OPINIÓN de Javier Madrazo Lavín .- “El hombre bueno se define por la protesta activa y la lucha permanente, que busca superar la injusticia estructural dominante”. El autor de estas palabras es Ignacio Ellacuría, jesuita nacido en Portugalete y una de las voces más destacadas de la Teología de la Liberación, asesinado el 16 de noviembre de 1989 en El Salvador. Un año después de su desaparición tuve la oportunidad de visitar la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, en la que Ignacio Ellacuria, cinco compañeros de la orden religiosa y dos asistentes fueron tiroteados por soldados de las Fuerzas Armadas. Su compromiso activo en favor de la opciónpreferente por las personas más pobres hicieron de él un hombre incómodo para la oligarquía y los militares. Acabaron con su vida, pero no con supensamiento. La trayectoria de Ignacio Ellacuría, así como la de sus compañeros mártires, representa todavía hoy la lucha contra la desigualad, que entonces parecía circunscribirse al llamado T