima en la propia relaci贸n de poder. Que a la vez no es exclusiva del patriarcado, sino de todos los sistemas de dominaci贸n, desde la relaci贸n capital-trabajo hasta el l铆mite del s铆ndrome de Estocolmo. Me preocupan m谩s las mujeres antifeministas que los machos dominadores. Tambi茅n m谩s los trabajadores devotos de sus patrones que los propios capitalistas. El poder no tiene un 煤nico polo, ni tampoco exclusivamente coerci贸n y chantaje sino que se instituye como relaci贸n, conteniendo buenas dosis de asentimiento, inclusive sutiles. La b煤squeda de la igualdad reside, antes bien, en el empoderamiento de los sumisos y en la conquista de derechos.

Tampoco resuelve la dominaci贸n patriarcal la cuota pol铆tica femenina que est谩 en debate en Uruguay en estos d铆as, aunque la paridad demandada supondr铆a un avance. Sin embargo, a pesar de la movilizaci贸n y de la iniciativa de la fuerza gobernante, el Frente Amplio (FA), no fue posible lograrla dado que la modificaci贸n de reglas electorales requiere mayor铆as especiales y por tanto acuerdos multipartidarios. El senado vot贸 apenas la extensi贸n de la cuota femenina actual indefinidamente (una mujer cada dos hombres) y a la vez desech贸 la intenci贸n original de asegurar que las vacancias generadas por legisladores sean llenadas por personas del mismo sexo. Para ello deber铆a haberse resuelto algo tan fundamental como la pertenencia partidaria de las bancas. Mientras tanto, la disposici贸n personal de ellas, exacerba la autonom铆a del representante y la estafa potencial al elector. Las luchas contra las diversas formas de dominaci贸n, o inversamente por las conquistas de derechos e igualdad, est谩n mucho m谩s determinadas por delimitaciones ideol贸gicas y te贸ricas que por el g茅nero, incluyendo el combate al patriarcado. No es casual que las derechas, a煤n con sus mujeres dirigentes, resistan la autodeterminaci贸n tanto de dominados como de dominadas. Est谩 inscripto en su ADN ideol贸gico.

No s贸lo habr谩 mujeres que naturalizan la violencia de la que son objeto, sino que la ejerzan sobre otras, en alianza con machistas, al modo en que los capataces la despliegan con los obreros en auxilio de su empleador. En Uruguay tuvo lugar una pol茅mica derivada de una querella jur铆dica que el desenlace biol贸gico no deber铆a dar por concluida porque encuba el germen de una contraofensiva patriarcal con previsibles alientos derechistas. Una jueza del departamento de Soriano pretendi贸 impedir hace menos de un mes que una mujer adulta continuara con un proceso de interrupci贸n voluntaria de su embarazo, por pedido del progenitor. Pedido que no contempla la ley 18.987 de salud sexual y reproductiva que pone a Uruguay como el segundo pa铆s de Am茅rica Latina (despu茅s de Cuba, ya que el otro antecedente es una ciudad, el Distrito Federal de M茅xico) en consagrar el derecho de las mujeres a disponer de su propio cuerpo. La ley no carece de humillaciones para las mujeres que desean dar fin a su pre帽ez, producto de una negociaci贸n del FA con un diputado del peque帽o Partido Independiente, a la saz贸n indispensable para su aprobaci贸n. Introdujo la exigencia de consulta con un equipo integrado por un ginec贸logo, un psic贸logo y un trabajador social, luego de la cual deber谩 someterse a cinco d铆as de reflexi贸n (como si las que llegan a tal demanda sanitaria no hubieran madurado respecto a su deseo y a la consecuente decisi贸n) para finalmente ratificar su voluntad. Pero para esta mujer no bast贸 con este prototribunal inquisitorio sino que la sumatoria de la violencia que sobre ella descargaron su partenaire y la jueza la sometieron directamente a la inquisitoria de la opini贸n p煤blica.

El caso no deja de tener caracter铆sticas tragic贸micas. Adem谩s del drama de la exposici贸n se帽alada y del hecho de que sufri贸 un aborto espont谩neo que dio fin a las acciones judiciales, suma su costado risible que la jueza lleve por nombres de pila, “Pura Concepci贸n”. Obviamente carece de toda responsabilidad por ello, aunque no es dif铆cil colegir cierta inclinaci贸n ideol贸gica de sus padres y la posible formaci贸n que le hayan dado al menos en su ni帽ez. La dupla jueza-progenitor, concibieron a la mujer como una probeta, una suerte de repositorio desubjetivado a disposici贸n de voluntades ajenas. Sus deseos y sus derechos de autodeterminaci贸n fueron violentamente desechados para incluir ex贸genos. Su propia intimidad fue hecha p煤blica como en un programa televisivo de chimentos.

La difusi贸n reaviv贸 un rescoldo que ya cre铆a pr贸ximo a las cenizas luego del aplastante fracaso del plebiscito revocatorio de la ley de aborto que hasta cont贸 con el apoyo del actual Presidente V谩zquez: el autodenominado movimiento “Provida”, una propagand铆stica denominaci贸n que nuclea a la m谩s rancia derecha y al dogmatismo religioso.

Si algo est谩 inextricablemente ligado a los derechos humanos es precisamente el derecho a la vida, consagrado en el art铆culo 3° de la Declaraci贸n Universal de los Derechos Humanos. Es respetable que los activistas tengan una concepci贸n propia sobre el origen de la vida humana, pero de all铆 no se deriva su indiferencia y desvinculaci贸n con los movimientos de derechos humanos que tambi茅n la defienden, ni la ausencia de condena a las violaciones y cr铆menes de los estados terroristas, ni sobre la violencia policial, ni su desmovilizaci贸n contra los femicidios u otros tantos atentados a la vida que dicen querer defender. Su pretendida defensa de la vida se circunscribe a lo prenatal, excluyendo hasta la propia madre. Como sostiene Leonel Briozzo en un contundente art铆culo del Semanario Brecha, “aquellos pa铆ses que siguen desarrollando pol铆ticas restrictivas con respecto al acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva en general y del aborto en particular, mantienen tasas inaceptablemente altas de muerte materna y, en general, un subregistro que oculta la mortalidad por aborto”. Inversamente, afirma que “(…)desde el punto de vista epidemiol贸gico se demuestra que las
 pol铆ticas a favor de los derechos disminuyen la mortalidad materna e infantil y disminuyen el n煤mero de abortos”, algo muy pr贸ximo al objetivo que dicen perseguir los “pr贸vida”, combati茅ndolo. Pero defender la vida deber铆an dejar de concebir a la mujer como un mero envase y a la maternidad como un destino ineluctable pasando a imaginar a las mujeres como sujetos aut贸nomos portadores de derechos, incluyendo obviamente el de decidir por la maternidad.

En un ejemplo menos dram谩tico, pero igualmente ilustrativo de la concepci贸n derechista de la feminidad, en la ciudad de Minas donde march茅 el 8 de marzo, se remodel贸 una plaza que lleva el nombre de “Bar贸n de R铆o Branco”. Aprovechando esa transformaci贸n, los ediles del FA, Mauro 脕lvarez y Carlos Cardinal, presentaron un proyecto ante la Junta, para rebautizarla como "D铆a Internacional de la Mujer". No lleg贸 a discutirse siquiera porque la totalidad de ediles y edilas del derechista Partido Nacional que gobierna el departamento no aprobaron que se incluyera en el orden del d铆a. No por simpat铆a con el nombre actual, sino porque la Intendenta Adriana Pe帽a, pretende que la plaza lleve el nombre de un millonario terrateniente que siendo electo intendente continu贸 en su funci贸n durante la dictadura. Su primera medida fue disolver la Junta electa nombrando en ese lugar una cofrad铆a de amigos y alcahuetes. Los electos ediles y edilas oficialistas y una mujer intendenta, pretenden homenajearlo en oposici贸n a la conmemoraci贸n del d铆a de lucha por los derechos de la mujer.

En esa misma ciudad asist铆 a un encuentro de “escritores” (que en su mayor铆a eran escritoras). No soy cr铆tico literario y no me referir茅 al objeto est茅tico de la reuni贸n, pero me llam贸 la atenci贸n que una de las expositoras fuera una mujer conocida mucho m谩s que por su obra por un tweet que este mismo diario public贸 en el que sosten铆a que “si tienen que volver las botas que vuelvan ya!…yo viv铆 muy bien”. Otra de ellas es militante de Provida y un historiador no se priv贸 de ridiculizar la cuota pol铆tica femenina. Si le sumamos que la intendenta antifeminista aport贸 su presencia, apoyo y organizaci贸n, la contribuci贸n literaria a la resistencia parece poco probable en este rinc贸n serrano del interior uruguayo, a pesar del esfuerzo de tantos y tantas intelectuales presentes..

La igualdad negada no la producen s贸lo los opresores, sino tambi茅n la connivencia aquiescente o activa de las oprimidas.




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