OPINI脫N de Mauricio Casta帽o H., Colombia.- La ciudad se mueve al ritmo de la tal civilizaci贸n. Ruidos de motosierra, tala de 谩rboles, avisos de pr贸ximas construcciones, sirenas de los bomberos veloces que intentar谩n apagar incendios avanzados y provocados, los ambientalistas impotentes y agraviados porque las fuerzas del universo parecieran conspirar en su contra y a favor de los festivos constructores, urbanistas y dirigentes que se regocijan con sus batallas ganadas, ganar suelo que venden a metro cuadrado como oro en polvo, son como dioses de la bolsa que saben c贸mo subir los precios para incrementar sus ganancias. El verbo conjugado es construir, construir y construir, el cemento es buen negocio, da buenos dividendos. Es un mundo incompleto quien s贸lo gire hacia el s贸lo dinero, 茅ste tan s贸lo es medio y no fin.

La civilizaci贸n que se nos impuso fue la del hacha y el machete que tumban monte para colonizar y decir esto es m铆o y aquello lo tuyo. Lo salvaje, nos hacen creer, son esas palabrejas de madre tierra, madre naturaleza, equilibrios c贸smicos. Nada de eso, lo que valen son las m谩quinas ruidosas que echan humo. El metro cuadrado del cemento es la unidad de medida que da el valor, so帽adores y exc茅ntricos los que est谩n pensando que la tabla rasa debe darse seg煤n el espacio biodiverso que ofrezca condiciones salubres, libres de bocanadas de humo que terminan en tus pulmones y finalmente aceleran tu muerte. Son asuntos de condiciones de calidad, favorables a la vida que esperamos se impongan m谩s temprano que tarde.
No queremos parecernos quejumbrosos ni mucho menos nost谩lgicos de mundos ya idos, tampoco a帽oramos los tiempos de los solo tapa rabos, decimos, insistimos, las comodidades hacen la vida m谩s f谩cil y placentera, pero nos gusta conjugar la palabra responsabilidad con el planeta biodiverso, del cual dependemos para vivir. Esta carrera loca de la explotaci贸n, de sacar la 煤ltima gota de petr贸leo sobre el planeta, para encender los 煤ltimos le帽os de madera, para cocinar la 煤ltima rata viva sobre el suelo, ello nos pondr谩 de regreso a aquellos tiempos de la naciente humanidad, pero con la diferencia de un planeta agotado. A los urbanistas, los constructores, los dirigentes, a todos ellos daremos las gracias por habernos empujado al matadero infernal.
Estamos a tiempo de hacer el alto en el camino, reconocernos en lo que somos. Al C茅sar lo que es del C茅sar, y a Isabel y Fernando el genocidio de estas tierras hace 500 a帽os. Otros patrones de vida est谩n a la espera de ser adoptados que frenar铆an esta carrera loca de la depredaci贸n. Que esas Redes de peque帽os espacios verdes para enfriar las ciudades que sean m谩s bien grandes y abundantes.
Por estos d铆as, frente a esa ola, esa fiebre de tumbar o talar 谩rboles, he querido llamar a esto Arboricidios, pues parece ya una costumbre, un discurso justificatorio, que debe haber tala, pero nos parece un discurso tramposo, y mejor a煤n, perdonen lo fuerte del t茅rmino, hip贸crita, pues aducen enfermedad generalizada de m谩s del ochenta por ciento de los 谩rboles existentes, por ejemplo, en la ciudad de Medell铆n. Lo malicioso est谩 en que tal epidemia no tiene raz贸n de ser en entidades que son ambientalistas, nos parece m谩s bien que hacen el favor a los constructores y dirigentes, todos ellos la misma cosa de empresarios que son, para tumbar bosques y vegetaci贸n, y detr谩s las m谩quinas ostentosas que limpiar谩n y luego echar谩n cemento, y al final de cuentas, todo se reduce a las ganancias de aquellos pocos a costa de joder este h谩bitat de aire cada vez m谩s polucionado. Vale el llamado a la sensatez, y mejor a煤n, a que los ciudadanos frenen esa carrera loca de estos depredadores inescrupulosos.

La civilizaci贸n que se nos impuso fue la del hacha y el machete que tumban monte para colonizar y decir esto es m铆o y aquello lo tuyo. Lo salvaje, nos hacen creer, son esas palabrejas de madre tierra, madre naturaleza, equilibrios c贸smicos. Nada de eso, lo que valen son las m谩quinas ruidosas que echan humo. El metro cuadrado del cemento es la unidad de medida que da el valor, so帽adores y exc茅ntricos los que est谩n pensando que la tabla rasa debe darse seg煤n el espacio biodiverso que ofrezca condiciones salubres, libres de bocanadas de humo que terminan en tus pulmones y finalmente aceleran tu muerte. Son asuntos de condiciones de calidad, favorables a la vida que esperamos se impongan m谩s temprano que tarde.
No queremos parecernos quejumbrosos ni mucho menos nost谩lgicos de mundos ya idos, tampoco a帽oramos los tiempos de los solo tapa rabos, decimos, insistimos, las comodidades hacen la vida m谩s f谩cil y placentera, pero nos gusta conjugar la palabra responsabilidad con el planeta biodiverso, del cual dependemos para vivir. Esta carrera loca de la explotaci贸n, de sacar la 煤ltima gota de petr贸leo sobre el planeta, para encender los 煤ltimos le帽os de madera, para cocinar la 煤ltima rata viva sobre el suelo, ello nos pondr谩 de regreso a aquellos tiempos de la naciente humanidad, pero con la diferencia de un planeta agotado. A los urbanistas, los constructores, los dirigentes, a todos ellos daremos las gracias por habernos empujado al matadero infernal.
Estamos a tiempo de hacer el alto en el camino, reconocernos en lo que somos. Al C茅sar lo que es del C茅sar, y a Isabel y Fernando el genocidio de estas tierras hace 500 a帽os. Otros patrones de vida est谩n a la espera de ser adoptados que frenar铆an esta carrera loca de la depredaci贸n. Que esas Redes de peque帽os espacios verdes para enfriar las ciudades que sean m谩s bien grandes y abundantes.
Por estos d铆as, frente a esa ola, esa fiebre de tumbar o talar 谩rboles, he querido llamar a esto Arboricidios, pues parece ya una costumbre, un discurso justificatorio, que debe haber tala, pero nos parece un discurso tramposo, y mejor a煤n, perdonen lo fuerte del t茅rmino, hip贸crita, pues aducen enfermedad generalizada de m谩s del ochenta por ciento de los 谩rboles existentes, por ejemplo, en la ciudad de Medell铆n. Lo malicioso est谩 en que tal epidemia no tiene raz贸n de ser en entidades que son ambientalistas, nos parece m谩s bien que hacen el favor a los constructores y dirigentes, todos ellos la misma cosa de empresarios que son, para tumbar bosques y vegetaci贸n, y detr谩s las m谩quinas ostentosas que limpiar谩n y luego echar谩n cemento, y al final de cuentas, todo se reduce a las ganancias de aquellos pocos a costa de joder este h谩bitat de aire cada vez m谩s polucionado. Vale el llamado a la sensatez, y mejor a煤n, a que los ciudadanos frenen esa carrera loca de estos depredadores inescrupulosos.