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Noam Chomsky y Tony Blair

Noam Chomsky y Tony Blair se cruzan en el aeropuerto

21.10.13. Por Jorge Majfud.- El 15 de octubre pasado, Noam Chomsky dio una conferencia en la Universidad de Florida titulada “Policy and Media Prism” (“Las pol铆ticas y el prisma medi谩tico”). Durante m谩s de una hora, con su voz pausada y su incansable osad铆a de desarticular narraciones oficiales, Chomsky analiz贸 el uso del lenguaje en la prensa tradicional, la informaci贸n mutilada con fines pol铆ticos por parte de los medios que repiten y ocultan como estrategia para crear o justificar una realidad. “Si el p煤blico estuviese realmente informado no tolerar铆a algunas cosas”, coment贸. Al menos parte del p煤blico.

Si los estudiantes de ling眉铆stica lloran por la complejidad de sus teor铆as, por lo herm茅tico y abstracto de algunas de sus explicaciones, el p煤blico general que asiste a sus conferencias no puede decir lo mismo: nada hay en ellas de abstracto; cada una de sus afirmaciones son concretas y precisas. Se puede estar en completo desacuerdo con las interpretaciones que hace Chomsky de la realidad, pero nadie puede acusarlo de ser elusivo, cobarde, complaciente o diplom谩tico.

Rara vez se puede decir lo mismo de un l铆der mundial. Si sus acciones son bien concretas, sus justificaciones abundan en la vaguedad y la distracci贸n, cuando no son meras construcciones verbales. Lo cual no deja de ser una tr谩gica paradoja: aquellos profesionales de lo concreto son especialistas en crear mundos virtuales, construidos en su casi totalidad de palabras. Son ellos los m谩s importantes autores de ficci贸n de nuestro mundo.
El 16 de octubre, exactamente 24 horas m谩s tarde y a unos pocos kil贸metros de distancia, el ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, dio su conferencia en una sala del Florida Times Union de Jacksonville. El d铆a anterior recib铆 en mi oficina a alguien (un prodigio europeo al que estimo mucho y que conoc铆a al l铆der brit谩nico) con una invitaci贸n especial para asistir.

En una elegante sala, Tony Blair se extendi贸 por casi dos horas. A diferencia de Chomsky, Blair no bombarde贸 a los presentes con observaciones incomodas sino con frases prefabricadas, complacientes hasta la indigesti贸n, m谩s una pl茅tora de lugares comunes capaces de provocarle pudor hasta a un estudiante de secundaria. Todo sazonado con una dosis toxica de bromas, algunas muy ingeniosas.

Ni siquiera tuvo un momento de autocr铆tica cuando alguien le pregunt贸 si no se hab铆a sentido humillado por el fiasco de la guerra en Irak. Despu茅s de pensar por varios segundos, o fingir que pensaba para la risa de los que estaban all铆, repiti贸 el mismo men煤 de siempre: “hay momentos en que un l铆der debe tomar decisiones dif铆ciles…” Una y otra vez, con palabras diferentes. En ning煤n caso consider贸 que el presidente o el primer ministro de una potencia mundial siempre tienen que tomar decisiones dif铆ciles, que para eso est谩n, pero que el hecho de que la decisi贸n sea dif铆cil no significa que est茅n escusados de cualquier error.

No obstante, esta fue y ha sido repetidamente la actitud del ex premier brit谩nico: ni una sola vez en la noche tuvo una palabra de arrepentimiento, de autocr铆tica. Por el contrario, la misma soberbia de siempre: nosotros somos los que salvamos y cuidamos al mundo, los que debemos educar a las nuevas masas de j贸venes (los cambios demogr谩ficos fue uno de los temas que parec铆a preocuparlo especialmente) y somos tan buenos que hasta toleramos a los primitivos que no entienden lo que es una democracia. Nunca, jam谩s, el reconocimiento de toda la brutalidad antidemocr谩tica de la que fueron capaces.

Ni una palabra que aceptara la posibilidad de alg煤n error. El propio George Bush, con todas sus limitaciones intelectuales, lleg贸 a reconocer que la guerra hab铆a sido lanzada en base a informaci贸n err贸nea. Un error, compadre. El propio Jos茅 Mar铆a Azanar, con sus limitaciones intelectuales, lleg贸 a reconocer sus limitaciones intelectuales. “Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes”, dijo en 2007 sobre los argumentos err贸neos que se usaron para lanzar al mundo a una guerra de diez a帽os.

El m谩s dotado intelectualmente de la sant铆sima Trinidad que desencaden贸 el armaged贸n que cost贸 cientos de miles de vidas y el descalabro econ贸mico, Tony Blair, en cambio, nunca tuvo este atisbo de humildad. Por el contrario, m谩s de una vez repiti贸 esa noche que no se arrepent铆a de nada. Su rostro parec铆a estar de acuerdo con sus palabras, que nunca alcanzaron el m铆nimo atisbo de autocritica. Casi me daba la impresi贸n de estar ante el Mes铆as, de no ser por su vocaci贸n de comediante: “Desde que dej茅 de ser Primer Ministro en 2007 he ido a Jerusal茅n m谩s de cien veces. Mi esposa me dice que lo que cuenta no es la cantidad de veces que he estado all铆 sino la cantidad de progreso que haya logrado en el conflicto. A veces ella no me estimula demasiado” (risas).

Ninguna autocr铆tica. Ninguna palabra de arrepentimiento. Ninguna muestra de imperfecci贸n humana. S贸lo una broma tras de otra, como si en realidad de eso se tratase su trabajo: hacer re铆r al p煤blico, como en algunos circos del siglo XIX se hac铆a re铆r a los asistentes usando anestesia.
Es interesante que a los intelectuales disidentes se los califique invariablemente de radicales por el mero usos de palabras, mientras que a los l铆deres que sumergen en la guerra a pueblos enteros se los considere responsables y moderados. Seguramente la respuesta es la del comienzo: la realidad est谩 hecha de palabras, aunque otros la sufren con los hechos. El divorcio y la contradicci贸n entre realidad y palabra no solo es una forma de justificar los hechos pasados sino, sobre todo, la mejor forma de preparar los que vienen.

Esto, que deber铆a llamarse dictadura, se llama democracia. El problema, entiendo, est谩 en la democracia, pero no es la democracia. Hay esperanza: todav铆a se puede estimular la cr铆tica, ese motor original de la democracia, aunque sea con abono. Tiemblo de solo pensar en el d铆a que nos falte Noam Chomsky, ese gran amigo, ese gladiador de nuestro tiempo. Porque los Tony Blair van a sobrar. Eso es seguro.

No, Chomsky y Blair no se cruzaron en el aeropuerto de Jacksonville. Me reservo las palabras del primero sobre ese hipot茅tico encuentro.



Jorge Majfud

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