OPINIÓN de Ilka Oliva Corado.- Vimos entrar a un hombre alto, negro, que vestía pantalón de tela gris y camisa a cuadros, al que le hacían rueda varios periodistas que le tomaban fotos y entrevistaban, nuestro profesor de atletismo que en ese momento estaba sentado en las gradas del estadio Dorotero Guamuch Flores (Mateo Flores en ese entonces) observando el desarrollo de los eventos de atletismo de los Juegos Enefistas, se quitó la gorra emocionado y gritó enardecido, como un niño, inmensamente feliz: ¡Teodoro Palacios Flores! Todos salimos en manada corriendo a encontrar a don Teodoro y a abrazarlo. Era 1998 y yo estudiaba el sexto magisterio de Educación Física.