OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Aquellos que ya estamos en una edad madura, aunque no necesariamente provecta aún, recordamos perfectamente que lo primero que hacíamos años atrás al salir de casa cada día era acercarnos al quiosco a comprar el periódico. Los días de fiesta el segundo paso era sentarse en una cafetería, a ser posible en una terraza o en una mesa próxima a una ventana amplia, para tomar un café o un cortado mientras leíamos ese diario con el que acabábamos de hacernos. Para mí aquel placer llamémosle cívico venía de la mano de la lectura cuidadosa y exhaustiva de un diario al que fui fiel durante décadas. Comprar El País era una experiencia particularmente deseada, por ejemplo, después de aterrizar en Madrid procedente del otro lado del Atlántico. Sentarme con un cortado y un Ducados en una cafetería de Barajas mientras esperaba el enlace para Valencia, y leer mientras tanto El País, era casi una necesidad fisiológica. Claro que hablo de una época que hace mucho que concl