Jorge Zavaleta Alegre.- La b煤squeda y conquista de la Libertad. Alejandro M茅ndez, actualmente es profesor de Quechua en la Universidad Nacional de Trujillo, centro acad茅mico de prestigio, fundado en 1824.""La historia de la UNT se remonta al inicio de la 脡poca Republicana, cuando faltaban 88 d铆as para la Batalla de Jun铆n. Fue Jos茅 Faustino S谩nchez Carri贸n, quien ten铆a 37 a帽os y redact贸 el decreto que firm贸 junto al General Sim贸n Bol铆var, a 3,100 metros sobre el nivel del mar, en el cuartel general de Huamachuco, el 10 de mayo de 1824 declarando “erigida la universidad” en este departamento, “por su fidelidad a la causa y por sus multiplicados importantes servicios al ej茅rcito libertador en las circunstancias m谩s apuradas de la Rep煤blica”. La Rep煤blica acababa de nacer."

Alejandro M茅ndez, nos ofrece una breve historia de su juventud, que revela su temprana rebeld铆a, la b煤squeda de la verdad y el conocimiento. De all铆 su grito de Viva Cuba, en la plaza de armas de su tierra natal, por donde Bol铆var pas贸, con su tropa, liderando la b煤squeda de Unidad de Am茅rica.
Bast贸 esa frase para conocer en carne propia lo dif铆cil que es gozar de la libertad, como un derecho sagrado, que lucha la humanidad. La prosa did谩ctica de Genaro o Alejandro M茅ndez, deleitar谩 al lector.
Mr. Ted
A prop贸sito de la visita que hiciera a nuestra patria el gobernante del pa铆s m谩s poderosos del orbe, el 23/03/02, George Walker Bush es lo que me motiva a rememorar un acontecimiento anecd贸tico en mi vida juvenil.
Creo que ser铆a dif铆cil que vuelva a ocurrirle a cualquier joven de m tierra, Caraz, all谩 en el a帽o 1959, cuando a煤n era Presidente de la Rep煤blica, en su segundo gobierno, don Manuel Prado Ugarteche. Me dificulta precisar la fecha por los a帽os transcurridos, nada menos que cuarentitr茅s; pero si puedo asegurar que fue un domingo al medio d铆a del mes de setiembre, ya que para m铆 marca un hito el d铆a 25 del mismo, y es por haber emigrado en esa fecha a esta virreynal ciudad.
El hecho es anecd贸tico por tratarse de la presencia en Caraz del hermano de uno de los m谩s c茅lebres presidentes de los EE.UU, John Fitzgeral Kennedy, pues se trataba nada menos que del 煤ltimo de los hermanos del Clan Kennedy y es el Senador por Masachusset Eduard Kennedy, conocido en el mundo pol铆tico como Ted Kennedy.

Ted Kennedy y Jackeline Kennedy
Cuando frisaba mis 25 a帽os de edad, casi en v铆speras de mi partida de la santa tierra que me viera nacer, con destino a esta noble e hidalga ciudad de Trujillo, se ten铆a confirmada la noticia del arribo al Per煤 de Mr. Ted; por consiguiente; la ciudad de “Caraz Dulzura” como la llamara el sabio italiano don Antonio Raimondi, ten铆a que ser el 煤nico lugar de visita despu茅s de Lima.
Por este motivo, todo el pueblo caracino y sus autoridades estaban pendientes del arribo de tan ilustre visitante. Mucho recuerdo que en comitiva se dirigieron las autoridades rumbo al peque帽o aer贸dromo caracino de nombre “San Miguel” donde despu茅s de una corta espera aterriz贸 un bimotor de la empresa a茅rea Elmer Fauccet trayendo al esperado visitante.
Despu茅s de unos arreglos baj贸 de la nave seguido de su personal de la Embajada norteamericana, as铆 como de algunos funcionarios del gobierno peruano que lo acompa帽aban. Realizados los saludos protocolares por las autoridades, el visitante y su s茅quito fueron conducidos a la Municipalidad Provincial acompa帽ados por una banda de m煤sicos del lugar, dirigida por la batuta del maestro C茅sar Escudero Acosta, ejecutando marchas de su amplio acervo m煤sical, cuyas notas arm贸nicas entusiasmaban al p煤blico apostado en las v铆as por donde pasaban las personalidades, para llegar a la meta que era la Casa Municipal, ubicada en el lado Nor occidental de la Plaza de Armas de nombre “Sim贸n Bolivar”.
La comitiva ocup贸 los balcones del edificio municipal; el colectivo copaba el tercio de la Plaza y aclamaba a los visitantes. Entre ese gent铆o encontr谩bame acompa帽ado de dos amigos, uno de ellos era mi recordado amigo Mauro Cano Rodolfo y el otro mi querido amigo y vecino, Enrique Castillo Ramos, quienes me flanqueaban.
El discurso de saludo y bienvenida estuvo a cargo del Se帽or Alcalde Provincial don Pedro C. Alba Almad贸s, quien declar贸 hu茅sped ilustre, entreg谩ndole las llaves de la ciudad a tan importante personalidad. Eduard Kennedy correspondi贸 con un escueto discurso en la lengua de Shakeaspare, que era traducido por el ingeniero caracino don Carlos Chueca a la lengua de Cervantes, el mismo que comenz贸 con un exordio muy insinuante colmado de saludos y agradecimientos a los oyentes.
El eminente pol铆tico enfoc贸 el contenido de su discurso haciendo saber los nobles prop贸sitos del gobierno norteamericano de colaborar con el Per煤, con la creaci贸n del gran Parque Nacional Huascar谩n. Cuesti贸n aparte, debo hacer recordar al lector, que en aquel entonces el mundo viv铆a en el aspecto pol铆tico, los efectos de la “guerra fr铆a” y del acontecimiento mundial de la Revoluci贸n Cubana, por lo que la juventud latinoamericana y peruana, en especial, no escapaban de las influencias de ambas, por lo que se notaban m谩s las simpat铆as por 茅sta 煤ltima, en oposici贸n a los EE.UU. L贸gicamente como pa铆s imperialista, la presencia de los visitantes no era objeto de muchas simpat铆as; por el contrario, causaba recelo en los j贸venes lugare帽os, de ese entonces.

Continuando con el relato, cuando ya el discurso casi llegaba a su parte final, 茅ste fue interrumpido abruptamente por un grito estent贸reo que profer铆 con la expresi贸n de ¡Viva Cuba! con lo cual sorprend铆 a todos, incluso a mis dos amigos acompa帽antes; pero el discursante continuaba impert茅rrito, as铆 como tambi茅n el traductor.
En esos instantes se not贸 el movimiento sigiloso de los miembros de seguridad del Senador norteamericano y de los elementos de la Guardia Civil, hoy Polic铆a Nacional del Per煤, pasando los tres (mis amigos y yo) por inadvertidos, cuando un polic铆a pas贸 por el lado nuestro, siendo ya las dos de la tarde termin贸 la ceremonia en la Plaza, por lo que me dirig铆 a mi domicilio, donde encontr茅 a mi se帽ora madre en cuya faz pude observar preocupaci贸n, quien me hizo saber con voz tr茅mula de que acababa de retirarse una pareja de polic铆as, que hab铆an ido en mi b煤squeda.
Esta situaci贸n me hizo reflexionar de que se trataba de una acci贸n de los cl谩sicos “soplones”, pero mostrando serenidad, le relat茅 las incidencias en la Plaza de Armas, mientras ella muy pacientemente me serv铆a el almuerzo. Una vez acabados mis alimentos, levant谩ndome de la mesa me brot贸 el pensamiento:
“ Al toro por las astas”, tom茅 la determinaci贸n de presentarme, de motuo propio, a la Comandancia Policial. As铆, cuando eran las cuatro de la tarde, sal铆 de la casa pidiendo tranquilidad a mi madre y dici茅ndole que pronto estar铆a de regreso. Segu铆 la ruta que me se帽al茅, para lo cual ten铆a que pasar por el Hotel “Araya” ubicado 茅ste en el jir贸n Mariano Melgar, hoy destruido por el terremoto de mayo de 1970, lugar donde ten铆a que hacer un alto obligatoriamente para entrevistarme con mi gran amigo Ra煤l Lamberto Araya D铆az, el popular “Don Sofo”, hijo del propietario del hotel, con el que logr茅 encontrarme, a quien comuniqu茅 lo ocurrido y a la vez le dije que me estaba dirigiendo ese instante a la Comisar铆a.
Le ped铆 que me llevara alimentos y ropa de cama en el supuesto de que fuera detenido; nos despedimos y continu茅 mi camino, hasta llegar al lugar indicado, donde encontr茅 al se帽or Comandante de Puesto, Sargento 2° de apellido Agama, a quien le sorprendi贸 mi presencia de ponerme a sus 贸rdenes. Me invit贸 a pasar a su oficina, donde me hizo saber que 茅l era el Comandante de Puesto y como tal hab铆a recibido 贸rdenes superiores para detenerme; luego me invit贸 a sentarme frente a 茅l en un vetusto escritorio, sobre el cual puso un libro de registros que sac贸 de un viejo escaparate y estirando la mano sobre un viejo portalapiceros tom贸 de 茅l, uno de madera con pluma de acero, con el que se dispuso a hacer las anotaciones de mi manifiesto, empezando con “las generales de ley”, como la pregunta “de caj贸n”, de cu谩l era mi nombre, a lo que respond铆 nerviosamente Alejandro N. M茅ndez Olivera, se帽or; continu贸 con mi edad, lugar de nacimiento, etc, etc.

Alejandro M茅ndez, nos ofrece una breve historia de su juventud, que revela su temprana rebeld铆a, la b煤squeda de la verdad y el conocimiento. De all铆 su grito de Viva Cuba, en la plaza de armas de su tierra natal, por donde Bol铆var pas贸, con su tropa, liderando la b煤squeda de Unidad de Am茅rica.
Bast贸 esa frase para conocer en carne propia lo dif铆cil que es gozar de la libertad, como un derecho sagrado, que lucha la humanidad. La prosa did谩ctica de Genaro o Alejandro M茅ndez, deleitar谩 al lector.
Mr. Ted
A prop贸sito de la visita que hiciera a nuestra patria el gobernante del pa铆s m谩s poderosos del orbe, el 23/03/02, George Walker Bush es lo que me motiva a rememorar un acontecimiento anecd贸tico en mi vida juvenil.
Creo que ser铆a dif铆cil que vuelva a ocurrirle a cualquier joven de m tierra, Caraz, all谩 en el a帽o 1959, cuando a煤n era Presidente de la Rep煤blica, en su segundo gobierno, don Manuel Prado Ugarteche. Me dificulta precisar la fecha por los a帽os transcurridos, nada menos que cuarentitr茅s; pero si puedo asegurar que fue un domingo al medio d铆a del mes de setiembre, ya que para m铆 marca un hito el d铆a 25 del mismo, y es por haber emigrado en esa fecha a esta virreynal ciudad.
El hecho es anecd贸tico por tratarse de la presencia en Caraz del hermano de uno de los m谩s c茅lebres presidentes de los EE.UU, John Fitzgeral Kennedy, pues se trataba nada menos que del 煤ltimo de los hermanos del Clan Kennedy y es el Senador por Masachusset Eduard Kennedy, conocido en el mundo pol铆tico como Ted Kennedy.

Ted Kennedy y Jackeline Kennedy
Cuando frisaba mis 25 a帽os de edad, casi en v铆speras de mi partida de la santa tierra que me viera nacer, con destino a esta noble e hidalga ciudad de Trujillo, se ten铆a confirmada la noticia del arribo al Per煤 de Mr. Ted; por consiguiente; la ciudad de “Caraz Dulzura” como la llamara el sabio italiano don Antonio Raimondi, ten铆a que ser el 煤nico lugar de visita despu茅s de Lima.
Por este motivo, todo el pueblo caracino y sus autoridades estaban pendientes del arribo de tan ilustre visitante. Mucho recuerdo que en comitiva se dirigieron las autoridades rumbo al peque帽o aer贸dromo caracino de nombre “San Miguel” donde despu茅s de una corta espera aterriz贸 un bimotor de la empresa a茅rea Elmer Fauccet trayendo al esperado visitante.
Despu茅s de unos arreglos baj贸 de la nave seguido de su personal de la Embajada norteamericana, as铆 como de algunos funcionarios del gobierno peruano que lo acompa帽aban. Realizados los saludos protocolares por las autoridades, el visitante y su s茅quito fueron conducidos a la Municipalidad Provincial acompa帽ados por una banda de m煤sicos del lugar, dirigida por la batuta del maestro C茅sar Escudero Acosta, ejecutando marchas de su amplio acervo m煤sical, cuyas notas arm贸nicas entusiasmaban al p煤blico apostado en las v铆as por donde pasaban las personalidades, para llegar a la meta que era la Casa Municipal, ubicada en el lado Nor occidental de la Plaza de Armas de nombre “Sim贸n Bolivar”.
La comitiva ocup贸 los balcones del edificio municipal; el colectivo copaba el tercio de la Plaza y aclamaba a los visitantes. Entre ese gent铆o encontr谩bame acompa帽ado de dos amigos, uno de ellos era mi recordado amigo Mauro Cano Rodolfo y el otro mi querido amigo y vecino, Enrique Castillo Ramos, quienes me flanqueaban.
El discurso de saludo y bienvenida estuvo a cargo del Se帽or Alcalde Provincial don Pedro C. Alba Almad贸s, quien declar贸 hu茅sped ilustre, entreg谩ndole las llaves de la ciudad a tan importante personalidad. Eduard Kennedy correspondi贸 con un escueto discurso en la lengua de Shakeaspare, que era traducido por el ingeniero caracino don Carlos Chueca a la lengua de Cervantes, el mismo que comenz贸 con un exordio muy insinuante colmado de saludos y agradecimientos a los oyentes.
El eminente pol铆tico enfoc贸 el contenido de su discurso haciendo saber los nobles prop贸sitos del gobierno norteamericano de colaborar con el Per煤, con la creaci贸n del gran Parque Nacional Huascar谩n. Cuesti贸n aparte, debo hacer recordar al lector, que en aquel entonces el mundo viv铆a en el aspecto pol铆tico, los efectos de la “guerra fr铆a” y del acontecimiento mundial de la Revoluci贸n Cubana, por lo que la juventud latinoamericana y peruana, en especial, no escapaban de las influencias de ambas, por lo que se notaban m谩s las simpat铆as por 茅sta 煤ltima, en oposici贸n a los EE.UU. L贸gicamente como pa铆s imperialista, la presencia de los visitantes no era objeto de muchas simpat铆as; por el contrario, causaba recelo en los j贸venes lugare帽os, de ese entonces.

Continuando con el relato, cuando ya el discurso casi llegaba a su parte final, 茅ste fue interrumpido abruptamente por un grito estent贸reo que profer铆 con la expresi贸n de ¡Viva Cuba! con lo cual sorprend铆 a todos, incluso a mis dos amigos acompa帽antes; pero el discursante continuaba impert茅rrito, as铆 como tambi茅n el traductor.
En esos instantes se not贸 el movimiento sigiloso de los miembros de seguridad del Senador norteamericano y de los elementos de la Guardia Civil, hoy Polic铆a Nacional del Per煤, pasando los tres (mis amigos y yo) por inadvertidos, cuando un polic铆a pas贸 por el lado nuestro, siendo ya las dos de la tarde termin贸 la ceremonia en la Plaza, por lo que me dirig铆 a mi domicilio, donde encontr茅 a mi se帽ora madre en cuya faz pude observar preocupaci贸n, quien me hizo saber con voz tr茅mula de que acababa de retirarse una pareja de polic铆as, que hab铆an ido en mi b煤squeda.
Esta situaci贸n me hizo reflexionar de que se trataba de una acci贸n de los cl谩sicos “soplones”, pero mostrando serenidad, le relat茅 las incidencias en la Plaza de Armas, mientras ella muy pacientemente me serv铆a el almuerzo. Una vez acabados mis alimentos, levant谩ndome de la mesa me brot贸 el pensamiento:
“ Al toro por las astas”, tom茅 la determinaci贸n de presentarme, de motuo propio, a la Comandancia Policial. As铆, cuando eran las cuatro de la tarde, sal铆 de la casa pidiendo tranquilidad a mi madre y dici茅ndole que pronto estar铆a de regreso. Segu铆 la ruta que me se帽al茅, para lo cual ten铆a que pasar por el Hotel “Araya” ubicado 茅ste en el jir贸n Mariano Melgar, hoy destruido por el terremoto de mayo de 1970, lugar donde ten铆a que hacer un alto obligatoriamente para entrevistarme con mi gran amigo Ra煤l Lamberto Araya D铆az, el popular “Don Sofo”, hijo del propietario del hotel, con el que logr茅 encontrarme, a quien comuniqu茅 lo ocurrido y a la vez le dije que me estaba dirigiendo ese instante a la Comisar铆a.
Le ped铆 que me llevara alimentos y ropa de cama en el supuesto de que fuera detenido; nos despedimos y continu茅 mi camino, hasta llegar al lugar indicado, donde encontr茅 al se帽or Comandante de Puesto, Sargento 2° de apellido Agama, a quien le sorprendi贸 mi presencia de ponerme a sus 贸rdenes. Me invit贸 a pasar a su oficina, donde me hizo saber que 茅l era el Comandante de Puesto y como tal hab铆a recibido 贸rdenes superiores para detenerme; luego me invit贸 a sentarme frente a 茅l en un vetusto escritorio, sobre el cual puso un libro de registros que sac贸 de un viejo escaparate y estirando la mano sobre un viejo portalapiceros tom贸 de 茅l, uno de madera con pluma de acero, con el que se dispuso a hacer las anotaciones de mi manifiesto, empezando con “las generales de ley”, como la pregunta “de caj贸n”, de cu谩l era mi nombre, a lo que respond铆 nerviosamente Alejandro N. M茅ndez Olivera, se帽or; continu贸 con mi edad, lugar de nacimiento, etc, etc.
Al final le ped铆 que hiciera la anotaci贸n que mi presencia all铆 se deb铆a a mi acci贸n voluntaria as铆 lo hizo; pero el se帽or polic铆a me comunic贸 que desde ese instante me encontraba detenido por orden de la Prefectura de Huaraz, cuyo motivo que yo era el cabecilla de una asonada, con el agravante de haber promovido un esc谩ndalo durante la ceremonia de recepci贸n al ilustre visitante, (desorden p煤blico).
Concluido este acto, fui conducido por el mismo comandante de puesto al temido calabozo, continente reducido en el que solamente se pod铆a permanecer de pie o en cuclillas, ambiente de una hediondez irrespirable, debido a los p煤tridos orines de los ocasionales inquilinos, el recinto por puerta ten铆a una reja de fierro, por donde se zarandeaba el fr铆gido aire serrano.
El paso de las horas tardaba m谩s de los normal, llegando as铆 las siete de la noche, lo que me pareci贸 una eternidad, la que se vio interrumpida por la presencia de mi amigo, Ra煤l lleg贸 con dos grandes portaviandas las cuales ten铆an cuatro recipientes, con virtuallas como para un fest铆n familiar, por lo que tuve que compartir con mi cancerbero. Es m谩s, 茅ste carg贸 con los excedentes para su “rancho”. Tambi茅n Ra煤l me llev贸 dos frazadas grandes atigradas, con las que me arrop茅 hasta el amanecer; pero entre todo lo que me llev贸 Ra煤l, fue una enorme carga de optimismo con sus expresiones de aliento que hoy resuenan en mi mente, las que valoro con admiraci贸n y ahora le doy mi eterna gratitud, cuando me dijo: “Hermano, no puedes permanecer ac谩 encerrado por m谩s de 24 Hrs.; ma帽ana a esta hora - refiri茅ndose a las 7:00 p.m. - ya debes estar en libertad”.
As铆 de simple, como si se tratara de un hombre experimentado, entendido en leyes, evitando mi desmoralizaci贸n y que se me cayera el mundo encima. Cumplida la hora de visita, Ra煤l se despidi贸, envi茅 con 茅l, un mensaje para mi empleador, el Dr. Bernardino Villegas Ramos, viejo abogado, aprista empedernido, de una amplia trayectoria pol铆tica, en cuyo estudio jur铆dico yo oficiaba de Secretario, a quien Ra煤l deber铆a comunicarle mi detenci贸n y las causas que suscitaron este hecho.
As铆 fue, porque al d铆a siguiente, muy temprano, acudi贸 el Dr. Villegas a mi aposento, parlament贸 conmigo acerca de mi detenci贸n y en tono paternal, me dio instrucciones, como producto de su vasta experiencia profesional, advirti茅ndome que deber铆a cumplirlas al pie de la letra en el momento de la manifestaci贸n. Me indic贸 que dijera al Comandante que la frase que exclam茅 en el mitin fue ¡Viva Cuba Libre!, expresi贸n que se conoc铆a por entonces como filonorteamericana, creada por los inmigrantes cubanos asilados en Miami; luego, despidi贸se el Dr. Villegas, demostr谩ndome su confianza en s铆 mismo.
Cuando ya eran las cuatro de la tarde se me evacu贸 del f茅tido recinto a la oficina jefactural, para que se me tomara la aludida manifestaci贸n en la que hice constar que la frase proferida en la ceremonia fue ¡Viva Cuba Libre!, la que fue anotada sin mayor dilaci贸n por parte del polic铆a. Terminada la sesi贸n se me devolvi贸 al calabozo.
Profesor Alejandro M茅ndez, Pdte de la Asociaci贸n de Caracinos en Trujillo, despidiendo a Isaias Zavaleta Figueroa, escritor,, matem谩tico y misionero de la fe.
Momentos posteriores, el Dr. Villegas, basado en esta aseveraci贸n, telef贸nicamente ante el Se帽or Prefecto plante贸 el alegato de mi defensa, quien manifest贸 que la tergiversaci贸n de la frase se debi贸 a una falsa percepci贸n auditiva de alguno de los “soplones”. La tarde entraba en penumbra, cuando de la Prefectura departamental llegaba telef贸nicamente a la Comisar铆a la orden al se帽or Comandante de Puesto la de libertad inmediata del detenido Alejandro M茅ndez Olivera. El Sargento Agama como buen subalterno, sin dudas ni murmuraciones, dio cumplimiento a la disposici贸n prefectural.
Fu铆 inmediatamente liberado , cumpli茅ndose as铆 la predicci贸n de la v铆spera de mi amigo Ra煤l, abandon茅 el puesto policial en compa帽铆a de mi abogado adhonoren y de mi fiel amigo, que nos aguardaba en la puerta de la Comisar铆a. El Dr. Villegas, muy entusiasmado por el 茅xito del caso, nos pidi贸 acudir al templo de Baco, para rendirle pleites铆a, lo que nosotros gustosos aceptamos.
Concluido este acto, fui conducido por el mismo comandante de puesto al temido calabozo, continente reducido en el que solamente se pod铆a permanecer de pie o en cuclillas, ambiente de una hediondez irrespirable, debido a los p煤tridos orines de los ocasionales inquilinos, el recinto por puerta ten铆a una reja de fierro, por donde se zarandeaba el fr铆gido aire serrano.
El paso de las horas tardaba m谩s de los normal, llegando as铆 las siete de la noche, lo que me pareci贸 una eternidad, la que se vio interrumpida por la presencia de mi amigo, Ra煤l lleg贸 con dos grandes portaviandas las cuales ten铆an cuatro recipientes, con virtuallas como para un fest铆n familiar, por lo que tuve que compartir con mi cancerbero. Es m谩s, 茅ste carg贸 con los excedentes para su “rancho”. Tambi茅n Ra煤l me llev贸 dos frazadas grandes atigradas, con las que me arrop茅 hasta el amanecer; pero entre todo lo que me llev贸 Ra煤l, fue una enorme carga de optimismo con sus expresiones de aliento que hoy resuenan en mi mente, las que valoro con admiraci贸n y ahora le doy mi eterna gratitud, cuando me dijo: “Hermano, no puedes permanecer ac谩 encerrado por m谩s de 24 Hrs.; ma帽ana a esta hora - refiri茅ndose a las 7:00 p.m. - ya debes estar en libertad”.
As铆 de simple, como si se tratara de un hombre experimentado, entendido en leyes, evitando mi desmoralizaci贸n y que se me cayera el mundo encima. Cumplida la hora de visita, Ra煤l se despidi贸, envi茅 con 茅l, un mensaje para mi empleador, el Dr. Bernardino Villegas Ramos, viejo abogado, aprista empedernido, de una amplia trayectoria pol铆tica, en cuyo estudio jur铆dico yo oficiaba de Secretario, a quien Ra煤l deber铆a comunicarle mi detenci贸n y las causas que suscitaron este hecho.
As铆 fue, porque al d铆a siguiente, muy temprano, acudi贸 el Dr. Villegas a mi aposento, parlament贸 conmigo acerca de mi detenci贸n y en tono paternal, me dio instrucciones, como producto de su vasta experiencia profesional, advirti茅ndome que deber铆a cumplirlas al pie de la letra en el momento de la manifestaci贸n. Me indic贸 que dijera al Comandante que la frase que exclam茅 en el mitin fue ¡Viva Cuba Libre!, expresi贸n que se conoc铆a por entonces como filonorteamericana, creada por los inmigrantes cubanos asilados en Miami; luego, despidi贸se el Dr. Villegas, demostr谩ndome su confianza en s铆 mismo.
Cuando ya eran las cuatro de la tarde se me evacu贸 del f茅tido recinto a la oficina jefactural, para que se me tomara la aludida manifestaci贸n en la que hice constar que la frase proferida en la ceremonia fue ¡Viva Cuba Libre!, la que fue anotada sin mayor dilaci贸n por parte del polic铆a. Terminada la sesi贸n se me devolvi贸 al calabozo.
Profesor Alejandro M茅ndez, Pdte de la Asociaci贸n de Caracinos en Trujillo, despidiendo a Isaias Zavaleta Figueroa, escritor,, matem谩tico y misionero de la fe.
Momentos posteriores, el Dr. Villegas, basado en esta aseveraci贸n, telef贸nicamente ante el Se帽or Prefecto plante贸 el alegato de mi defensa, quien manifest贸 que la tergiversaci贸n de la frase se debi贸 a una falsa percepci贸n auditiva de alguno de los “soplones”. La tarde entraba en penumbra, cuando de la Prefectura departamental llegaba telef贸nicamente a la Comisar铆a la orden al se帽or Comandante de Puesto la de libertad inmediata del detenido Alejandro M茅ndez Olivera. El Sargento Agama como buen subalterno, sin dudas ni murmuraciones, dio cumplimiento a la disposici贸n prefectural.
Fu铆 inmediatamente liberado , cumpli茅ndose as铆 la predicci贸n de la v铆spera de mi amigo Ra煤l, abandon茅 el puesto policial en compa帽铆a de mi abogado adhonoren y de mi fiel amigo, que nos aguardaba en la puerta de la Comisar铆a. El Dr. Villegas, muy entusiasmado por el 茅xito del caso, nos pidi贸 acudir al templo de Baco, para rendirle pleites铆a, lo que nosotros gustosos aceptamos.