OPINIÓN de Ileana Alamilla , Guatemala.- La juventud, que para el poeta es un “divino tesoro”, aquí esa invaluable joya no es apreciada y sus derechos se encuentran en una caja fuerte con combinación indescifrable. Esa riqueza que representa la juventud para cualquier país, especialmente para el nuestro, cuyo porcentaje es significativo, considerado reiteradamente como el bono demográfico, no es tomado en cuenta para la transformación del país, ni como sujeto privilegiado de políticas públicas, a pesar de que constituye el 70% de la población. Enterarse que las y los jóvenes de menos de 30 años en su mayoría no gozan de los derechos que les corresponden; saber que hasta un 64% se ocupan en trabajos agrícolas, transporte, albañilería, trabajo doméstico, ventas ambulantes o son obreros, es decir, están subempleados o sus empleos no generan grandes ingresos, la mayoría de veces carecen de prestaciones y de seguridad social, es una prueba palpable del desinterés del Estado en darles