OPINI脫N de Eleanor Goldfield.- En el mes de junio, el Proyecto sobre Costes de la Guerra del Instituto Watson de Asuntos Internacionales y P煤blicos de la Universidad Brown (Rhode Island, EE UU) public贸 un informe titulado Consumo de combustible por el Pent谩gono, cambio clim谩tico y costes de la guerra. Haci茅ndose eco de anteriores informes sobre la relaci贸n entre el ej茅rcito estadounidense y el cambio clim谩tico, el documento se帽ala las diversas maneras en que el Pent谩gono es “el consumidor institucional de petr贸leo m谩s grande del mundo y, por consiguiente, el mayor generador singular de gases de efecto invernadero (GEI) del planeta”.
Aunque esto no sea necesariamente una noticia, no es malo recordarlo; y los datos detallados del documento sobre cuestiones como el consumo de combustible y las emisiones de GEI no dejan de resultar chocantes y dar铆an para titulares sensacionales. En 2017, por ejemplo, “las emisiones de GEI del Pent谩gono fueron mayores que las de pa铆ses industrializados enteros como Suecia o Dinamarca”. De todos modos, aunque el informe relaciona claramente al ej茅rcito estadounidense con el caos clim谩tico, la conclusi贸n ben茅vola y el tratamiento del complejo militar-industrial con guantes de seda deja algunos agujeros importantes en lo que de otro modo podr铆a ser un potente comentario sobre la interseccionalidad y la necesidad de un cambio de sistema.
No basta con trazar acad茅micamente un hilo rojo entre distintas cuestiones. Reconocer las conexiones que vinculan el caos clim谩tico con la guerra, el imperialismo y la creciente crisis de los refugiados exige soluciones basadas en esta interseccionalidad del mundo real. Necesitamos una solidaridad activa que borre las demarcaciones de los movimientos unitem谩ticos y construya un poder que refleje la realidad del aqu铆 y ahora. Asimismo, debemos desconfiar de las reformas t铆midas, de la ecolog铆a de fachada y de la tendencia impert茅rrita del capitalismo a avergonzar a la gente.
Caos clim谩tico y seguridad nacional
Las peque帽as reformas est谩n asociadas a menudo al deseo de reverdecer la propia imagen en una especie de chupito combinado hecho para aplacar a la gente y en 煤ltima instancia mantener el status quo. Por supuesto, esta falsa soluci贸n suele venir envuelta en un lenguaje que dice mucho y significa poco, que suena l贸gico sin recurrir realmente a la l贸gica. Por ejemplo, el informe concluye que “reduciendo el consumo de combustibles emisores de GEI (junto con reducciones de la emisi贸n en otros sectores), el Pent谩gono reducir铆a su contribuci贸n a las amenazas asociadas del cambio clim谩tico para la seguridad nacional”. Esto me recuerda a aquellas frases de los ex谩menes de gram谩tica que utilizaban largas inanidades de l贸gica circular que no dec铆an esencialmente nada. Algo as铆 como esto: el Pent谩gono podr铆a dejar de crear amenazas para la seguridad nacional si dejara de crear amenazas para la seguridad nacional.
Es m谩s, las conclusiones generales formuladas en el informe nos llevan a contemplar el caos clim谩tico a trav茅s de la lente de la seguridad nacional y no de la destrucci贸n de millones de especies, tierras de cultivo, agua potable, aire respirable y un futuro vivible en general. En este punto me viene a la memoria el tuit de la senadora Elizabeth Warren de mediados de mayo en el que lamentaba que “el cambio clim谩tico es real y se agrava cada d铆a, y socava nuestra disponibilidad militar. Cada vez m谩s, el cumplimiento de la misi贸n depende de nuestra capacidad para seguir operando en situaciones de inundaci贸n, sequ铆a, incendios, desertizaci贸n y fr铆o extremo.” Pero ¡por Dios, hemos de cumplir la misi贸n! ¡Incluso si implica optar por lo ecol贸gico!
Por supuesto, la idea de una guerra cuidadosa con el medio ambiente es tan rid铆cula como suena. Lo que llaman nuestra seguridad nacional est谩 basada en invasiones no provocadas, graves violaciones de los derechos humanos, guerra econ贸mica, cambio de reg铆menes y terrorismo abierto. Es un imperialismo modernizado que se preocupa tan poco por la gente como por los ecosistemas en que vivimos.
El informe formula propuestas v谩lidas e importantes sobre la reducci贸n de nuestra dependencia del petr贸leo, que incluye la disminuci贸n de las operaciones en Oriente Medio, el abandono de bases militares y destinar el dinero del presupuesto de defensa a “actividades econ贸micamente m谩s productivas”. Sin embargo, ni la senadora Warren ni el informe del Instituto Watson van a la ra铆z y se preguntan si el ej茅rcito y su imperialismo violento son necesarios, sino 煤nicamente si es suficientemente verde. Con ello, pasan por alto la paradoja central de que en una enfermiza espiral de muerte, nuestro ej茅rcito utiliza el cambio clim谩tico y la desestabilizaci贸n que conlleva para justificar el aumento del presupuesto de defensa, creando de este modo –y acelerando– una profec铆a homicida autocumplida.
Se podr铆a argumentar que es perfectamente comprensible que un informe que trata del consumo de combustible y las emisiones de GEI por parte del ej茅rcito no plantee el cambio de sistema. Sin embargo, se supone que las conclusiones han de servir para analizar los datos mostrados, y si no se analiza la naturaleza destructiva y opresiva de las fuerzas armadas estadounidenses, toda conclusi贸n que saquemos con o sin un informe no servir谩 para abordar el cambio de sistema necesario que implica la lucha contra el caos clim谩tico. Esta es la raz贸n que explica por qu茅 el proyecto de ley copatrocinado por la senadora Warren para reducir la huella de carbono del Pent谩gono est谩 condenado al fracaso. Incluso si se promulga, no har谩 m谩s que reverdecer la fachada llena de sangre de una m谩quina de guerra imperialista. Por ejemplo, en vez de reclamar el cierre de cualquiera de nuestras casi mil bases militares que hay en el mundo, Warren quiere asegurarse de que est茅n preparadas para resistir una climatolog铆a extrema.
Ahora bien, estas bases que ella pretende salvar constituyen verdaderas cat谩strofes ambientales. Docenas de bases militares de EE UU figuran en la lista de lugares Superfund de la Agencia de Protecci贸n Ambiental (EPA), en la que figuran los lugares que albergan vertidos de residuos t贸xicos y peligrosos altamente contaminados y requieren medidas de descontaminaci贸n especiales. En 2014, Newsweek inform贸 de que “unos 900 de los alrededor de 1.200 lugares Superfund en EE UU son instalaciones militares abandonadas o instalaciones que sirven a necesidades de apoyo militar”.
En todo el mundo, las bases estadounidenses vierten en el suelo y las aguas subterr谩neas productos qu铆micos t贸xicos como uranio empobrecido, petr贸leo, queroseno, pesticidas y exfoliantes como el agente naranja y plomo. Durante a帽os, comunidades locales se han manifestado en contra de las respectivas bases estadounidenses por los da帽os provocados en los cultivos y el medioambiente, desde Okinawa hasta Guam, Gal谩pagos y Seychelles. No cabe duda de que lo m谩s favorable para el medio ambiente que se puede hacer es cerrar las bases militares de EE UU y desmantelar efectivamente el complejo militar-industrial imperialista en su conjunto. De paso, tambi茅n constituir铆a el mayor impulso a nuestra sacrosanta seguridad nacional, no solo con respecto al clima, sino tambi茅n en relaci贸n con la migraci贸n y los desplazamientos forzados.
La intersecci贸n de nuestros movimientos
Mientras que el cambio clim谩tico es un reci茅n llegado en el debate sobre la seguridad nacional, el miedo a que unos refugiados y/o inmigrantes mancillen nuestra ciudad situada en la cima de un monte es pr谩cticamente un pasatiempo estadounidense. Desde que se estableci贸 esta naci贸n colonialista de colonos EE UU ha sido siempre antiinmigrante, y este paradigma se mantiene s贸lido a pesar del hecho de que actualmente la gente est茅 migrando directamente por nuestra culpa. S铆, la iron铆a tambi茅n es tan nuestra como la tarta de manzana.
Un informe reciente del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados revela que “el n煤mero de refugiados en todo el mundo es actualmente el m谩s elevado desde que Naciones Unidas comenz贸 a mantener registros, con m谩s de 70 millones de personas buscando refugio despu茅s de haber sido expulsadas a la fuerza de sus hogares”. Seg煤n el Consejo Noruego para los Refugiados, “en promedio, cada a帽o son desplazadas 26 millones de personas a causa de cat谩strofes como inundaciones y tempestades. Cada segundo, una persona se ve obligada a huir".
Se prev茅 que el cambio clim谩tico har谩 que en la pr贸xima d茅cada busquen refugio decenas de millones de personas. Oriente Medio y 脕frica sufrir谩n tal vez los peores efectos del cambio clim谩tico en los pr贸ximos decenios, sobre todo en forma de sequ铆a y calor extremo. Conviene se帽alar que Oriente Medio, 脕frica y Asia Central y Meridional no solo son los lugares de procedencia de la mayor铆a de refugiados del mundo, sino tambi茅n los lugares que reciben la mayor铆a de los refugiados; otro ejemplo de c贸mo vamos dejando cat谩strofes en nuestra estela.
Y mientras contin煤a la guerra contra el terrorismo en Oriente Medio, el menos comentado nuevo barullo para 脕frica, el Mando 脕frica de EE UU (Africom) oculta la competencia imperialista por recursos naturales tras otra mentira m谩s sobre una supuesta amenaza para la seguridad nacional. En resumen, nuestra seguridad nacional se ve amenazada todos los d铆as por nuestra ansia de seguridad nacional: nuestra necesidad de perforar, verter, extraer y quemar est谩 vinculada inextricablemente a los planes militares de desestabilizar, destruir y desplazar.
Del mismo modo que no existe eso que llaman una guerra verde, tampoco hay manera de hacer frente al cambio clim谩tico si no nos oponemos a la maquinaria de guerra, y viceversa. No hay manera de abordar la crisis de los refugiados a menos que luchemos contra el cambio clim谩tico y la maquinaria de guerra. A fin de desbaratar la mencionada profec铆a autocumplida, homicida y cada vez m谩s acelerada, hemos de observar las intersecciones de nuestros movimientos y reconocer que en esos puntos se halla nuestro poder colectivo, el potencial para construir movimientos colaborativos de largo alcance que realmente vayan a las ra铆ces, al coraz贸n mismo del sistema.
Como sindicalista he visto tantos movimientos unitem谩ticos dispersarse por cansancio y sectarismo. De hecho, es un regalo a los poderes establecidos que a menudo tracemos l铆neas de demarcaci贸n tan profundas: el movimiento ecologista est谩 aqu铆, el movimiento por los derechos de los refugiados y los migrantes est谩 ah铆, el movimiento antiguerra est谩 all谩, y nunca confluyen los tres. Aunque ah铆 est谩 el ejemplo de la reciente manifestaci贸n en Bath, Maine, donde un grupo de activistas cort贸 el tr谩fico a la salida de un astillero donde se construyen buques de guerra, reclamando dinero para soluciones para el clima y no para la guerra interminable.
En la junta general de accionistas de la empresa de gesti贸n de activos BlackRock se presentaron numerosos grupos –desde la Organizaci贸n Ind铆gena Nacional de Brasil hasta Code Pink– para denunciar al director ejecutivo de BlackRock y a toda la empresa por sus inversiones masivas y grotescas en muerte y destrucci贸n a trav茅s del caos clim谩tico y la guerra. Muchas comunidades movilizadas por la justicia clim谩tica y la acci贸n directa han forjado estas alianzas durante mucho tiempo, blandiendo literalmente la bandera del anticapitalismo en solidaridad con las luchas en el mundo entero. Estos empe帽os interseccionales son fuente de inspiraci贸n, poder e ideas. Parten de los principios de cooperaci贸n, solidaridad y respeto, ant铆tesis del violento sistema capitalista. Y puesto que rompen con el paradigma de divide y vencer谩s en el que hemos ca铆do tantas veces, tambi茅n arrojan luz sobre los problemas inherentes a la tendencia de las opciones personales.
Bloquea, protesta, movil铆zate, lev谩ntate
Con el avance del capitalismo verde (un ox铆moron tan claro como el de la guerra verde) tambi茅n ha proliferado la falsa idea de que podemos salvar el planeta llevando siempre en la mochila una o dos bolsas para la compra. Esto lo llamo la falacia de volverme verde. Si todo el mundo reciclara, si todo el mundo instalara paneles solares y tuviera una botella de agua reutilizable con la palabra N谩maste escrita en un lado; si todo el mundo comprara un Tesla… Pero esta manera de pensar no es m谩s que otra manifestaci贸n de la estrategia de divide y vencer谩s de un sistema capitalista basado en la extracci贸n y la destrucci贸n. Averg眉enza a la gente que no puede pagar o acceder a las nuevas tecnolog铆as o alternativas verdes y divide a煤n m谩s nuestro potencial de unificaci贸n a lo largo de las fallas del poder adquisitivo pintado de verde. Cuando un barrio cae v铆ctima de un tsunami de gentrificaci贸n, enseguida acuden establecimientos verdes de cosm茅tica eco-chic, tech trendy e hipster, que miran de arriba abajo y expulsan a quienes no pueden pagar sus ofertas consumistas, mientras hacen caja y hacen caso omiso del pu帽ado de empresas y de la m谩quina de guerra que realmente tiene la culpa de esta crisis clim谩tica que se agrava por momentos.
Un chiste que ha circulado recientemente en las redes sociales dice: “har铆as m谩s por el clima si te comieras a un ejecutivo del petr贸leo que si te volvieras vegano”. No solo es gracioso, sino que tambi茅n da en el clavo. Rousseau tal vez se adelant贸 a su tiempo al sentar las bases de una revoluci贸n contra el cambio clim谩tico: “Cuando la gente ya no tenga nada m谩s que comer, se comer谩 a los ricos…”. Por supuesto, hazte vegano si tienes el privilegio de hacerlo. Pero no mezclemos esta opci贸n personal con las acciones necesarias para desmantelar la maquinaria que saca beneficio de la tortura de animales.
S铆, los y las activistas acudir谩n a menudo a lugares lejanos para luchar contra un gasoducto o una empresa maderera. S铆, la gente ir谩 a comprar a Wal-Mart porque carece del privilegio econ贸mico de poder ir a comprar a otros sitios. Si todos aquellos que se dedican a criticar a la gente que hace esas cosas hubieran acudido en vez de ello a la primera l铆nea de la lucha contra un gasoducto, la energ铆a sucia tendr铆a a miles contra las que luchar, y no un pu帽ado de activistas de una f茅rrea fuerza de voluntad.
Cuando se dice que “toda persona puede hacer algo”, estoy de acuerdo. Pero el mero compromiso por reciclar no basta. Por supuesto, dado que alrededor del 91 % del pl谩stico no se recicla, sigo pensando que debemos luchar por instituir mejores pr谩cticas de gesti贸n de residuos y exigir instalaciones de reciclado. Debemos utilizar el transporte p煤blico siempre que podamos. Tambi茅n debemos cepillarnos los dientes regularmente, no beber demasiado alcohol y evitar los alimentos procesados.
En otras palabras, el llamado reverdecimiento de nuestra vida personal no debe considerarse una contribuci贸n a la protecci贸n del clima, sino una faceta m谩s de comportarse como un adulto en el mundo de hoy. Actuar por el clima, ese algo que toda persona puede hacer, deber铆a significar realmente actuar por el clima. Deber铆a significar que bloqueamos, protestamos, nos manifestamos y nos levantamos y de alguna manera dedicamos tiempo, energ铆a, cuerpo y mente a una aguda lucha sist茅mica. Deber铆a significar que nos organizamos en nuestras comunidades para establecer conexiones entre nuestros diversos problemas, desde la gentrificaci贸n del barrio hasta el imperialismo, pasando por la soberan铆a alimentaria, la salud p煤blica y el racismo sist茅mico, cuestiones todas que est谩n relacionadas con el caos clim谩tico.
Deber铆a significar que apuntamos contra el sistema y no unos contra otros, que diferenciamos nuestro poder de nuestro poder adquisitivo verde y que no dirigimos la guerra de clases contra nosotros mismos. Deber铆a significar que educamos y nos comprometemos con los principios de la lucha contra la opresi贸n, del antiimperialismo y del anticapitalismo. Deber铆a significar que so帽amos y hacemos y construimos comunidades y redes que existen fuera de los confines del sistema capitalista bajo el que todas y todos sufrimos.
No existe ning煤n plan definitivo para llevar a cabo esta tarea. La verdadera solidaridad y la interseccionalidad real implican ir m谩s all谩 de nuestras zonas de confort y pisar terrenos que desconocemos, de maneras que no est谩n previstas en la teor铆a. Los movimientos ecologistas tendr谩n que abordar el caos clim谩tico intr铆nseco a una maquinaria de guerra imperialista y racista. Los y las activistas contra la guerra tendr谩n que calibrar la importancia de la justicia clim谩tica en su actividad.
La gente m谩s afectada no solo necesitar谩 un asiento a la mesa, sino tambi茅n una solidaridad real y respeto por sus experiencias de vida. Todas tendremos que examinar a fondo los peligros de las falsas soluciones que vienen de arriba, del reverdecimiento y de la cr铆tica a quienes hacen lo que tienen que hacer para sobrevivir. Cuando crucemos la divisoria y dominemos la narrativa de nuestro propio futuro, habremos de aprender a sentirnos c贸modas estando inc贸modas, a pasar del progreso prescrito de un sistema regresivo. Parece desalentador, suena imposible, pero no estamos solas, a menos que optemos por estarlo.
https://roarmag.org/essays/there-is-no-such-thing-as-a-green-war/
Eleanor Goldfield es activista creativa, periodista y poeta. Traducci贸n: viento surhttps://vientosur.info/spip.php?article15050
Aunque esto no sea necesariamente una noticia, no es malo recordarlo; y los datos detallados del documento sobre cuestiones como el consumo de combustible y las emisiones de GEI no dejan de resultar chocantes y dar铆an para titulares sensacionales. En 2017, por ejemplo, “las emisiones de GEI del Pent谩gono fueron mayores que las de pa铆ses industrializados enteros como Suecia o Dinamarca”. De todos modos, aunque el informe relaciona claramente al ej茅rcito estadounidense con el caos clim谩tico, la conclusi贸n ben茅vola y el tratamiento del complejo militar-industrial con guantes de seda deja algunos agujeros importantes en lo que de otro modo podr铆a ser un potente comentario sobre la interseccionalidad y la necesidad de un cambio de sistema.
No basta con trazar acad茅micamente un hilo rojo entre distintas cuestiones. Reconocer las conexiones que vinculan el caos clim谩tico con la guerra, el imperialismo y la creciente crisis de los refugiados exige soluciones basadas en esta interseccionalidad del mundo real. Necesitamos una solidaridad activa que borre las demarcaciones de los movimientos unitem谩ticos y construya un poder que refleje la realidad del aqu铆 y ahora. Asimismo, debemos desconfiar de las reformas t铆midas, de la ecolog铆a de fachada y de la tendencia impert茅rrita del capitalismo a avergonzar a la gente.
Caos clim谩tico y seguridad nacional
Las peque帽as reformas est谩n asociadas a menudo al deseo de reverdecer la propia imagen en una especie de chupito combinado hecho para aplacar a la gente y en 煤ltima instancia mantener el status quo. Por supuesto, esta falsa soluci贸n suele venir envuelta en un lenguaje que dice mucho y significa poco, que suena l贸gico sin recurrir realmente a la l贸gica. Por ejemplo, el informe concluye que “reduciendo el consumo de combustibles emisores de GEI (junto con reducciones de la emisi贸n en otros sectores), el Pent谩gono reducir铆a su contribuci贸n a las amenazas asociadas del cambio clim谩tico para la seguridad nacional”. Esto me recuerda a aquellas frases de los ex谩menes de gram谩tica que utilizaban largas inanidades de l贸gica circular que no dec铆an esencialmente nada. Algo as铆 como esto: el Pent谩gono podr铆a dejar de crear amenazas para la seguridad nacional si dejara de crear amenazas para la seguridad nacional.
Es m谩s, las conclusiones generales formuladas en el informe nos llevan a contemplar el caos clim谩tico a trav茅s de la lente de la seguridad nacional y no de la destrucci贸n de millones de especies, tierras de cultivo, agua potable, aire respirable y un futuro vivible en general. En este punto me viene a la memoria el tuit de la senadora Elizabeth Warren de mediados de mayo en el que lamentaba que “el cambio clim谩tico es real y se agrava cada d铆a, y socava nuestra disponibilidad militar. Cada vez m谩s, el cumplimiento de la misi贸n depende de nuestra capacidad para seguir operando en situaciones de inundaci贸n, sequ铆a, incendios, desertizaci贸n y fr铆o extremo.” Pero ¡por Dios, hemos de cumplir la misi贸n! ¡Incluso si implica optar por lo ecol贸gico!
Por supuesto, la idea de una guerra cuidadosa con el medio ambiente es tan rid铆cula como suena. Lo que llaman nuestra seguridad nacional est谩 basada en invasiones no provocadas, graves violaciones de los derechos humanos, guerra econ贸mica, cambio de reg铆menes y terrorismo abierto. Es un imperialismo modernizado que se preocupa tan poco por la gente como por los ecosistemas en que vivimos.
El informe formula propuestas v谩lidas e importantes sobre la reducci贸n de nuestra dependencia del petr贸leo, que incluye la disminuci贸n de las operaciones en Oriente Medio, el abandono de bases militares y destinar el dinero del presupuesto de defensa a “actividades econ贸micamente m谩s productivas”. Sin embargo, ni la senadora Warren ni el informe del Instituto Watson van a la ra铆z y se preguntan si el ej茅rcito y su imperialismo violento son necesarios, sino 煤nicamente si es suficientemente verde. Con ello, pasan por alto la paradoja central de que en una enfermiza espiral de muerte, nuestro ej茅rcito utiliza el cambio clim谩tico y la desestabilizaci贸n que conlleva para justificar el aumento del presupuesto de defensa, creando de este modo –y acelerando– una profec铆a homicida autocumplida.
Se podr铆a argumentar que es perfectamente comprensible que un informe que trata del consumo de combustible y las emisiones de GEI por parte del ej茅rcito no plantee el cambio de sistema. Sin embargo, se supone que las conclusiones han de servir para analizar los datos mostrados, y si no se analiza la naturaleza destructiva y opresiva de las fuerzas armadas estadounidenses, toda conclusi贸n que saquemos con o sin un informe no servir谩 para abordar el cambio de sistema necesario que implica la lucha contra el caos clim谩tico. Esta es la raz贸n que explica por qu茅 el proyecto de ley copatrocinado por la senadora Warren para reducir la huella de carbono del Pent谩gono est谩 condenado al fracaso. Incluso si se promulga, no har谩 m谩s que reverdecer la fachada llena de sangre de una m谩quina de guerra imperialista. Por ejemplo, en vez de reclamar el cierre de cualquiera de nuestras casi mil bases militares que hay en el mundo, Warren quiere asegurarse de que est茅n preparadas para resistir una climatolog铆a extrema.
Ahora bien, estas bases que ella pretende salvar constituyen verdaderas cat谩strofes ambientales. Docenas de bases militares de EE UU figuran en la lista de lugares Superfund de la Agencia de Protecci贸n Ambiental (EPA), en la que figuran los lugares que albergan vertidos de residuos t贸xicos y peligrosos altamente contaminados y requieren medidas de descontaminaci贸n especiales. En 2014, Newsweek inform贸 de que “unos 900 de los alrededor de 1.200 lugares Superfund en EE UU son instalaciones militares abandonadas o instalaciones que sirven a necesidades de apoyo militar”.
En todo el mundo, las bases estadounidenses vierten en el suelo y las aguas subterr谩neas productos qu铆micos t贸xicos como uranio empobrecido, petr贸leo, queroseno, pesticidas y exfoliantes como el agente naranja y plomo. Durante a帽os, comunidades locales se han manifestado en contra de las respectivas bases estadounidenses por los da帽os provocados en los cultivos y el medioambiente, desde Okinawa hasta Guam, Gal谩pagos y Seychelles. No cabe duda de que lo m谩s favorable para el medio ambiente que se puede hacer es cerrar las bases militares de EE UU y desmantelar efectivamente el complejo militar-industrial imperialista en su conjunto. De paso, tambi茅n constituir铆a el mayor impulso a nuestra sacrosanta seguridad nacional, no solo con respecto al clima, sino tambi茅n en relaci贸n con la migraci贸n y los desplazamientos forzados.
La intersecci贸n de nuestros movimientos
Mientras que el cambio clim谩tico es un reci茅n llegado en el debate sobre la seguridad nacional, el miedo a que unos refugiados y/o inmigrantes mancillen nuestra ciudad situada en la cima de un monte es pr谩cticamente un pasatiempo estadounidense. Desde que se estableci贸 esta naci贸n colonialista de colonos EE UU ha sido siempre antiinmigrante, y este paradigma se mantiene s贸lido a pesar del hecho de que actualmente la gente est茅 migrando directamente por nuestra culpa. S铆, la iron铆a tambi茅n es tan nuestra como la tarta de manzana.
Un informe reciente del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados revela que “el n煤mero de refugiados en todo el mundo es actualmente el m谩s elevado desde que Naciones Unidas comenz贸 a mantener registros, con m谩s de 70 millones de personas buscando refugio despu茅s de haber sido expulsadas a la fuerza de sus hogares”. Seg煤n el Consejo Noruego para los Refugiados, “en promedio, cada a帽o son desplazadas 26 millones de personas a causa de cat谩strofes como inundaciones y tempestades. Cada segundo, una persona se ve obligada a huir".
Se prev茅 que el cambio clim谩tico har谩 que en la pr贸xima d茅cada busquen refugio decenas de millones de personas. Oriente Medio y 脕frica sufrir谩n tal vez los peores efectos del cambio clim谩tico en los pr贸ximos decenios, sobre todo en forma de sequ铆a y calor extremo. Conviene se帽alar que Oriente Medio, 脕frica y Asia Central y Meridional no solo son los lugares de procedencia de la mayor铆a de refugiados del mundo, sino tambi茅n los lugares que reciben la mayor铆a de los refugiados; otro ejemplo de c贸mo vamos dejando cat谩strofes en nuestra estela.
Y mientras contin煤a la guerra contra el terrorismo en Oriente Medio, el menos comentado nuevo barullo para 脕frica, el Mando 脕frica de EE UU (Africom) oculta la competencia imperialista por recursos naturales tras otra mentira m谩s sobre una supuesta amenaza para la seguridad nacional. En resumen, nuestra seguridad nacional se ve amenazada todos los d铆as por nuestra ansia de seguridad nacional: nuestra necesidad de perforar, verter, extraer y quemar est谩 vinculada inextricablemente a los planes militares de desestabilizar, destruir y desplazar.
Del mismo modo que no existe eso que llaman una guerra verde, tampoco hay manera de hacer frente al cambio clim谩tico si no nos oponemos a la maquinaria de guerra, y viceversa. No hay manera de abordar la crisis de los refugiados a menos que luchemos contra el cambio clim谩tico y la maquinaria de guerra. A fin de desbaratar la mencionada profec铆a autocumplida, homicida y cada vez m谩s acelerada, hemos de observar las intersecciones de nuestros movimientos y reconocer que en esos puntos se halla nuestro poder colectivo, el potencial para construir movimientos colaborativos de largo alcance que realmente vayan a las ra铆ces, al coraz贸n mismo del sistema.
Como sindicalista he visto tantos movimientos unitem谩ticos dispersarse por cansancio y sectarismo. De hecho, es un regalo a los poderes establecidos que a menudo tracemos l铆neas de demarcaci贸n tan profundas: el movimiento ecologista est谩 aqu铆, el movimiento por los derechos de los refugiados y los migrantes est谩 ah铆, el movimiento antiguerra est谩 all谩, y nunca confluyen los tres. Aunque ah铆 est谩 el ejemplo de la reciente manifestaci贸n en Bath, Maine, donde un grupo de activistas cort贸 el tr谩fico a la salida de un astillero donde se construyen buques de guerra, reclamando dinero para soluciones para el clima y no para la guerra interminable.
En la junta general de accionistas de la empresa de gesti贸n de activos BlackRock se presentaron numerosos grupos –desde la Organizaci贸n Ind铆gena Nacional de Brasil hasta Code Pink– para denunciar al director ejecutivo de BlackRock y a toda la empresa por sus inversiones masivas y grotescas en muerte y destrucci贸n a trav茅s del caos clim谩tico y la guerra. Muchas comunidades movilizadas por la justicia clim谩tica y la acci贸n directa han forjado estas alianzas durante mucho tiempo, blandiendo literalmente la bandera del anticapitalismo en solidaridad con las luchas en el mundo entero. Estos empe帽os interseccionales son fuente de inspiraci贸n, poder e ideas. Parten de los principios de cooperaci贸n, solidaridad y respeto, ant铆tesis del violento sistema capitalista. Y puesto que rompen con el paradigma de divide y vencer谩s en el que hemos ca铆do tantas veces, tambi茅n arrojan luz sobre los problemas inherentes a la tendencia de las opciones personales.
Bloquea, protesta, movil铆zate, lev谩ntate
Con el avance del capitalismo verde (un ox铆moron tan claro como el de la guerra verde) tambi茅n ha proliferado la falsa idea de que podemos salvar el planeta llevando siempre en la mochila una o dos bolsas para la compra. Esto lo llamo la falacia de volverme verde. Si todo el mundo reciclara, si todo el mundo instalara paneles solares y tuviera una botella de agua reutilizable con la palabra N谩maste escrita en un lado; si todo el mundo comprara un Tesla… Pero esta manera de pensar no es m谩s que otra manifestaci贸n de la estrategia de divide y vencer谩s de un sistema capitalista basado en la extracci贸n y la destrucci贸n. Averg眉enza a la gente que no puede pagar o acceder a las nuevas tecnolog铆as o alternativas verdes y divide a煤n m谩s nuestro potencial de unificaci贸n a lo largo de las fallas del poder adquisitivo pintado de verde. Cuando un barrio cae v铆ctima de un tsunami de gentrificaci贸n, enseguida acuden establecimientos verdes de cosm茅tica eco-chic, tech trendy e hipster, que miran de arriba abajo y expulsan a quienes no pueden pagar sus ofertas consumistas, mientras hacen caja y hacen caso omiso del pu帽ado de empresas y de la m谩quina de guerra que realmente tiene la culpa de esta crisis clim谩tica que se agrava por momentos.
Un chiste que ha circulado recientemente en las redes sociales dice: “har铆as m谩s por el clima si te comieras a un ejecutivo del petr贸leo que si te volvieras vegano”. No solo es gracioso, sino que tambi茅n da en el clavo. Rousseau tal vez se adelant贸 a su tiempo al sentar las bases de una revoluci贸n contra el cambio clim谩tico: “Cuando la gente ya no tenga nada m谩s que comer, se comer谩 a los ricos…”. Por supuesto, hazte vegano si tienes el privilegio de hacerlo. Pero no mezclemos esta opci贸n personal con las acciones necesarias para desmantelar la maquinaria que saca beneficio de la tortura de animales.
S铆, los y las activistas acudir谩n a menudo a lugares lejanos para luchar contra un gasoducto o una empresa maderera. S铆, la gente ir谩 a comprar a Wal-Mart porque carece del privilegio econ贸mico de poder ir a comprar a otros sitios. Si todos aquellos que se dedican a criticar a la gente que hace esas cosas hubieran acudido en vez de ello a la primera l铆nea de la lucha contra un gasoducto, la energ铆a sucia tendr铆a a miles contra las que luchar, y no un pu帽ado de activistas de una f茅rrea fuerza de voluntad.
Cuando se dice que “toda persona puede hacer algo”, estoy de acuerdo. Pero el mero compromiso por reciclar no basta. Por supuesto, dado que alrededor del 91 % del pl谩stico no se recicla, sigo pensando que debemos luchar por instituir mejores pr谩cticas de gesti贸n de residuos y exigir instalaciones de reciclado. Debemos utilizar el transporte p煤blico siempre que podamos. Tambi茅n debemos cepillarnos los dientes regularmente, no beber demasiado alcohol y evitar los alimentos procesados.
En otras palabras, el llamado reverdecimiento de nuestra vida personal no debe considerarse una contribuci贸n a la protecci贸n del clima, sino una faceta m谩s de comportarse como un adulto en el mundo de hoy. Actuar por el clima, ese algo que toda persona puede hacer, deber铆a significar realmente actuar por el clima. Deber铆a significar que bloqueamos, protestamos, nos manifestamos y nos levantamos y de alguna manera dedicamos tiempo, energ铆a, cuerpo y mente a una aguda lucha sist茅mica. Deber铆a significar que nos organizamos en nuestras comunidades para establecer conexiones entre nuestros diversos problemas, desde la gentrificaci贸n del barrio hasta el imperialismo, pasando por la soberan铆a alimentaria, la salud p煤blica y el racismo sist茅mico, cuestiones todas que est谩n relacionadas con el caos clim谩tico.
Deber铆a significar que apuntamos contra el sistema y no unos contra otros, que diferenciamos nuestro poder de nuestro poder adquisitivo verde y que no dirigimos la guerra de clases contra nosotros mismos. Deber铆a significar que educamos y nos comprometemos con los principios de la lucha contra la opresi贸n, del antiimperialismo y del anticapitalismo. Deber铆a significar que so帽amos y hacemos y construimos comunidades y redes que existen fuera de los confines del sistema capitalista bajo el que todas y todos sufrimos.
No existe ning煤n plan definitivo para llevar a cabo esta tarea. La verdadera solidaridad y la interseccionalidad real implican ir m谩s all谩 de nuestras zonas de confort y pisar terrenos que desconocemos, de maneras que no est谩n previstas en la teor铆a. Los movimientos ecologistas tendr谩n que abordar el caos clim谩tico intr铆nseco a una maquinaria de guerra imperialista y racista. Los y las activistas contra la guerra tendr谩n que calibrar la importancia de la justicia clim谩tica en su actividad.
La gente m谩s afectada no solo necesitar谩 un asiento a la mesa, sino tambi茅n una solidaridad real y respeto por sus experiencias de vida. Todas tendremos que examinar a fondo los peligros de las falsas soluciones que vienen de arriba, del reverdecimiento y de la cr铆tica a quienes hacen lo que tienen que hacer para sobrevivir. Cuando crucemos la divisoria y dominemos la narrativa de nuestro propio futuro, habremos de aprender a sentirnos c贸modas estando inc贸modas, a pasar del progreso prescrito de un sistema regresivo. Parece desalentador, suena imposible, pero no estamos solas, a menos que optemos por estarlo.
https://roarmag.org/essays/there-is-no-such-thing-as-a-green-war/
Eleanor Goldfield es activista creativa, periodista y poeta. Traducci贸n: viento surhttps://vientosur.info/spip.php?article15050