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50.000 personas refugiadas rohingyas necesitan asistencia humanitaria urgente


En los últimos días, han llegado a Bangladés huyendo de la violencia en el estado de Rakhine, en el oeste del país. Para aquellos que aún permanecen varados al otro lado de la frontera con Birmania, la situación es desesperada.



Desde el 25 de agosto hasta el 6 de septiembre, más de 146.000 personas han llegado a Bangladés huyendo de la violencia en el estado de Rakhine, en Birmania. A esta cifra hay que añadirle las más de 75.000 personas que ya habían llegado a Bangladesh desde que comenzó la oleada de violencia en octubre de 2016.

La mayoría de los recién llegados se han instalado en los asentamientos improvisados que ya existían o en campamentos gestionados por ACNUR. También hay muchas personas en los tres nuevos asentamientos improvisados que han surgido estos días, y entre las comunidades de acogida. La situación más preocupante ahora mismo es la que afecta a miles de refugiados que están varados en ‘tierra de nadie’ en la frontera con Birmania. Ya antes de esta última llegada masiva de personas, muchos refugiados rohingya en Bangladés vivían bajo unas condiciones higiénicas inaceptables, en un entorno completamente inseguro, hacinados y totalmente expuestos a las inclemencias del tiempo.

Grandes flujos de personas

"Nuestros equipos no habían presenciado un desplazamiento de esta magnitud desde hace muchos años", explica Pavlo Kolovos, coordinador general de MSF en Bangladés "Se trata de enormes flujos de personas que llegan sin nada en las manos, extremadamente traumatizados, y sin haber tenido acceso a atención médica desde hace mucho tiempo. Algunas de las personas que llegan hasta aquí presentan heridas gravemente infectadas y estamos viendo a muchas mujeres con complicaciones obstétricas avanzadas. Es necesario que se amplíen los programas de ayuda humanitaria para atender a todas estas personas, ya que los riesgos potenciales para su salud comienzan a ser extremadamente preocupantes".

"Salí corriendo de casa con toda mi familia y en nuestra huida dispararon a mi hijo. Lo traje al hospital aquí en Bangladés y dejé a los otros miembros de mi familia en el bosque de Myanmar, a la intemperie, simplemente escondidos allí. No he sabido nada de ellos desde hace días. No sé qué hacer, estoy desesperado", explica un padre de familia de 49 años que prefiere permanecer en el anonimato.

Así, hemos movilizado más enfermeras, matronas y médicos para ayudar en la respuesta, y hemos establecido un segundo pabellón de atención médica en una de nuestras dos clínicas de Kutupalong. Nuestros equipos también están haciendo referencias de pacientes a otros hospitales a través de una red de ambulancias propia que funciona las 24 horas del día y distribuyen artículos básicos a los recién llegados. Además, nuestros dos nuevos equipos médicos ambulatorios están evaluando las necesidades médicas y tratando a los heridos

Sin acceso a asistencia sanitaria

"Las situación en la que se encuentran los cientos de miles de personas que permanecen en Myanmar es muy preocupante. No tienen acceso a la asistencia sanitaria y no hay actores médicos disponibles o autorizados para dar respuesta a sus necesidades sobre el terreno", afirma Kolovos. "Debido a que los niveles de cobertura de vacunación en el estado de Rakhine, al norte de Myanmar, son muy bajos, una de las prioridades más importantes en estos momentos debería ser la ampliación de las campañas de vacunación contra el sarampión y contra otras enfermedades. También se requieren más esfuerzos para combatir los altos niveles de desnutrición entre los rohingyas que ya están en Bangladesh, así como entre aquellos que aún se encuentran en el estado de Rakhine".

Aunque ha habido una distribución limitada de alimentos, algunos refugiados solo han recibido raciones de comida deshidratada y tienen muy poco acceso al agua potable. "Me dieron siete bolsitas de galletas para alimentar a mis hijos cuando llegué. Eso es todo lo que han comido", afirma un hombre, padre de cuatro hijos, que llegó de Birmania hace tres días. "Nos hemos instalado en los terrenos de una escuela, pero ya nos han dicho que mañana tendremos que salir de allí. No sé a dónde iremos”, se lamenta.




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