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Ayaan Hirsi Ali: bienvenida a Norteamérica

OPINIÓN de Rabia Chaudry.- Si alguna vez se han cuestionado la impunidad y facilidad con la que se puede denigrar a los musulmanes y al Islam en los Estados Unidos, yo les señalaría el último artículo de Ayaan Hirsi Ali en la revista Time: “Cuidado con Michiganistán”. Ya sólo el título me dejó sin aliento, pero sólo un poquito, puesto que los excesos antimusulmanes de Ali no son nada nuevos.

Me paré, no obstante, a pensar cómo recibirían los lectores norteamericanos artículos con el título de “Cuidado con Villajudíos” o “Alerta por el gueto negro”.

Ali está ahora mismo haciendo la ronda de los medios a fin de promocionar su último libro,Heretic: Why Islam Needs a Reformation Now. [Hereje: Por qué el Islam necesita hoy una reforma]. No obstante el interesantísimo hecho de que elige para sus libros títulos que reflejan una autoproyección o un juicio de sí misma frente al Islam (el éxito le llegó conInfidel [Infiel] en 2007) y no necesariamente lo que el musulmán de todos los días piensa de ella, y a despecho de su completa negación del Islam, su obsesión con los musulmanes no hace más que crecer. Cuanto más reniega del Islam, más habla de él.

En este reciente artículo de opinión, publicado se supone que como complemento para dar publicidad a Heretic, Ali deja al desnudo su intolerancia con una imponente falta de conocimiento.

Argumenta que debe temerse a los musulmanes que son extremistas violentos, pero, de acuerdo con un estudio reciente del Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y Respuesta al Terrorismo (National Consortium for the Study of Terrorism and Response to Terrorism - START), esas amenazas figuran en un lugar inferior al de los “ciudadanos soberanos” [ultraderechistas armados que no reconocen al Estado federal] en la percepción norteamericana. Y lo que es todavía más inquietante, afirma ella que la creciente población musulmana debe contemplarse como una violenta amenaza, punto. Pasa lo que a mí me parece un desagradable lapso de tiempo debatiendo las tasas de natalidad, las de conversión, las tasas de inmigración y el crecimiento demográfico general de los musulmanes, lo que suena tan ansioso y turbador como un partidario del Tea Party hablando de las poblaciones latinas y la decadencia de la “era blanca”. Los medios, sobre todo los medios progresistas, no contemplarían corrientemente análisis tan racistas, pero a ella se le permite porque se trata de una ex-musulmana que ataca a los musulmanes.

Ali le saca partido a estadísticas tales como que “más del 80% de los paquistaníes creen que la sharía (la ley islámica basada en el Corán) es la palabra de Dios revelada”, que “el 20% de los musulmanes” quiere seguir siendo “diferente” de la sociedad norteamericana, y que la mitad de ellos se ven a sí mismos como musulmanes antes que norteamericanos. Pero si se pulsa el enlace que el artículo incluye como cita de estas estadísticas, éste remite a un informe del Pew Research Center [empresa de estudios de opinión] con el subtítulo: “No hay señales de que crezca el aislamiento o el apoyo al extremismo”.

Mi respuesta al uso de estas cifras por parte de Ali para atizar el miedo  — y otras estupideces de su artículo, como que “sólo una mínima parte [de los musulmanes] se sentiría cómoda si sus hijas se casaran con cristianos” — es sencilla.

¿Y qué?


En un país con una sociedad libre como los Estados Unidos, la gente de cualquier creencia tiene derecho a creer que sus escrituras son palabra de Dios, a poner su fe por delante de su nacionalidad, a seguir siendo culturalmente distinta en sus prácticas o incluso geográficamente en su vecindario, y a preferir que sus hijos se casen en el seno de la fe en que crecieron. No solo posee este derecho el pueblo de los Estados Unidos, sino que las comunidades de este género son comunes aquí. Y tienen muchas denominaciones: judíos jasidíes, amish, mormones, cristianos evangélicos y, sí, a veces hasta musulmanes.

En su artículo, Ali parece especialmente preocupada por las tasas de conversión de los norteamericanos negros al Islam. Puede que no se dé cuenta de que el 60% de los nacimientos en los hogares musulmanes norteamericanos se producen en realidad en hogares musulmanes norteamericanos negros, lo que vuelve prácticamente irrelevante el asunto de la conversión. Y aunque no fuera este el caso, la Constitución norteamericana seguiría protegiendo el derecho a la conversión, junto a la libertad de palabra y de expresión.

Lo mismo como inmigrante que como abogada que ha representado a inmigrantes durante más de una década, lo que me resulta notable de los comentarios de Ali es lo distraídamente que se ubica ella como norteamericana preocupada por las “actitudes” de los inmigrantes musulmanes. Dicho por ella:

“Mi preocupación tiene que ver con las actitudes que traigan consigo muchos de estos nuevos norteamericanos musulmanes, y con NUESTRA capacidad de cambiar estas actitudes”.

Habiendo descuidado en otra parte de su artículo lo que significa la población musulmana negra  — la mayoría de la cual no tiene nada de norteamericana “nueva”  —  sigue remachando sobre los extendidos temores a las repercusiones de la integración musulmana en la cultura norteamericana, aunque los estudios muestren que los musulmanes norteamericanos constituyen una de las minorías religiosas mejor “integradas”, más formadas y de mayores ingresos de Norteamérica. Ali, me temo, se siente acosada por sus demonios europeos (por “demonios” entiendo una rampante intolerancia antimusulmana y antiinmigración), sin ningún sentido de cuál es el tejido norteamericano o, siquiera, el espíritu norteamericano.

Lo que me lleva al verdadero problema que tenemos aquí: si bien Ali cree que es parte del “nuestra” en la frase antes citada, es en realidad la inmigrante que ella misma teme, alguien que no ha conseguido integrarse en los Estados Unidos.

Detesto tener que revelárselo a Ali, pero en Norteamérica hasta el fundamentalismo religioso está protegido por la Primera Enmienda. Aquí no tenemos policía religiosa ni del pensamiento. Mientras no le hagas daño a nadie, en realidad estás legalmente autorizado a ser todo lo estrictamente religioso que quieras. Te puedes vestir con ropas religiosas, tomar los alimentos que ordena tu fe, tener todos los niños que tú creas que quiere tu Dios, hacer proselitismo con los demás, y esperar que tus patronos se acomoden a tus prácticas religiosas.

Comprendo que Ali es una inmigrante, que lleva consigo una larga historia de vivir en países en lo que no hay pluralismo religioso. Como abogada, he representado a bastantes inmigrantes como para saber que lleva tiempo aceptar e interiorizar las libertades constitucionales de los Estados Unidos. Lleva tiempo acomodarse a gentes que no son como tú y es necesario ajustarse para tolerar una sociedad étnica y religiosamente diversa e igualitaria.

Es una ciudadana nueva, que todavía está aprendiendo a pisar firme con sus piernas “norteamericanas”.

Quizás Ali logre integrarse algún día y, mientras esto no suceda, me gustaría que los medios dejaran de ofrecerle una tribuna, pero ahí está. La Constitución protege hasta la intolerancia. Bienvenida a Norteamérica.


*Rabia Chaudry, abogada y periodista, es miembro de la New America Foundation.Context, 8 de abril de 2015. Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón







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