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EL SALVADOR - Poder, corrupci贸n e impunidad

OPINI脫N de Carlos Ayala Ram铆rez.- 28.08.13. 

A ra铆z del ama帽o de partidos de f煤tbol, en el que han estado involucrados jugadores de la Selecci贸n Nacional, se ha vuelto a hablar de crisis de valores como uno de los principales problemas de la sociedad salvadore帽a. Las crisis suelen entenderse como una discontinuidad y una perturbaci贸n dentro de la normalidad de la vida. Y en nuestro caso, la “normalidad de la vida” se ha roto y se ha distorsionado no solo ni principalmente por la corrupci贸n del f煤tbol, sino, sobre todo, por problemas estructurales de larga data. Uno de los rasgos m谩s emblem谩ticos de esa crisis estructural es la falta de credibilidad, que se manifiesta como desconfianza de los ciudadanos en las instituciones, en los pol铆ticos y sus partidos, en los l铆deres sociales, empresariales, religiosos, y se extiende ahora a los deportivos.

Pero el deterioro moral del pa铆s viene de lejos, no es coyuntural ni se concentra en el 谩mbito futbol铆stico. Obedece, m谩s bien, a una estructuraci贸n de la sociedad donde se fusiona poder-corrupci贸n-impunidad. Fue denunciado, en su momento, por monse帽or 脫scar Romero. En coincidencia con el pensamiento de la Tercera Conferencia Episcopal Latinoamericana (Puebla), afirm贸 que el deterioro creciente del cuadro pol铆tico-social es consecuencia de la corrupci贸n en los sectores de poder que causa graves da帽os a la gran mayor铆a, especialmente, a los m谩s pobres y d茅biles. En ese sentido, denunci贸 la prostituci贸n de la justicia y el atropello de la dignidad del ser humano; la impunidad de tantos horrorosos cr铆menes; el silencio c贸mplice ante muchas violaciones de la Constituci贸n; las maniobras con que muchos empresarios irrespetan los derechos de los trabajadores; la sustracci贸n o malversaci贸n de fondos p煤blicos; la compraventa infame de la dignidad ajena; las modernas formas de chantaje; el manejo de medios de comunicaci贸n social mediante presiones o sobornos h谩biles para calumnias, denigraciones y otros fines ajenos a la verdad.

En otro contexto cultural e hist贸rico, pero con igual agudeza cr铆tica, este v铆nculo perverso entre poder-corrupci贸n-impunidad fue expuesto por Plat贸n en uno de los libros de laRep煤blica, por medio de una ingeniosa leyenda. Se trata de la leyenda del anillo de Giges, que vale la pena conocer o volver a recordar. Leamos lo que all铆 se dice:

Demos a todos, justos e injustos, licencia para hacer lo que se les antoje, y despu茅s sig谩mosles para ver ad贸nde llevan a cada cual sus apetitos. Entonces sorprenderemos en flagrante al justo recorriendo los mismos caminos que el injusto, impulsado por el inter茅s propio, finalidad que todo ser est谩 dispuesto por naturaleza a perseguir como un bien, aunque la ley desv铆e por fuerza esta tendencia y la encamine al respeto de la igualdad. Esta licencia de la que yo hablo podr铆an llegar a gozarla, mejor que de ning煤n otro modo, si se les dotase de un poder como el que cuentan tuvo el lidio Giges.

Dicen que era un pastor que estaba al servicio del entonces rey de Lidia. Sobrevino una vez un gran temporal y terremoto; se abri贸 la tierra y apareci贸 una grieta en el mismo lugar en que 茅l apacentaba. Asombrado ante el espect谩culo, descendi贸 por la hendidura y vio all铆, entre otras muchas maravillas que la f谩bula relata, un caballo de bronce, hueco, con porta帽uelas, por una de las cuales se agach贸 a mirar y vio que dentro hab铆a un cad谩ver, de talla al parecer m谩s que humana, que no llevaba sobre s铆 m谩s que una sortija de oro en la mano; el pastor se la quit贸 y sali贸.

Cuando, seg煤n costumbre, se reunieron los pastores con el fin de informar al rey, como todos los meses, acerca de los ganados, acudi贸 tambi茅n 茅l con su sortija en el dedo. Estando, pues, sentado entre los dem谩s, dio la casualidad de que volviera la sortija, dejando el engaste de cara a la palma de la mano; e inmediatamente cesaron de verle quienes le rodeaban, y con gran sorpresa suya, comenzaron a hablar de 茅l como de una persona ausente. Toc贸 nuevamente el anillo, volvi贸 hacia fuera el engaste, y una vez vuelto torn贸 a ser visible. Al darse cuenta de ello, repiti贸 el intento para comprobar si efectivamente ten铆a la joya aquel poder, y otra vez ocurri贸 lo mismo: al volver hacia dentro el engaste, desaparec铆a su due帽o, y cuando lo volv铆a hacia fuera, lo ve铆an de nuevo. Hecha ya esta observaci贸n, procur贸 al punto formar parte de los enviados que hab铆an de informar al rey; lleg贸 a palacio, sedujo a su esposa, atac贸 y mat贸, con su ayuda, al soberano y se apoder贸 del reino.

Pues bien, si hubiera dos sortijas como aquella, de las cuales lleve una puesta el justo y otra el injusto, es opini贸n com煤n que no habr铆a persona de convicciones tan firmes como para preservar en la justicia y abstenerse en absoluto de tocar lo de los dem谩s, cuando nada le imped铆a dirigirse al mercado y tomar de all铆 sin miedo alguno cuanto quisiera, entrar en las casas ajenas y fornicar con quien se le antojara, matar o libertar personas a su arbitrio, obrar, en fin, como un dios rodeado de mortales. En nada diferir铆an, pues, los comportamientos del uno y del otro, que seguir铆an, exactamente el mismo camino.

La conclusi贸n de la leyenda muestra una profunda crisis 茅tica: cuando se tiene poder, se pierden las razones para obrar de manera justa y transparente. Dicho de otro modo, lo justo se acepta no porque sea bueno, sino porque no se tiene el poder suficiente para cometer la injusticia. Cuando se tiene asegurado el poder, los principios se minan y prevalece el oportunismo; el dinero se constituye en el principal valor; los que integran instituciones del Estado las dirigen como si fuesen patrimonio propio o de sus partidos; no se respetan ni los derechos ciudadanos ni los derechos de la naturaleza. Entonces, se piensa que las normas se hicieron para violarlas, que el inteligente es el que roba y no lo descubren; en cambio, el tonto es el que est谩 en la c谩rcel; se cree que con dinero se resuelve todo y que las leyes se pueden irrespetar porque, aunque se amenace con el castigo que puede caer sobre el infractor, estas no lo tienen cuando se trata de aplicarlas a personas con poder. Plat贸n dir谩 que el que no obra el bien es porque no lo conoce. De ah铆 que considera a la educaci贸n como el medio positivo para modelar la conducta humana en la direcci贸n conveniente para producir un Estado arm贸nico, una vida buena y un ciudadano bueno.

En El Salvador, hace unos a帽os diversas instituciones sociales hablaban de transformar la educaci贸n en un verdadero instrumento para actualizar el potencial 茅tico de los salvadore帽os. Esa transformaci贸n implicar铆a, entre otros aspectos, inculcar una base 茅tica como herramienta para la convivencia social; devolverle a la persona el contacto con su esencia, estimulando la reflexi贸n y la formaci贸n de actitudes cordiales; estimular una actitud cr铆tica y constructiva, evitando el empobrecimiento de la conciencia y la actitud consumista; cultivar la visi贸n y el sentido del compartir en lugar del competir. En otras palabras, recuperar la educaci贸n no solo en su dominio de habilidades t茅cnicas, sino tambi茅n en dominar las habilidades sociales y 茅ticas.

Claro est谩 que para limitar y frenar la din谩mica poder-corrupci贸n-impunidad, habr铆a tambi茅n que fortalecer la independencia y credibilidad de las instituciones responsables del control de la funci贸n p煤blica y de la rendici贸n de cuentas de los funcionarios; orientar las pol铆ticas gubernamentales hacia el servicio de la naci贸n y no de sectores particulares y de inter茅s econ贸mico o pol铆tico; y exigir a los partidos pol铆ticos m谩s transparencia en la informaci贸n de las fuentes de financiamiento de sus actividades. Pero el mejor ant铆doto ser铆a una ciudadan铆a cr铆tica, participativa y consciente de sus derechos y responsabilidades. Es decir, personas 茅ticas, con un profundo sentido de la justicia y la compasi贸n.


*Carlos Ayala Ram铆rez, director de Radio YSUCA (El Salvador)

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