Por Abdeslam Baraka
El futuro de América Latina dependerá de la conjunción de sus respectivas voluntades políticas y de la convergencia de los objetivos de sus Pueblos, a través de sus propios y auténticos valores, libremente y democráticamente consentidos.
Hablan el mismo idioma, practican la misma religión, se supone que abrazan los mismos valores, pero nunca se consideró a los pueblos de América latina como parte de Occidente. No importa que tengan una historia común, o que hayan sobrevivido a las vicisitudes de la época negra e inquisitiva de la iglesia. Tampoco parecen influir sus cumbres, sus lazos con la Península Ibérica, con EE.UU o con el resto del mundo. Lo cierto es que en la terminología política contemporánea, América latina no forma parte de Occidente.
¿Que es lo que excluye los países de América latina del bloque Occidental? Ciertamente, es una cuestión que intriga. Aunque no parece serlo para Ignacio Padilla, que desde México, considera en su ensayo "la isla de las tribus perdidas", que " Tanto le duele el mar a América Latina que decidió vivir de espaldas a él" y que "el hecho de que no se haya asumido totalmente es lo que ha llevado a negar y mal copiar lo que ha funcionado allí" (en occidente).
Desde Africa, se ven las cosas de manera radicalmente diferente del punto de vista de Padilla. No es por ser extranjeros a esas generosas tierras que tenemos que verlas con anteojos o que Padilla por su nacimiento las conozca mejor. La historia está escrita y se lee de una sola manera.
Nadie puede negar que América Latina, sufrió una colonización salvaje, cruel y expoliadora que hizo mella en la consciencia de los pueblos del lejano continente. Hasta la propia iglesia católica no tuvo piedad de esos "esclavos" y "seres indígenas sin alma" que sobrevivieron a masacres, traiciones y pillajes sistemáticos de sus territorios. Una verdadera vergüenza histórica que algunas mentes enfermas quisieron justificar, por la necesidad de "civilizar" y "domesticar" a su prójimo con el único propósito, cierto, de esclavizar a un semejante y despojarlo de tantos valores y bienes que tuviera.
Es pues Occidente quien excluye a América Latina, por haberla percibido desde el inicio como una Terra Nullius, donde era legítimo repartir la propiedad entre los colonos, descubridores de las nuevas colonias. En el subconsciente europeo, se mantenía el sentimiento de arrogancia y dominación que no deja lugar al acercamiento y asimilación que hubiesen podido erigir los puentes de una misma y sola civilización.
No es casual que los propios descendientes de los primeros colonos, apegados ya a la tierra y a los pueblos que los acogen se hayan sublevado contra las potencias coloniales, destacando, muchos de ellos, por el título de Libertador. No hay mas que mencionar a Simón Bolivar, José de San Martin, José Bonifacio, Artigas Arnal y muchos mas, para recordar el cisma histórico y el antagonismo entre dos mundos que no pudieron conciliar sus intenciones y vivencias.
Hoy en día, las cosas han cambiado. América Latina ofrece ejemplos de democracia consolida y de desarrollo económico emergente. Digo emergente por utilizar la terminología consagrada y por no decir las cosas como son: "Desarrollo económico amenazador de los intereses de Occidente". Pero la historia sigue su ineludible curso y la lucha continua aunque se desarrolla en los bosques del amazonas, en la organización mundial de comercio y en la resurrección de una nueva clase política en busca de una identidad perdida.
Nada parece acercar esas dos partes de un mismo mundo. Ni las jugosas inversiones, ni las simbólicas y no siempre sinceras o desinteresadas ayudas al desarrollo, llegan a plasmar esta peculiar relación en un proyecto común.
Por ello mismo, América Latina seguirá siendo lo que es o dicho de otra manera, lo que no es y no será, es decir, Occidente. Son muchas la venas que riegan sus tierras generosas de humanismo, de orgullo y de solidaridad, para dejar que su sangre se diluya en las lágrimas de un sistema injusto y decadente.
Se diría que las divinidades Aztecas, Incas y Mayas siguen protegiendo a sus pueblos, a pesar del poder destructivo del fuego y del hierro.
Pero al igual que el mundo árabe, el continente africano o la comunidad europea, América Latina no es una comunidad homogénea. No tiene porque sufrir guerra de secesión alguna para serrar filas a la manera de Estados Unidos de América. Su futuro dependerá de la conjunción de sus respectivas voluntades políticas y de la convergencia de los objetivos de sus Pueblos, a través de sus propios y auténticos valores, libremente y democráticamente consentidos.
El futuro de América Latina dependerá de la conjunción de sus respectivas voluntades políticas y de la convergencia de los objetivos de sus Pueblos, a través de sus propios y auténticos valores, libremente y democráticamente consentidos.
Hablan el mismo idioma, practican la misma religión, se supone que abrazan los mismos valores, pero nunca se consideró a los pueblos de América latina como parte de Occidente. No importa que tengan una historia común, o que hayan sobrevivido a las vicisitudes de la época negra e inquisitiva de la iglesia. Tampoco parecen influir sus cumbres, sus lazos con la Península Ibérica, con EE.UU o con el resto del mundo. Lo cierto es que en la terminología política contemporánea, América latina no forma parte de Occidente.
¿Que es lo que excluye los países de América latina del bloque Occidental? Ciertamente, es una cuestión que intriga. Aunque no parece serlo para Ignacio Padilla, que desde México, considera en su ensayo "la isla de las tribus perdidas", que " Tanto le duele el mar a América Latina que decidió vivir de espaldas a él" y que "el hecho de que no se haya asumido totalmente es lo que ha llevado a negar y mal copiar lo que ha funcionado allí" (en occidente).
Desde Africa, se ven las cosas de manera radicalmente diferente del punto de vista de Padilla. No es por ser extranjeros a esas generosas tierras que tenemos que verlas con anteojos o que Padilla por su nacimiento las conozca mejor. La historia está escrita y se lee de una sola manera.
Nadie puede negar que América Latina, sufrió una colonización salvaje, cruel y expoliadora que hizo mella en la consciencia de los pueblos del lejano continente. Hasta la propia iglesia católica no tuvo piedad de esos "esclavos" y "seres indígenas sin alma" que sobrevivieron a masacres, traiciones y pillajes sistemáticos de sus territorios. Una verdadera vergüenza histórica que algunas mentes enfermas quisieron justificar, por la necesidad de "civilizar" y "domesticar" a su prójimo con el único propósito, cierto, de esclavizar a un semejante y despojarlo de tantos valores y bienes que tuviera.
Es pues Occidente quien excluye a América Latina, por haberla percibido desde el inicio como una Terra Nullius, donde era legítimo repartir la propiedad entre los colonos, descubridores de las nuevas colonias. En el subconsciente europeo, se mantenía el sentimiento de arrogancia y dominación que no deja lugar al acercamiento y asimilación que hubiesen podido erigir los puentes de una misma y sola civilización.
No es casual que los propios descendientes de los primeros colonos, apegados ya a la tierra y a los pueblos que los acogen se hayan sublevado contra las potencias coloniales, destacando, muchos de ellos, por el título de Libertador. No hay mas que mencionar a Simón Bolivar, José de San Martin, José Bonifacio, Artigas Arnal y muchos mas, para recordar el cisma histórico y el antagonismo entre dos mundos que no pudieron conciliar sus intenciones y vivencias.
Hoy en día, las cosas han cambiado. América Latina ofrece ejemplos de democracia consolida y de desarrollo económico emergente. Digo emergente por utilizar la terminología consagrada y por no decir las cosas como son: "Desarrollo económico amenazador de los intereses de Occidente". Pero la historia sigue su ineludible curso y la lucha continua aunque se desarrolla en los bosques del amazonas, en la organización mundial de comercio y en la resurrección de una nueva clase política en busca de una identidad perdida.
Nada parece acercar esas dos partes de un mismo mundo. Ni las jugosas inversiones, ni las simbólicas y no siempre sinceras o desinteresadas ayudas al desarrollo, llegan a plasmar esta peculiar relación en un proyecto común.
Por ello mismo, América Latina seguirá siendo lo que es o dicho de otra manera, lo que no es y no será, es decir, Occidente. Son muchas la venas que riegan sus tierras generosas de humanismo, de orgullo y de solidaridad, para dejar que su sangre se diluya en las lágrimas de un sistema injusto y decadente.
Se diría que las divinidades Aztecas, Incas y Mayas siguen protegiendo a sus pueblos, a pesar del poder destructivo del fuego y del hierro.
Pero al igual que el mundo árabe, el continente africano o la comunidad europea, América Latina no es una comunidad homogénea. No tiene porque sufrir guerra de secesión alguna para serrar filas a la manera de Estados Unidos de América. Su futuro dependerá de la conjunción de sus respectivas voluntades políticas y de la convergencia de los objetivos de sus Pueblos, a través de sus propios y auténticos valores, libremente y democráticamente consentidos.