Por Álvaro Cuadra
El año que termina ha sido para nuestro país un año inusual en varios sentidos. Bastará recordar las catástrofes naturales que nos han asolado con fuerza, así como las tragedias en la minería o los recintos penitenciarios.
En el dominio político, tras la derrota concertacionista y el ascenso de la derecha al poder, se ha verificado un doble proceso: por una parte, la consolidación de un estilo de gobierno y, por otra, la degradación del otrora poderoso conglomerado de la Concertación.
Tal como era previsible, la oposición al nuevo gobierno de derecha debía enfrentarlo en tres grandes escenarios, a saber: la presencia en los medios de comunicación, la capacidad de organizar robustos movimientos sociales y, desde luego una estrategia compartida por los partidos políticos de oposición en el poder legislativo. Al mirar en retrospectiva este primer año, debemos admitir que las fuerzas opositoras no han cosechado éxitos en ninguno de los ámbitos señalados. Más bien ha ocurrido lo contrario, pues hasta el presente no han logrado siquiera acuerdos legislativos básicos para enfrentar a la derecha.
Esta fuerte degradación de los partidos y personeros de oposición ha permitido el despliegue de las políticas de gobierno con muy escasa resistencia. A lo anterior se suma un astuto manejo de las coyunturas mediáticas y una movilización social en estado de hibernación. Con todo, la alianza en el gobierno no ha estado exenta de tensiones derivadas del excesivo personalismo de la figura presidencial y del escaso papel de los partidos políticos que la constituyen. Asimismo, han surgido algunas voces críticas en el gobierno que reclaman una mayor participación en las delicadas decisiones del Ejecutivo y una preocupación por la proyección política de largo plazo del sector.
El próximo año se prevé como un periodo de febril actividad política, pues, tal como ha anunciado el propio presidente, señor Piñera, el próximo año se propone una serie de reformas estructurales en cuestiones tan sensibles para el país como el sector educación y salud. Si los partidos de oposición no enmiendan su rumbo, es altamente probable que la derecha imponga su agenda privatizadora sin mayores problemas, utilizando para ello todo el camino ya pavimentado por los gobiernos concertacionistas durante dos décadas.
El balance opositor 2010 arroja un resultado paupérrimo. Si bien este ha sido un año anómalo en muchos sentidos, ello no excusa la responsabilidad de quienes conducen la política opositora. Tras la derrota electoral a principios de año, los partidos y figuras que componen esa ala del espectro político no han sido capaces de plantear una estrategia razonable, para no hablar de un proyecto, capaz de enfrentar la arremetida neoliberal en el gobierno. Todo ello no presagia nada bueno en las próximas confrontaciones electorales y augura una travesía por el desierto más prolongada de lo que se pensó inicialmente.
· Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS
El año que termina ha sido para nuestro país un año inusual en varios sentidos. Bastará recordar las catástrofes naturales que nos han asolado con fuerza, así como las tragedias en la minería o los recintos penitenciarios.
En el dominio político, tras la derrota concertacionista y el ascenso de la derecha al poder, se ha verificado un doble proceso: por una parte, la consolidación de un estilo de gobierno y, por otra, la degradación del otrora poderoso conglomerado de la Concertación.
Tal como era previsible, la oposición al nuevo gobierno de derecha debía enfrentarlo en tres grandes escenarios, a saber: la presencia en los medios de comunicación, la capacidad de organizar robustos movimientos sociales y, desde luego una estrategia compartida por los partidos políticos de oposición en el poder legislativo. Al mirar en retrospectiva este primer año, debemos admitir que las fuerzas opositoras no han cosechado éxitos en ninguno de los ámbitos señalados. Más bien ha ocurrido lo contrario, pues hasta el presente no han logrado siquiera acuerdos legislativos básicos para enfrentar a la derecha.
Esta fuerte degradación de los partidos y personeros de oposición ha permitido el despliegue de las políticas de gobierno con muy escasa resistencia. A lo anterior se suma un astuto manejo de las coyunturas mediáticas y una movilización social en estado de hibernación. Con todo, la alianza en el gobierno no ha estado exenta de tensiones derivadas del excesivo personalismo de la figura presidencial y del escaso papel de los partidos políticos que la constituyen. Asimismo, han surgido algunas voces críticas en el gobierno que reclaman una mayor participación en las delicadas decisiones del Ejecutivo y una preocupación por la proyección política de largo plazo del sector.
El próximo año se prevé como un periodo de febril actividad política, pues, tal como ha anunciado el propio presidente, señor Piñera, el próximo año se propone una serie de reformas estructurales en cuestiones tan sensibles para el país como el sector educación y salud. Si los partidos de oposición no enmiendan su rumbo, es altamente probable que la derecha imponga su agenda privatizadora sin mayores problemas, utilizando para ello todo el camino ya pavimentado por los gobiernos concertacionistas durante dos décadas.
El balance opositor 2010 arroja un resultado paupérrimo. Si bien este ha sido un año anómalo en muchos sentidos, ello no excusa la responsabilidad de quienes conducen la política opositora. Tras la derrota electoral a principios de año, los partidos y figuras que componen esa ala del espectro político no han sido capaces de plantear una estrategia razonable, para no hablar de un proyecto, capaz de enfrentar la arremetida neoliberal en el gobierno. Todo ello no presagia nada bueno en las próximas confrontaciones electorales y augura una travesía por el desierto más prolongada de lo que se pensó inicialmente.
· Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS