OPINIÓN de Guillermo Castillo Ramírez. - Los millares de centroamericanos, principalmente hondureños, que en semanas pasadas ingresaron a México, son mucho más que una caravana. Son la viva imagen y la encarnación de la crisis humanitaria de miles de personas que, escapando de la aguda precariedad que viven en sus hogares y comunidades, huyeron en éxodo masivo. Son dos principalmente las causas de su salida: 1) la violencia estructural y constante (del crimen organizado, las pandillas y el Estado); 2) y la aguda y generalizada pobreza como condición permanente de vida. No se trata de criminales, como deliberada y alevosamente miente el presidente norteamericano. Por el contrario, son migrantes forzados, que tuvieron que salir para tener una existencia, no se diga ya digna, sino por lo menos vivible fuera de sus países.