Javier Ortiz
28.07.2003Lo malo que tiene ser comentarista político es que no te queda más remedio que responder a las estupideces que sueltan los que ocupan la escena de la actualidad.
Por ejemplo: el secretario de Libertades Públicas y Desarrollo Autonómico del PSOE, Juan Fernando López Aguilar, afirma con mucho énfasis que es una desvergüenza que el «plan Ibarretxe» no diga ni una sola palabra sobre la violencia de ETA y tú no puedes escaparte de decirle que (a) «el plan Ibarretxe» todavía no dice nada, porque aún no ha sido formulado, y (b) el borrador de documento que anda circulando por ahí sí se refiere a la violencia de ETA, y de manera asaz contundente.
Y si luego aparece el ministro del Interior, Ángel Acebes, y sostiene que lo que debería hacer el Gobierno vasco es detener a los comandos de ETA y dejarse de plantear reivindicaciones, te ves forzado a responderle, en razón de tu oficio, que lo que debería hacer el Gobierno de Madrid –que sigue teniendo plenas atribuciones en la lucha antiterrorista, Euskadi incluida– es detener comandos y no perder el tiempo criticando al Gobierno vasco, que no puede hacer nada contra ETA en Cantabria, porque carece de atribuciones en ese territorio.
Y si, por último, el presidente de la Comunidad Autónoma de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, se exalta mucho y proclama en tono campanudo que mientras ETA exista «no puede haber otra prioridad» que luchar contra ella, estás forzado a responderle que esa aseveración es una perfecta vaciedad, propia de un cantamañanas como él, porque, si los políticos no tuvieran más prioridad que la lucha contra ETA, dejarían de cumplir montones de deberes que son pura y simplemente ineludibles.
Gracias al cielo, ya apenas ejerzo de comentarista político. En virtud de lo cual, cuando me topo por enésima vez con las mismas tonterías en boca de los mismos tontos, los pongo a caldo para mi propio coleto, o lo charlo distraidamente con los amigos –es el caso de este comentario–, y procedo a ocuparme acto seguido de tareas bastante más estimulantes. Como leer, por ejemplo. O como ver que amanece sobre Tenerife y el sol dibuja en el horizonte –hoy también– un cuadro de insólita belleza, con el mar y las nubes fundidos en capas de bruma cargadas de luz, que pronto se desbordará para que sepamos que ha nacido un nuevo día.