OPINI脫N de Jorge Majfud.- Tradicionalmente, en Estados Unidos las elecciones parlamentarias suelen ser una expresi贸n cr铆tica sobre el presidente, por lo cual el partido de la oposici贸n casi siempre recupera el terreno perdido en las elecciones anteriores. Sin embargo, debido el hecho de que los representantes y los senadores sirvan per铆odos diferentes (dos a帽os unos, seis los otros), rara vez los cambios son masivos, ya que nunca es todo o nada, como puede serlo en las elecciones presidenciales.
Este a帽o se espera que los dem贸cratas recuperen la c谩mara baja y los republicanos mantengan el control de la c谩mara de senadores, m谩s all谩 de que pierdan votos. La verdadera sorpresa ser铆a que los dem贸cratas recuperen el control de la c谩mara alta.
Estas elecciones dejar谩n claro cierto hast铆o de un creciente n煤mero de estadounidenses, sobre todo j贸venes, hacia las pol铆ticas y la nueva cultura literaria del presidente Trump, algo que ya hab铆a comenzado muchos a帽os antes con las movilizaciones del Tea Party.
Entre las pol铆ticas y los temas sociales que han comenzado a movilizar sectores anti-Trump est谩 todo lo relacionado a las minor铆as y a la l贸gica misma del tejido social. Desde los movimientos de mujeres (feministas o no) hasta el resurgimiento del racismo abierto contra los negros y, especialmente contra los inmigrantes pobres, no europeos, pasando por la tendencia mundial a la violencia religiosa que nos est谩 sumergiendo r谩pidamente en una nueva Edad Media.
Los frecuentes atentados motivados por el odio tribal, como la m谩s reciente matanza en la sinagoga de Pittsburgh, est谩n basados en las proto teor铆as de los nacionalistas blancos y neonazis que consideran que los jud铆os est谩n ayudando a los pobres de Honduras a invadir este pa铆s para continuar el “extermino blanco”. La idea popular de un “white genocide” (genocidio blanco) lleva a lun谩ticos como el asesino Robert Bowers, reunido con otros cientos de miles en su propia burbuja de las redes sociales (en este caso, Gab.com) a realizar su propio extermino.
De esta forma, se produce la aparente (y solo aparente) paradoja de que una buena parte los seguidores de Trump, entre ellos su base evang茅lica, es radicalmente pro-Israel al tiempo que es antisemita, antijud铆a (otra contradicci贸n explosiva que tambi茅n observamos y advertimos hace dos a帽os). Diferente a los jud铆os en pa铆ses como Argentina o Uruguay, en Estados Unidos esta comunidad (dejemos de lado la min煤scula y poderosa elite de los lobbies) siempre han apoyado a la izquierda y a las causas de las minor铆as, incluso contra las pol铆ticas de Israel en Palestina.
En este momento, la guerra sem谩ntica es lo m谩s importante y donde se define el futuro del mundo. Siempre fue importante (es la idea central de nuestro estudio de 2005 sobre la lucha por los campos sem谩nticos), pero ahora, m谩s que nunca, vuelve a revelarse en todo su drama. Las palabras valen, y mucho. Hace un par de d铆as los militares en Nigeria masacraron manifestantes que se atrevieron a arrojar piedras. D铆as antes Trump hab铆a afirmado que era totalmente leg铆timo que los militares estadounidenses usen armas de fuego si algunos en la caravana de refugiados hondure帽os se atrev铆an a lanzar piedras. Algo que, en la pr谩ctica no es ninguna novedad (basta con echar una mirada a lo que pasa diariamente en Gaza), pero que lo diga el presidente de Estados Unidos es una forma de legitimaci贸n de la barbarie. De la misma forma, en muchos otros temas, desde los sexuales hasta los raciales.
Desde ese mismo punto de vista narrativo, los republicanos tienen a favor una econom铆a que, en sus n煤meros macros (PIB, desempleo, etc.) se encuentra en su mejor momento de los 煤ltimos cincuenta a帽os. El pasado viernes se report贸 la creaci贸n de 250 mil nuevos puestos de trabajo, y los dos cuatrimestres pasados tuvimos crecimientos del PIB de 4,2 y 3,2 por ciento, casi tan altos como dos cuatrimestres de la era Obama en el 2014. Obviamente que, si miramos todas las gr谩ficas econ贸micas, esos valores que se repiten en los discursos (con exageraci贸n trumpiana t铆pica “nunca antes en la historia”) ya hab铆an comenzado a mejorar en el primer a帽o de la administraci贸n Obama. Cada gr谩fica s贸lo muestra la prefecta continuaci贸n de tendencias anteriores. Hay que agregar otro factor: el recorte de impuestos aprobado en el a帽o 2017, el cual benefici贸 ampliamente a la minor铆a m谩s rica de la poblaci贸n y algo, como efecto colateral, a los trabajadores, lo que s贸lo ha confirmado esas mismas tendencias.
De la misma forma que en el 2016 dijimos, en diversas entrevistas, que los recortes de impuestos a las grandes empresas, que la desregulaci贸n de los bancos, que el aumento del gasto militar y que las tentativas de privatizar lo que todav铆a estaba en manos del Estado iban a darle m谩s ox铆geno a los n煤meros macroecon贸micos durante los primeros a帽os de la administraci贸n Trump, tambi茅n era de esperar que la historia de esos modelos econ贸micos ya empleados por presientes como Carlos Menem y George Bush podr铆an indicarnos que luego de la fiesta ven铆a el funeral. La Argentina de Macri ya est谩 en su funeral propio, pero Estados Unidos todav铆a est谩 de fiesta. Dejemos de lado el detalle que Argentina no puede imprimir d贸lares ni puede enviar barcos de guerra a intimidar a la competencia comercial, como s铆 puede hacerlo Estados Unidos. Claro, si leemos los indicadores macroecon贸micos y no atendemos a la creciente desesperaci贸n de los de abajo (podr铆amos detenernos en los problemas de educaci贸n, salud y desigualdades sociales), la cosa ha mejorado. Nada nuevo bajo el sol. Ni siquiera la desmemoria del pueblo.
Estas elecciones del pr贸ximo martes significar谩n un leve, t铆mido giro de Estados Unidos hacia los de abajo. Deberemos analizar si el 2020 ser谩 un a帽o de ruptura o, apenas, un cap铆tulo en un proceso mayor. Lo que s铆 me animar铆a a predecir desde ya, como ya lo hemos hecho antes de las recientes elecciones de Brasil, es que, en un par de a帽os, Estados Unidos estar谩 a la izquierda de Brasil.
Este a帽o se espera que los dem贸cratas recuperen la c谩mara baja y los republicanos mantengan el control de la c谩mara de senadores, m谩s all谩 de que pierdan votos. La verdadera sorpresa ser铆a que los dem贸cratas recuperen el control de la c谩mara alta.
Estas elecciones dejar谩n claro cierto hast铆o de un creciente n煤mero de estadounidenses, sobre todo j贸venes, hacia las pol铆ticas y la nueva cultura literaria del presidente Trump, algo que ya hab铆a comenzado muchos a帽os antes con las movilizaciones del Tea Party.
Entre las pol铆ticas y los temas sociales que han comenzado a movilizar sectores anti-Trump est谩 todo lo relacionado a las minor铆as y a la l贸gica misma del tejido social. Desde los movimientos de mujeres (feministas o no) hasta el resurgimiento del racismo abierto contra los negros y, especialmente contra los inmigrantes pobres, no europeos, pasando por la tendencia mundial a la violencia religiosa que nos est谩 sumergiendo r谩pidamente en una nueva Edad Media.
Los frecuentes atentados motivados por el odio tribal, como la m谩s reciente matanza en la sinagoga de Pittsburgh, est谩n basados en las proto teor铆as de los nacionalistas blancos y neonazis que consideran que los jud铆os est谩n ayudando a los pobres de Honduras a invadir este pa铆s para continuar el “extermino blanco”. La idea popular de un “white genocide” (genocidio blanco) lleva a lun谩ticos como el asesino Robert Bowers, reunido con otros cientos de miles en su propia burbuja de las redes sociales (en este caso, Gab.com) a realizar su propio extermino.
De esta forma, se produce la aparente (y solo aparente) paradoja de que una buena parte los seguidores de Trump, entre ellos su base evang茅lica, es radicalmente pro-Israel al tiempo que es antisemita, antijud铆a (otra contradicci贸n explosiva que tambi茅n observamos y advertimos hace dos a帽os). Diferente a los jud铆os en pa铆ses como Argentina o Uruguay, en Estados Unidos esta comunidad (dejemos de lado la min煤scula y poderosa elite de los lobbies) siempre han apoyado a la izquierda y a las causas de las minor铆as, incluso contra las pol铆ticas de Israel en Palestina.
En este momento, la guerra sem谩ntica es lo m谩s importante y donde se define el futuro del mundo. Siempre fue importante (es la idea central de nuestro estudio de 2005 sobre la lucha por los campos sem谩nticos), pero ahora, m谩s que nunca, vuelve a revelarse en todo su drama. Las palabras valen, y mucho. Hace un par de d铆as los militares en Nigeria masacraron manifestantes que se atrevieron a arrojar piedras. D铆as antes Trump hab铆a afirmado que era totalmente leg铆timo que los militares estadounidenses usen armas de fuego si algunos en la caravana de refugiados hondure帽os se atrev铆an a lanzar piedras. Algo que, en la pr谩ctica no es ninguna novedad (basta con echar una mirada a lo que pasa diariamente en Gaza), pero que lo diga el presidente de Estados Unidos es una forma de legitimaci贸n de la barbarie. De la misma forma, en muchos otros temas, desde los sexuales hasta los raciales.
Desde ese mismo punto de vista narrativo, los republicanos tienen a favor una econom铆a que, en sus n煤meros macros (PIB, desempleo, etc.) se encuentra en su mejor momento de los 煤ltimos cincuenta a帽os. El pasado viernes se report贸 la creaci贸n de 250 mil nuevos puestos de trabajo, y los dos cuatrimestres pasados tuvimos crecimientos del PIB de 4,2 y 3,2 por ciento, casi tan altos como dos cuatrimestres de la era Obama en el 2014. Obviamente que, si miramos todas las gr谩ficas econ贸micas, esos valores que se repiten en los discursos (con exageraci贸n trumpiana t铆pica “nunca antes en la historia”) ya hab铆an comenzado a mejorar en el primer a帽o de la administraci贸n Obama. Cada gr谩fica s贸lo muestra la prefecta continuaci贸n de tendencias anteriores. Hay que agregar otro factor: el recorte de impuestos aprobado en el a帽o 2017, el cual benefici贸 ampliamente a la minor铆a m谩s rica de la poblaci贸n y algo, como efecto colateral, a los trabajadores, lo que s贸lo ha confirmado esas mismas tendencias.
De la misma forma que en el 2016 dijimos, en diversas entrevistas, que los recortes de impuestos a las grandes empresas, que la desregulaci贸n de los bancos, que el aumento del gasto militar y que las tentativas de privatizar lo que todav铆a estaba en manos del Estado iban a darle m谩s ox铆geno a los n煤meros macroecon贸micos durante los primeros a帽os de la administraci贸n Trump, tambi茅n era de esperar que la historia de esos modelos econ贸micos ya empleados por presientes como Carlos Menem y George Bush podr铆an indicarnos que luego de la fiesta ven铆a el funeral. La Argentina de Macri ya est谩 en su funeral propio, pero Estados Unidos todav铆a est谩 de fiesta. Dejemos de lado el detalle que Argentina no puede imprimir d贸lares ni puede enviar barcos de guerra a intimidar a la competencia comercial, como s铆 puede hacerlo Estados Unidos. Claro, si leemos los indicadores macroecon贸micos y no atendemos a la creciente desesperaci贸n de los de abajo (podr铆amos detenernos en los problemas de educaci贸n, salud y desigualdades sociales), la cosa ha mejorado. Nada nuevo bajo el sol. Ni siquiera la desmemoria del pueblo.
Estas elecciones del pr贸ximo martes significar谩n un leve, t铆mido giro de Estados Unidos hacia los de abajo. Deberemos analizar si el 2020 ser谩 un a帽o de ruptura o, apenas, un cap铆tulo en un proceso mayor. Lo que s铆 me animar铆a a predecir desde ya, como ya lo hemos hecho antes de las recientes elecciones de Brasil, es que, en un par de a帽os, Estados Unidos estar谩 a la izquierda de Brasil.