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"Los ojos rojos y la piel pálida y sensible del niño hacen que sobresalga entre las personas del África subsahariana"

ACNUR ayuda a un niño albino congoleño que huye de la brujería

21.10.13. elmercuriodigital.es ▫▫▫ Bernard Ntwari en Bujumbura, Burundi (ACNUR) – Anaclet sonríe y mira cariñosamente a su pequeño hijo, pero el viento que sopla desde el cercano Lago Tanganica no logra calmar sus pensamientos. Está realmente preocupado por la seguridad de Jeff, que es distinto a la mayoría de las personas.

Padre e hijo son refugiados de la República Democrática del Congo, pero no han huido de una guerra o violencia arbitraria como la mayoría de los cientos de miles de desplazados en la región de los Grandes Lagos de África. Están huyendo porque hay personas malas que quieren matar a Jeff, de 6 años, para quitarle los órganos y usarlos con fines de brujería.

“No paramos de movernos de un lugar a otro; buscamos un refugio seguro para nuestro hijo”, contó Anaclet a ACNUR en un centro de tránsito que abrió este año en el área de Kajaga de la capital de Burundi, Buyumbura. La agencia para los refugiados ha estado brindando protección a él y a su familia mientras se busca una solución.

El problema es que Jeff es albino, lo que lo pone en la mira en una región donde hay un índice de alfabetización bajo y la ignorancia alimenta supersticiones peligrosas. A veces, en Burundi, la república Democrática del Congo y Tanzania, los albinos son cazados como animales salvajes o atacados por gente que cree que las partes de sus cuerpos tienen poderes sobrenaturales y traen protección, suerte y salud.

Preocupados por esta situación, ACNUR y el grupo local de Albinos Sin Fronteras han lanzado una campaña en Burundi para generar conciencia entre los refugiados y habitantes locales sobre este trastorno, caracterizado por una enorme falta de pigmentación. ACNUR y Albinos Sin Fronteras ayudan a víctimas como Jeff.

Los ojos rojos y la piel pálida y sensible del niño hacen que sobresalga entre las personas del África subsahariana. No obstante, hasta hace poco, había llevado una vida relativamente tranquila con sus padres y sus cuatro hermanos en la ciudad de Uvira, a orillas del lago, en la provincia de Kivu Sur, República Democrática del Congo.

Sin embargo, todo esto cambió cuando Jeff tenía cinco años. Un miembro de un grupo armado Mai Mai irrumpió en la casa de la familia mientras todos dormían, lo dejó inconsciente de un golpe y lo metió en una bolsa. Anaclet se despertó y, con la ayuda de sus vecinos, luchó con el intruso y rescató a su hijo.

Algunos de los grupos Mai Mai de la región creen en lo sobrenatural y en la brujería y afirman que pueden convertirlos en invencibles o protegerlos de otras formas en el campo de batalla. Ellos utilizan las partes de los cuerpos de los albinos para confundir a sus enemigos.

Luego de este ataque, que dejó demasiado aterrado Jeff y provocó que no hablara por varios días, el grupo Mai Mai dijo a la familia que debían entregar Jeff o pagar USD 10.000 para poder irse. Si no respondían, los matarían a todos. “No podía entregar mi sangre, porque mi hijo es mi sangre. Por eso, decidí irme a Goma (en junio del año pasado), donde un familiar accedió a acoger a mi familia”, declaró Anaclet, haciendo referencia a la capital de la provincia vecina de Kivu Norte.

No obstante, dos meses después, tuvieron que huir nuevamente a Kivu Sur para escapar de los enfrentamientos entre el gobierno congoleño y los miembros del movimiento rebelde M23 en el área de Goma. Se hospedaron con un pastor anglicano en Bukavu, pero debieron irse tras unos días porque el pastor temía que la presencia de Jeff pusiera a su familia en peligro. El pastor recaudó dinero de su congregación y se lo dio a la familia de Jeff.

Decidieron huir a Burundi y terminaron en el distrito Kamenge de la capital, Buyumbura, en agosto de 2012. “Mi marido retomó su trabajo como plomero y yo empecé a vender ndagala (un pequeño pez) en el mercado”, recordó Solange, madre de Jeff. Pero su pesadilla no había terminado. “El 6 de agosto de este año, alguien arrojó una granada a la casa y acabó con nuestra tranquilidad”, agregó.

Entonces, buscaron la ayuda de la Comisión Nacional para la Protección de Refugiados y Apátridas del gobierno, así como también del ACNUR, que ha estado brindando protección, cobijo y asistencia mientras se busca una solución permanente.

Catherine Huck, representante del ACNUR en Burundi, destacó que la cooperación con Albinos Sin Fronteras también es importante para ayudar a personas como Jeff. “Esperamos que esta cooperación contribuya a respetar más los derechos de los albinos”, remarcó. También afirmó que ambas organizaciones seguirán trabajando juntas.

 “Los gobiernos de los países donde todavía prevalecen las creencias erróneas relacionadas con la brujería deberían tomar las medidas pertinentes para garantizar el respeto, la promoción y la protección de los derechos de los albinos”, declaró Huck, destacando el derecho a la educación que tienen los niños como Jeff.

En los últimos años, el gobierno de Burundi ha respondido al problema mediante el arresto y el procesamiento de aquellos sospechosos de haber secuestrado y matado albinos. Asimismo, ha agrupado a los albinos en sitios protegidos por la policía. Sin embargo, esto no es suficiente.

Mientras tanto, en el centro de tránsito de Kajaga, Jeff se encuentra pensativo, atento y alerta. Su hermana mayor, Justine, de 10 años, lo protege y está cerca suyo todo el tiempo. “No quiero que sufra”, confesó tímidamente. Jeff asintió con una sonrisa, olvidándose, por un instante, del fuerte sol que le da picazón.

 “Sólo necesitamos que protejan a nuestro hijo de los brujos y grupos rebeldes”, manifestó Solange. “Estamos muy preocupados”.

Gracias al Voluntario En Línea Mauro Javier Tallarico por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto. 




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