OPINIÓN de Mauricio Castaño H ., Colombia- La casa no es una suma de ladrillos ni de travesaños. La casa es abrigo, es segunda piel, es nuestro micro universo que nos devela en lo que somos, en nuestros gustos, en nuestra psiquis. La ciudad es nuestro yo exteriorizado, familia extendida que nos identifica en la cultura que nos atrapa, a donde fueres, haz lo que vieres. Cuando se camina por las principales calles de Medellín, queda al descubierto el configurado mundo social. Por el centro confluye la vida del rebusque, atrás quedó el orgulloso vividero de mostrar espaciosos apartamentos de los que las familias adineradas hicieron gala. Entonces, ¿qué sucedió? Retomando la descripción de León de Greiff: Nada... Cosas de todo día. Sucesos banales. Gente necia, local y chata y roma. Gran tráfico en el marco de la plaza. Chismes, catolicismo. Y una total inopia en los cerebros... Cual si todo se fincara en la riqueza, en menjurjes bursátiles y en un mayor volumen de la panza. Estamos de ac