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El Ministro de Cultura y Los novios de la muerte.

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- Una vez más el actual gobierno, presidido por M. Rajoy, vuelve a ponerse la Constitución por montera, esta vez por un asunto relacionado con los ritos católicos de la llamada Semana Santa. En esta ocasión ha sido, de nuevo, la ministra Cospedal la que ha vuelto a ordenar que la bandera española ondee a media asta durante los días que recuerdan la pasión de Cristo. El artículo 16.3 de la Carta magna, que establece que "Ninguna confesión tendrá carácter estatal", ha vuelto a quedar en papel mojado y pisoteado.

No es, desde luego, la primera vez que ocurre algo así. Como tampoco lo es que, en según qué asuntos, el Partido Popular amenace con los fuegos del infierno a quien ose cuestionar parte alguna del texto constitucional, mientras que en otros temas (la actualización de las pensiones, la brecha salarial que perjudica a las mujeres, etc., etc.) la Carta de 1978 es poco más que un marco teórico trufado de supuestos obstáculos infranqueables para su cumplimiento.

Hace un año, también con motivo de estas fiestas religiosas, escribía a propósito de mis recuerdos de niño. Contaba que la Semana Santa tuvo durante los años de mi preadolescencia unos tintes tenebrosos para mí. Era tiempo de silencio, de oración y recogimiento, decían. Menos mal que más adelante me reconcilié con la música clásica que era lo único que emitía la radio, porque creo que en aquel tiempo hicieron todo lo que pudieron porque la detestara al asociarla a represión, dolor, sufrimiento, muerte.

Han pasado muchas décadas pero aún recuerdo que así eran muchas cosas en aquella España cuartelera y beata. Todo se imponía, nada se explicaba, todo se exigía, nada se discutía. Y todos, también, tenían que vivir aquellos días de la llamada Semana Santa con recogimiento y dolor, aunque fuera fingido, porque así lo ordenaban el poder político y el poder religioso nacionalcatólico.

Es imposible no acordarme de aquello a estas alturas, en 2018. La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, ha vuelto a ordenar que la bandera de España ondee a media asta durante la Semana Santa para conmemorar la muerte de Cristo, y miembros del Gobierno participan con fervor castrense en actos religiosos.

Los grupos políticos de izquierdas han criticado con firmeza la orden, y Unidos Podemos y el PSOE han declarado que es una decisión que va en contra del principio de equidad. Alguien ha apuntado con razón que "Parece que Cospedal echa de menos épocas anteriores”. Por su parte, Esquerra Republicana de Catalunya ha declarado que no se muestran sorprendidos por la "regresión democrática que vive el Estado español" y que les "acerca cada vez más al marco mental del nacionalcatolicismo". A su vez, el diputado Joan Baldoví, ha denunciado en nombre de la coalición valenciana Compromís la "deriva involucionista" del Ejecutivo con "una actitud más propia de hace 50 años que del siglo XXI”.

Nota aparte merece Ciudadanos, ese partido que quiere estar siempre, y nunca mejor dicho, en misa y repicando: asegura que respeta esta tradición que practica el PP, pero que no tendrían "nada que objetar" si se cambia. Flexibilidad programática total.

Más allá de las declaraciones partidarias, más allá de los anacronismos, dejando atrás la vulneración del espíritu constitucional, dejando de lado el trágala al que se obliga a quienes no comparten esa religiosidad explícita que desborda los márgenes razonables de respeto a los no católicos, si algo ha resultado esperpéntico ha sido ver a cuatro ministros del actual Gobierno Rajoy cantando el Soy el novio de la muerte, el himno de la Legión española, en un acto religioso en Málaga.

Efectivamente, la Ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, el de Justicia (Rafael Catalá), el de Interior (Juan Ignacio Zoido) y el de Educación (Íñigo Méndez de Vigo) asistieron el jueves santo al desfile procesional de la figura del Cristo de la Buena Muerte, un solemne acto religioso en el que tienen un papel estelar los militares, particularmente un nutrido contingente de legionarios, desplazados expresamente a la ciudad andaluza en un barco de la Armada Española.

Pues bien, en ese acto, los cuatro ministros hicieron suya la letra y cantaron con sentimiento –según las imágenes de televisión- el Himno de la Legión, -originariamente un cuplé estrenado por la cantante Lola Montes en 1921- una copla que estremece escuchar en boca de ministros de un gobierno de la Unión Europea. Recordemos que sus primeras estrofas dicen así: “Nadie en el Tercio sabía / quién era aquel legionario / tan audaz y temerario / que en la Legión se alistó. / Nadie sabía su historia, / mas la Legión suponía / que un gran dolor le mordía / como un lobo el corazón. / Más si alguno quién era le preguntaba, / con dolor y rudeza le contestaba: / Soy un hombre a quien la suerte / hirió con zarpa de fiera, / soy un novio de la muerte / que va a unirse en lazo fuerte / con tan leal compañera. / Cuando más rudo era el fuego / y la pelea más fiera, / defendiendo su Bandera, / el legionario avanzó. / Y sin temer al empuje / del enemigo exaltado, / supo morir como un bravo / y la enseña rescató”.

Cuatro ministros de un gobierno democrático de un país constitucionalmente aconfesional, en un acto religioso; y todos ellos cantando semejante himno. Entre ellos el Ministro de Cultura, señor Méndez de Vigo. Sí, el Ministro de Cultura. ¿Estamos o no en una deriva involucionista que nos hace retroceder décadas hacia la España Nacionalcatólica?




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