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Panfleto electoral: Votemos, votemos que el mal se acaba

OPINIÓN de Joan del Alcàzar.- La política es una actividad noble, quizás la más noble de todas en cuanto que comprende las acciones de las personas libres para resolver de forma globalmente útil los problemas de la convivencia colectiva en una sociedad libre. Toda la ciudadanía, entonces, por definición, está convocada a participar en la política como un compromiso ineludible que les corresponde por la simple condición de ser hombres y mujeres libres.

Han pasado años, muchos años; han pasado muchas cosas. Unos años, casi veinte, durante los cuales una parte sustantiva de la ciudadanía dimitió de sus responsabilidades en cuanto al compromiso con la política; lo hizo entre anestesiada y vendida a una élite política que la convenció de vivir en un territorio feliz, envidiado por millones de personas que querían venirse a vivir con nosotros. Eran los días de vino y rosas.

Cuando empezaremos con los primeros síntomas del delírium trémens, con la construcción como eje central de la economía y con los mega eventos galácticos incluidas visitas papales; cuando muchas voces autorizadas advertían que avanzábamos a gran velocidad hacia el abismo, los gobernantes esgrimían las sólidas mayorías electorales que aquella ciudadanía apática, comprada o cómplice les había dado para avalar la legitimidad de sus formas de [mal]gobierno.

Las dos décadas de ese [mal]gobierno del Partido Popular, pero especialmente los últimos cuatro años han sido tan terribles, tan desoladores, tan negros que quedarán en la memoria de todos como una época ominosa, caracterizada por el saqueo practicado por un partido podrido que nos ha cubierto de vergüenza, que nos ha convertido en paradigma del despilfarro de recursos, del desmantelamiento de todo lo público en beneficio de los sectores privados, y que ha sido capaz de destrozar desde el sistema financiero autóctono hasta la justa fama de pueblo trabajador y emprendedor que teníamos.

Dentro de unos pocos días de nuevo estamos convocados a las urnas. Tenemos que elegir otra vez a aquellos que tienen que abordar la resolución de los problemas de la convivencia colectiva desde las instituciones: desde los ayuntamientos a las Cortes Valencianas pasando por el gobierno de la Generalitat. Convendría, aun así, que una vez designados los representantes, quedara claro para todo el mundo que serán eso, representantes y que, en consecuencia, tendrán que dar cuenta y razón de aquello que hagan como de aquello que no hagan, mientras que los ciudadanos tendrán que recordar que si no reciben estos informes periódicos deberán exigirlos sin contemplaciones. De la misma forma que tendrán que exigirles responsabilidades de forma efectiva.

Atendiendo al estado de degradación al que hemos llegado en los diversos planos de la realidad, tanto la económica como la social y la moral, la terapia necesaria para recuperar una sociedad tan enferma, tan por debajo en sus constantes vitales, sólo podrá ser un tratamiento aplicado desde la izquierda política.

La izquierda es ancha y plural. La izquierda pragmática, la izquierda experimentada, la izquierda coherente, la izquierda inexperta, la izquierda valiente, la izquierda utópica, tantas izquierdas como ciudadanos libres que quieren ser miembros de una sociedad libre y solidaria. Todas ellas hacen falta.

Harán falta el día 24 para constituir mayorías de gobierno que expulsen a los corruptos y a sus cómplices de las instituciones. Pero también harán falta el día 25 y siguientes. Más falta todavía.

Porque para constituir esos gobiernos plurales hará falta generosidad política, sí, pero sobre todo hará falta que sean conscientes de hasta qué punto la salud de nuestra sociedad está dañada y debilitada. Desde la plena conciencia de la gravedad de la situación, será que tendrán que distinguir aquello que es urgente de aquello que, aun siendo importante, no lo es tanto.

Encontrarán el cajón vacío, los recursos serán simplemente, y en el mejor de los casos, aquellos que quienes ahora [mal]gobiernan no hayan podido gastarse. No podrán, aun así, refugiarse en la herencia recibida, que esa la damos todos por descontada. La ciudadanía exigirá mejoras con la máxima urgencia y no será fácil dar satisfacción rápida a ninguno de los problemas que sufrimos.

Sin embargo, los primeros mensajes que los ciudadanos tendrán que recibir de las nuevas mayorías de gobierno surgidas de las urnas deberán ser que un nuevo tiempo ha empezado, que la honestidad presidirá el ejercicio de la política, que los legítimos intereses partidarios quedan en segundo plano en beneficio de los intereses generales, y que todos quienes han robado en manos llenas, quienes han saqueado las arcas públicas serán conducidos ante la Justicia para que paguen por sus delitos.

Votemos, votemos que el mal se acaba. Enterremos la noche, que ya no tenemos tiempo de equivocarnos.




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