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Esperando obtener una nacionalidad y echar raíces en un país

“Rueda… empujada por la brisa. Así es la apatridia”

•elmercuriodigital ▫ Valeria Chednichenko, BRUSELAS (Bélgica), (ACNUR) – Hace tres años, Railya Abulkhanova dijo a un equipo de filmación del ACNUR que se sentía como una planta rodadora. “Rueda… empujada por la brisa. Así es la apatridia”, explicó en una entrevista para una serie de historias sobre la apatridia. “Y yo quiero echar raíces”, añadió.

Al igual que muchas otras personas apátridas del mundo, entre ellas miles de las ex repúblicas soviéticas, todavía está esperando. Sin nacionalidad, a las personas apátridas les resulta difícil acceder a los servicios y los derechos de los que disfrutan los ciudadanos. Pero por primera vez en muchos años y tras varios intentos fallidos, Railya espera obtener pronto una nacionalidad.
UNHCR

En 2011, en el momento de realizarse la entrevista, Railya, de etnia tártara, estaba viviendo en Francia tras haberse inscrito en este país como apátrida. Nació en Kazajstán cuando este país era una República Soviética y en 1990, cuando tenía 17 años, se trasladó a la ciudad rusa de Ufa para cursar estudios en la universidad. Era una ciudadana soviética con pasaporte, pero la joven vivía en Rusia con un permiso de residencia temporal, denominado propiska.

Todo parecía ir bien pero, en 1991, la Unión Soviética se desintegró y Railya y otros muchos miles de personas quedaron fuera del sistema cuando los nuevos Estados independientes como Kazajstán aprobaron sus propias leyes de nacionalidad. “Nuestras mentes no eran capaces de procesar la noticia de que la Unión [Soviética] se había desintegrado. Nadie creía que eso pudiera suceder”, dijo Railya al ACNUR durante una llamada telefónica que efectuó desde Francia.

En 1995 fue a estudiar a Tashkent, en Uzbekistán, otra ex república soviética, donde trabajó como profesora y realizó un doctorado en filología. En 2005, solicitó la naturalización, confiando en que su situación como profesora universitaria con varias publicaciones en su haber facilitaría el proceso, pero estaba equivocada.

Sin embargo, Railya está agradecida a Francia, país al que llegó en 2009 tras contraer matrimonio con un ciudadano francés. Obtuvo el estatuto de apatridia, lo que le da derecho a ciertas modalidades de asistencia. Railya explicó al ACNUR que la obtención del estatuto de apatridia le había dado “cierta confianza… cierta seguridad sobre mi situación y también, en teoría, el derecho a trabajar, a estudiar y a asistencia médica”.

El reconocimiento, por parte de Francia, del estatuto de apatridia no ha resuelto los problemas de Railya. Le da derecho a trabajar pero le ha costado mucho encontrar un empleo a tiempo completo. Mientras tanto ha trabajado esporádicamente como intérprete. En un principio, los empleadores potenciales la trataban con recelo porque no estaban familiarizados con el concepto de apatridia. Ahora, dice, “después de haber visto en YouTube el vídeo grabado por el ACNUR en el que cuento mi historia, me hacen menos preguntas sobre mi extraña situación”.

Cuando Railya se inscribió en Francia como apátrida, ello también le dio derecho a un documento de viaje, pero, a pesar a ello, sigue teniendo problemas para viajar al extranjero, incluso para regresar a Kazajstán a visitar a sus padres.

“Es un documento anticuado”, dice hablando del pase obtenido en Francia, y añade que “a causa de ese documento de viaje tengo que esperar entre 2 y 3 horas en el control de inmigración”. Explica que es más fácil conseguir un visado para entrar en Kazajstán para su marido que para ella. “En cambio yo soy kazaja y él no”, señala con ironía.

En 2011, Railya, harta ya de tantos problemas, solicitó primero la ciudadanía francesa pero se la denegaron porque por entonces no tenía empleo. A pesar de este contratiempo, a principios de este año Railya presentó una nueva solicitud basada en su matrimonio.

Railya tuvo que  presentar la solicitud dos veces porque los funcionares de inmigración franceses detectaron un error en el certificado de nacimiento de su esposo. Sin embargo, pese a tantas dificultades y después de consultar los archivos, Railya espera esta vez una respuesta positiva.

Y ya confía más en poder encontrar un empleo permanente. Hace dos años realizó un curso de secretariado gracias al cual logró encontrar trabajo en un proyecto de cuatro meses en una empresa agrícola estadounidense. “La sensación de tener una patria... es algo que había olvidado hace tiempo y me recuerda mi primer enamoramiento en la escuela elemental… pero experimenté algo similar a esa sensación cuando estaba trabajando”, dice.

Aún queda mucho por hacer para reducir el número de personas apátridas en Francia (más de 1.200) y Europa (se estima que hay unas 600.000) y garantizar que las personas como Railya puedan disfrutar de los derechos fundamentales y tengan la oportunidad de adquirir una nacionalidad algún día.

“Estoy segura de que algún día tendré una patria y podré decir con propiedad “Regreso a casa”. Y que tendré la oportunidad de construir mi futuro”, explica Railya, que este mes tendrá la oportunidad de contar su historia en los Países Bajos. Intervendrá en un foro mundial sobre la apatridia, de tres días de duración, organizado conjuntamente en La Haya el ACNUR  y la Universidad de Tilburg.


Gracias a la Voluntaria En Línea Luisa Merchán por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.




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