OPINI脫N de Antonio Hermosa
¡No hay derecho! Que no, que no lo hay. ¡Pues no va el obispo de Alcal谩 de Henares, que bien merecer铆a por eso ser elevado a cardenal-ya, y condena a los homosexuales al Infierno! Yo me huelo que hay gato encerrado en esto; estoy convencido de que como en su organizaci贸n no hay dios que no lo sea, quieren ellos solitos, m谩s algunos descarriaos de por aqu铆 abajo, gozar de todos los infernales placeres que en dicha plaza por tradici贸n se despachan.
Pero el sinvivir que aun as铆 tengo se debe a que, como gran cient铆fico que soy, tambi茅n me pregunto: ¿y si por casualidad no tengo raz贸n, y si mi hip贸tesis es falsa y no hay gato que valga? ¿Y si salvo el papa -¡vamos, por la pinta sobre todo!- y alg煤n que otro embestidor m谩s, los dem谩s son gente decente que va a misa cuando la dice y de flor homosexual no tiene ni un pelo de gato?
Pues sepa el se帽or obispo –insisto: para m铆 ya cardenal, y si para los dem谩s no, ser谩 por pura envidia- que en tal caso su imperial afirmaci贸n a煤n me alarma y me enoja m谩s: porque entonces es usted, cardenal, un discriminador profesional, un tipo sin escr煤pulos que nos quiere arrebatar los placeres a un montonazo de mortales que ten铆amos depositadas todas nuestras esperanzas –bueno, casi, que algunas las gastamos aqu铆- en el pedazo de infierno 茅se que acoge a todo buen pecador con los brazos abiertos. ¿Me obligar谩 Vd., ¡ay, Cardenal, m铆o!, a tener que volverme homosexual para ir derechito a tan provecta instituci贸n y gozar sin distingos de su bien ganada fama de sus placeres? ¡Pues le advierto, como intachable cabez贸n que soy, que no fuerce la mano no vaya a ser que me haga un gusto nuevo y me homosexualice en mi ser, am茅n! Por cierto, que ante lo inminente de dicha eventualidad si se sigue poniendo terco ya desde aqu铆 le doy cita para all铆, porque seguro que vuecencia no deja escapar semejante oportunidad de pasar el resto eterno de sus noches en un ambiente mucho m谩s adecuado a su alma, en lugar de pasar como un incomprendido, como ahora. Y hasta me consagrar铆a la primera noche en cuerpo y cuerpo a vuesamerced de no ser porque imagino que cambiar de gusto no significar谩 perderlo.
De todos modos tengo que reconocer que un pel铆n de cabreo con usted igual lo mantengo en mi nueva vida, porque ha sido gracias a la proverbial tolerancia de que el corver铆o vaticano hace gala, y por la que sin duda merecen estar a la diestra de dios-padre (no importa si el propio o el de la competencia, que aqu铆 son todos uno y trino), por lo que me habr茅 convertido al homosexualismo, yo que hasta ahora era ciento por ciento un h茅tero ejemplar. Eso s铆, lo que no tengo es ninguna duda: si para ir al infierno necesita uno volverse homosexual, que me indiquen la oficina donde se registran los cambios de preferencia sexual que me voy derechito a hacer el cambio.
Lo que no termino de entender del todo es por qu茅 a vuecencia, a los vuecencia de vuecencia, y al vuecencia m谩ximo, les ponen tanto –quiero decir, no me vaya a malinterpretar: les acoquinan tanto- los homosexuales. ¿Es s贸lo por pura y simple competencia? ¡Acab谩ramos! Haberlo dicho, hombre de dios (con perd贸n, claro). Pero yo creo que no debe preocuparse tanto, porque la horda aumenta sin parar y seguro que no les faltar谩 el pan, digo, el… en fin, ya sabe usted a lo que me refiero. Y, luego, est谩 dejando escapar un detalle: ¿est谩 seguro que de todo ese ej茅rcito de efebos con los que ustedes sacan tan a menudo lustre a su viril –y homosexual, so pill铆n- 贸rgano no acabar谩 alguien seducido, aunque sea por su hipocres铆a y no por su encanto, da lo mismo, e integrando por tanto sus revolconas huestes, con lo que se garantiza la existencia de un material nuevo o renovado con el que practicar?
Ah, ¡y est谩 usted pecando, Se帽orito! No s茅 de qu茅 pero por aqu铆 huelo a pecado. ¿No era alguien de su cuerda el que dijo algo que as铆 como Dejad que todas las criaturas se acerquen a m铆? (F铆jese bien que dijo todas las criaturas, y no todos los curas). Y seguro que lo de criaturas iba por los homosexuales, porque si no, ¡oh Santo Te贸logo!, habr铆a dicho sin m谩s todos los hombres y todo bicho viviente. ¿No fue el reci茅n resucitado el que lo dijo? Claro, que si lo dijo mientras estaba muerto, entonces me callo, porque tampoco puede uno ir por ah铆 haciendo caso a todo lo que diga un muerto, por muy hijo de su padre que sea. Si es as铆, palabrita de ni帽o-jes煤s que no he dicho nada.
Dicho todo lo cual, Ilustre Cardenal de la no menos ilustre Santa Madre Iglesia y perfecto hijo de la misma, celebrando una vez m谩s el paso a la modernidad de la instituci贸n en su conjunto, con sus perpetuas lecciones de tolerancia o su encendido amor a la libertad –que el otro d铆a un tocayo de cargo suyo en la catedral de Pamplona equiparaba a la m谩s voluntaria obediencia a la autoridad… eclesial-, etc., no me queda sino desearle a su alma y a usted personalmente que sea lo m谩s feliz que pueda y cuanto antes, es decir, que no deje para ma帽ana su cita postrera con su dios si lo puede hacer hoy. Y es que creo mi primer deber de pre-homosexual advertirle que, como no sea junto a 茅l, en el infierno que dibuj贸 Dante no hay c铆rculos lo bastante cavern铆colas como dar cabida a sectarios como usted.