OPINIÓN de Carola Chávez, Venezuela.- Cuando hablan de emigración, imagino a los miles y miles de africanos que se lanzan al mar en pateras, o a los tantos asiáticos que caen en las redes del tráfico de personas, y más cerca, a los millones de colombianos llegaron y siguen llegando a Venezuela por los caminos verdes, todos desplazados por guerras, hambre, desesperación. Entonces me cruzo con una oleada de titulares y textos que se lamentan de lo que algunos han llegado a llamar “la diáspora venezolana”: El drama de venezolanos, que se van del país buscando “un futuro mejor”. Pobrecitos, y venden sus casas, sus carros, sus locales comerciales y hasta sus acciones de algún club; y se suben a un avión y llegan a la tierra prometida, generalmente los Estados Unidos, donde un abogado los espera para arreglarle sus papeles. La visa de empresario, que requiere un capital de cientos de miles de dólares, es muy solicitada ¡y la obtienen! Otros van como estudiantes, inscritos en universidad