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Dile. El caso de las siete niñas judías

OPINIÓN de José Alberto Andrés Lacasta    

Resulta complicado escribir sobre una obra que el que firma este artículo ha codirigido y todavía está inmerso en el proceso de reajuste técnico y dramatúrgico del espectáculo; además ya está empezando el proceloso y difícil camino de la difusión y la distribución de esta obra que a los que hemos formado parte del equipo de Teatro Luna de Arena nos ha supuesto un año y medio de exhausto trabajo desde la gestación hasta el primer preestreno que tuvo lugar el pasado mes de noviembre en Zaragoza. Desde el rubor mencionado, lo que sí pretendo con estas líneas es compartir de dónde y por qué hemos creado este espectáculo sobre el conflicto palestino sin entrar, lógicamente, sobre lo oportuno o no del modelo teatral, la composición, la dramaturgia, la interpretación etc. 

El 27 de diciembre de 2008, ante la atónita e inútil mirada del resto del mundo, las tropas militares israelíes lanzaron sobre la palestina Franja de Gaza un despiadado ataque que después de 22 días de indiscriminado fuego sin réplica dejó un balance de más de 1400 fallecidos, de los cuales 400 eran niños, más de 6000 heridos y mutilados, y varios cientos de miles de personas sin hogar. Fue un nuevo capítulo de un período de usurpación y aniquilación continua de los derechos humanos que nació en 1948 en la tierra de Palestina e Israel, pero que a pesar de formar parte de la inercia de violencia que ha jalonado la historia contemporánea de esta tierra, supuso un punto de inflexión en muchas conciencias humanas que no pudieron evitar la mirada a este horrible y ancestral conflicto.

Con esta macabra escenografía, la dramaturga británica Caryl Churchill escribió la obra de teatro Siete niñas judías. Una obra por Gaza. Se trataba de una pieza breve (no más de 12 minutos de representación) dividida en siete partes, que, a modo de legado, hace un balance de la reciente historia de los judíos que antes de la II Guerra Mundial vivían en Centroeuropa, y que sufrieron la represión, el exterminio. Posteriormente fundaron el nuevo estado de Israel llevando hasta las últimas consecuencias la ocupación de Palestina mediante el no reconocimiento y la violación sistemática de los derechos humanos de sus habitantes. Esta pequeña obra de Caryl era un contenido grito de dolor e indignación, muy directa y precisa, que huía de los estereotipos que tradicionalmente han caracterizado el conflicto palestino-israelí para humanizar y poner voz a todos los protagonistas en uno, convirtiendo la contradicción y el crudo examen de conciencia en un motor de desarrollo dramatúrgico tremendamente efectivo, desasosegante, bello y rotundo. El desarrollo semántico de esta pieza de microteatro radica en el inicio de todas las frases con la palabra “Dile” que transforma el mensaje del actor o la actriz en una herencia póstuma dirigida a una presente contraparte, pero con el objeto de que trasmita su mensaje a un tercero, en este caso una niña. La unidireccionalidad de cada frase insta a la niña que lo recibe a que lo asuma y lo practique, a modo de contradictorio recetario, gracias a lo cual se pone encima de la mesa la macabra herencia generacional de las causas, las consecuencias y las inercias no elegidas pero tampoco repudiadas, que le arrojan y devienen de la trayectoria de la historia de Israel y Palestina desde un poco antes de 1948.

 

La obra de teatro de Caryl Churchill fue estrenada en el Royal Court de Londres y a partir de allí inició un polémico periplo por las principales capitales europeas y posteriormente por Estados Unidos. La pieza se convirtió en un elemento de controversia muy encendida, dada la reacción de algunos grupos de judíos y colectivos prosionistas en Europa y Estados Unidos que vieron en este texto un nuevo elemento de propaganda contra los judíos y su estado israelí. Las réplicas fueron muy poderosas y de todo tipo, desde el boicot directo en las representaciones, el veto en determinados teatros, la crítica institucional a esta “inoportuna injerencia” de la cultura en la política, o incluso el desarrollo de textos paralelos al de Churchill que buscan deshilachar línea por línea la prosa y el desarrollo propuesto por la dramaturga. 

Una propuesta diferente

El proyecto de Luna de Arena, Dile. El caso de las 7 niñas judías, por un lado nace, se nutre y narra desde el teatro documento, el desarrollo de las derivaciones político-artísticas que esta obra de teatro ha creado y las consecuencias que se generaron desde su estreno y representación, pero también de la propia prosa de la obra, su contexto, el legado socialcultural- político que dio lugar a su escritura así como la repercusión y controversia que no ha dejado de multiplicarse desde que fue representada por primera vez en Londres. En definitiva, se trata de una propuesta que narra el “caso” de la obra de teatro Siete niñas judías pero que rehúye del superficial panfleto político que puede aparentar, para mirar e increpar a la subjetividad del espectador más allá del contexto en el que se enmarca y los bandos en conflicto, inquiriéndonos a reflexionar sobre la adormecida inercia colectiva inmune a estos hechos; sobre la capacidad de reaccionar frente a entornos que sobreviven gracias a las injusticias más atroces; sobre la capacidad de reconocer y anteponer el hecho humano frente a cierta vacuidad material o ideológica; sobre la capacidad de reflexión y actuación para la redención efectiva; sobre la transcendencia directa y personal de la desgracia y la injusticia humana en el entorno individual más inmediato, por muy alejado que esté físicamente de los escenarios concretos de la guerra.

De esta obra hemos desarrollado una versión didáctica dirigida a grupos de jóvenes a partir de 16 años de institutos, universidades, centros de formación profesional, centros sociolaborales, etc. y cuyas sesiones se llevarán a cabo en sesión matinal en los lugares donde se vaya a representar y que además vendrán acompañadas con actividades y debates con los actores y equipo técnico.

La representación va dedicada a todos y todas las víctimas y a los que sufren las consecuencias de ese viejo conflicto y especialmente a las figuras, recientemente asesinadas, del activista italiano Vittorio Arrigoni y del cineasta y dramaturgo israelí Juliano Mer Khamis fundador y director en Jenín (Palestina) del “Teatro de la libertad”. Aprovechamos estas líneas para reconocer y aplaudir el compromiso, desinterés, dedicación y profesionalidad de todo el equipo que ha formado parte del proyecto directamente y de todos aquellos que con su aliento, su abnegación y sus oportunas sugerencias nos han empujado para que este complicado proyecto haya salido adelante y pueda verse en las salas teatrales.

* José Alberto Andrés Lacasta es colaborador de Pueblos – Revista de Información y Debate. Correo-e: 




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