Por Txente Rekondo
El ataque contra el Parlamento checheno ha cuestionado el supuesto éxito de la política rusa y de su «aliado» local, Ramzan Kadirov, en «la pacificada Chechenia». Además, la acción guerrillera de agosto en Tsentoroi, pueblo natal de Kadirov, evidencia que declaraciones en el sentido de que este tipo de situaciones no son habituales en una «estable y segura» Chechenia, son más deseo que realidad.
Los ataques y enfrentamientos armados en las repúblicas del Cáucaso Norte han aumentado en los últimos meses, una situación propiciada, a juicio del autor, por las divisiones en las filas del movimiento guerrillero y la decisión de Moscú de mantener su estrategia para la región.
Durante los últimos meses se ha repetido esa teoría sobre la supuesta «pacificación» chechena, presentando datos sobre ataques guerrilleros que situaban a Daguestán, Inghusetia y Kabardino-Balkaria como las repúblicas con mayor número de atentados, seguidas de Chechenia y Karachaevo-Cherkesia. No obstante, los recientes acontecimientos en Chechenia pueden echar por tierra esas teorías.
El aumento cualitativo de los ataques de la resistencia chechena ha abierto la puerta a las especulaciones y las interpretaciones. Nadie duda que estas operaciones ponen en una delicada situación al presidente prorruso Ramzan Kadirov, que ya en el pasado ha venido manteniendo un tenso pulso con sus aliados en Moscú.
Pero al mismo tiempo hay quien sugiere que de aumentar esos ataques (y hay datos objetivos que apuntan en esa dirección) los dirigentes rusos tendrían que replantearse su política hacia Chechenia, y algunas fuentes señalan que las presiones internas del sector siloviki podrían desembocar en una vuelta al pasado, con un aumento de las tropas federales y una abierta política «antiterrorista».
Durante estas semanas, en Daguestán se han sucedido los ataques contra policías, empresarios y «colaboradores». Las elecciones municipales del pasado 10 de octubre estuvieron marcadas por la violencia y el fraude, mientras las fuerzas federales aplican los métodos más salvajes de la guerra sucia y Moscú ha decidido aumentar la presencia militar.
La delicada situación económica en esta república norcaucásica, con un alto índice de paro, movimientos migratorios importantes, una excesiva dependencia hacia el sector gubernamental y un importante déficit en el sector energético, unidos a la diversidad étnica y a la situación de «guerra abierta», son factores desestabilizadores que sitúan a Daguestán en el primer puesto del ranking explosivo de la región.
Las cosas tampoco van mejor para los intereses de Moscú en Kabardino-Balkaria. Cuando recién se ha cumplido el quinto aniversario del enfrentamiento en Nalchik (más de cien muertos) la situación ha empeorado ostensiblemente. Los ataques contra fuerzas policiales, infraestructuras energéticas, fuerzas federales y otros responsables institucionales de la república se están convirtiendo en algo «normal».
La actitud del Gobierno local también tiene responsabilidad directa en el aumento de la resistencia. Las discriminaciones y persecuciones hacia la comunidad musulmana han radicalizado a importantes sectores de la misma que no han dudado en sumarse a los grupos guerrilleros que operan en la región.
Otro frente que se le puede abrir a Moscú, si no lo ha hecho ya, es el de los circasianos y su rechazo a la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi, en 2014. Para ellos, esa ciudad es símbolo del genocidio cometido contra su pueblo por las tropas imperiales rusas, que acabó con la vida de muchos circasianos o con su deportación forzada. En los últimos meses, la diáspora circasiana está llevando a cabo una importante campaña que está facilitando que sus demandas encuentren eco en parte de la prensa mundial.
La situación en Inghusetia es también un factor importante de cara al futuro. El pasado día 4, los dirigentes de la insurgencia local anunciaron un importante cambio en su estrategia, manifestando su intención de detener temporalmente los ataques contra las fuerzas policiales (no así contra los «colaboradores y chivatos locales») y dotando de un fuerte contenido nacionalista a su discurso.
Sin embargo, en estos meses otro factor más se ha sumado al ya de por sí complejo escenario del Cáucaso Norte: la división en el seno del movimiento insurgente. Y lo que parece que está detrás, más allá de las siempre mediáticas teorías conspirativas, es el pulso entre una tendencia islamista y otra de corte nacionalista.
Cuando en setiembre del 2007 se anunció públicamente la creación del Emirato Islámico del Cáucaso, los diferentes grupos guerrilleros de la región quisieron materializar una unión en torno a una estructura común, dotando a esa entidad de «un nuevo nombre» que al mismo tiempo «remarcase su carácter islamista».
Durante estos años su cabeza visible ha sido el antiguo presidente de Ichkeria (Chechenia), Doku Umarov, que ha sabido atraer a nuevas generaciones de insurgentes, fuertemente influenciados por figuras ya desaparecidas de la resistencia.
El pasado mes de agosto tuvo lugar un «extraño» acontecimiento en torno a Umarov. Su aparición pública en un video, anunciando su dimisión y el nombramiento de su sucesor sorprendió a muchos, pero todavía lo hizo aún más su retractación días después al afirmar que todo fue una maniobra rusa y volver a ocupar el puesto de emir.
La primera reacción de expulsar a los comandantes chechenos y su respuesta anunciando la ruptura con Umarov muestran el pulso que siempre se ha dado dentro de la resistencia en torno a su eje ideológico central. Por un lado, encontramos a aquellos que priorizan el carácter islamista y buscan aprovechar la influencia global del yihadismo para su causa (a pesar de que hasta hace poco el apoyo de éste a la causa del Cáucaso norte no ha ido más allá de alguna declaración propagandística de simpatía) y, por otro, a quienes defienden el carácter nacional de su lucha y rechazan la pérdida de referentes locales, algo más que evidente en el caso de Chechenia, considerada en su momento el motor de la resistencia.
Los comandantes guerrilleros chechenos han manifestado su deseo de reconducir la situación, pero no ocultan su desilusión con la idea actual del Emirato del Cáucaso. Por ello, han solicitado un cambio radical y una reorganización de tipo confederal, donde el emir tendría un mero papel nominal.
Estas tensiones internas van a ser aprovechadas por Moscú -algunas fuentes señalan el interés de los sectores de la seguridad y silovikis para debilitar al movimiento resistente- y por voces del mundo yihadista, que no dudan en buscar nuevas sintonías con un movimiento que históricamente no ha tenido relación directa con esa corriente islamista.
El invierno ha llegado también al Cáucaso Norte y a partir de ahora se pueden suceder los acontecimientos en esa explosiva región.
*Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20101227/240010/es/La-realidad-revienta-espejismo-pacificado-Caucaso-Norte
Fecha de publicación del artículo original: 27/12/2010
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El ataque contra el Parlamento checheno ha cuestionado el supuesto éxito de la política rusa y de su «aliado» local, Ramzan Kadirov, en «la pacificada Chechenia». Además, la acción guerrillera de agosto en Tsentoroi, pueblo natal de Kadirov, evidencia que declaraciones en el sentido de que este tipo de situaciones no son habituales en una «estable y segura» Chechenia, son más deseo que realidad.
Los ataques y enfrentamientos armados en las repúblicas del Cáucaso Norte han aumentado en los últimos meses, una situación propiciada, a juicio del autor, por las divisiones en las filas del movimiento guerrillero y la decisión de Moscú de mantener su estrategia para la región.
Durante los últimos meses se ha repetido esa teoría sobre la supuesta «pacificación» chechena, presentando datos sobre ataques guerrilleros que situaban a Daguestán, Inghusetia y Kabardino-Balkaria como las repúblicas con mayor número de atentados, seguidas de Chechenia y Karachaevo-Cherkesia. No obstante, los recientes acontecimientos en Chechenia pueden echar por tierra esas teorías.
El aumento cualitativo de los ataques de la resistencia chechena ha abierto la puerta a las especulaciones y las interpretaciones. Nadie duda que estas operaciones ponen en una delicada situación al presidente prorruso Ramzan Kadirov, que ya en el pasado ha venido manteniendo un tenso pulso con sus aliados en Moscú.
Pero al mismo tiempo hay quien sugiere que de aumentar esos ataques (y hay datos objetivos que apuntan en esa dirección) los dirigentes rusos tendrían que replantearse su política hacia Chechenia, y algunas fuentes señalan que las presiones internas del sector siloviki podrían desembocar en una vuelta al pasado, con un aumento de las tropas federales y una abierta política «antiterrorista».
Durante estas semanas, en Daguestán se han sucedido los ataques contra policías, empresarios y «colaboradores». Las elecciones municipales del pasado 10 de octubre estuvieron marcadas por la violencia y el fraude, mientras las fuerzas federales aplican los métodos más salvajes de la guerra sucia y Moscú ha decidido aumentar la presencia militar.
La delicada situación económica en esta república norcaucásica, con un alto índice de paro, movimientos migratorios importantes, una excesiva dependencia hacia el sector gubernamental y un importante déficit en el sector energético, unidos a la diversidad étnica y a la situación de «guerra abierta», son factores desestabilizadores que sitúan a Daguestán en el primer puesto del ranking explosivo de la región.
Las cosas tampoco van mejor para los intereses de Moscú en Kabardino-Balkaria. Cuando recién se ha cumplido el quinto aniversario del enfrentamiento en Nalchik (más de cien muertos) la situación ha empeorado ostensiblemente. Los ataques contra fuerzas policiales, infraestructuras energéticas, fuerzas federales y otros responsables institucionales de la república se están convirtiendo en algo «normal».
La actitud del Gobierno local también tiene responsabilidad directa en el aumento de la resistencia. Las discriminaciones y persecuciones hacia la comunidad musulmana han radicalizado a importantes sectores de la misma que no han dudado en sumarse a los grupos guerrilleros que operan en la región.
Otro frente que se le puede abrir a Moscú, si no lo ha hecho ya, es el de los circasianos y su rechazo a la celebración de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi, en 2014. Para ellos, esa ciudad es símbolo del genocidio cometido contra su pueblo por las tropas imperiales rusas, que acabó con la vida de muchos circasianos o con su deportación forzada. En los últimos meses, la diáspora circasiana está llevando a cabo una importante campaña que está facilitando que sus demandas encuentren eco en parte de la prensa mundial.
La situación en Inghusetia es también un factor importante de cara al futuro. El pasado día 4, los dirigentes de la insurgencia local anunciaron un importante cambio en su estrategia, manifestando su intención de detener temporalmente los ataques contra las fuerzas policiales (no así contra los «colaboradores y chivatos locales») y dotando de un fuerte contenido nacionalista a su discurso.
Sin embargo, en estos meses otro factor más se ha sumado al ya de por sí complejo escenario del Cáucaso Norte: la división en el seno del movimiento insurgente. Y lo que parece que está detrás, más allá de las siempre mediáticas teorías conspirativas, es el pulso entre una tendencia islamista y otra de corte nacionalista.
Cuando en setiembre del 2007 se anunció públicamente la creación del Emirato Islámico del Cáucaso, los diferentes grupos guerrilleros de la región quisieron materializar una unión en torno a una estructura común, dotando a esa entidad de «un nuevo nombre» que al mismo tiempo «remarcase su carácter islamista».
Durante estos años su cabeza visible ha sido el antiguo presidente de Ichkeria (Chechenia), Doku Umarov, que ha sabido atraer a nuevas generaciones de insurgentes, fuertemente influenciados por figuras ya desaparecidas de la resistencia.
El pasado mes de agosto tuvo lugar un «extraño» acontecimiento en torno a Umarov. Su aparición pública en un video, anunciando su dimisión y el nombramiento de su sucesor sorprendió a muchos, pero todavía lo hizo aún más su retractación días después al afirmar que todo fue una maniobra rusa y volver a ocupar el puesto de emir.
La primera reacción de expulsar a los comandantes chechenos y su respuesta anunciando la ruptura con Umarov muestran el pulso que siempre se ha dado dentro de la resistencia en torno a su eje ideológico central. Por un lado, encontramos a aquellos que priorizan el carácter islamista y buscan aprovechar la influencia global del yihadismo para su causa (a pesar de que hasta hace poco el apoyo de éste a la causa del Cáucaso norte no ha ido más allá de alguna declaración propagandística de simpatía) y, por otro, a quienes defienden el carácter nacional de su lucha y rechazan la pérdida de referentes locales, algo más que evidente en el caso de Chechenia, considerada en su momento el motor de la resistencia.
Los comandantes guerrilleros chechenos han manifestado su deseo de reconducir la situación, pero no ocultan su desilusión con la idea actual del Emirato del Cáucaso. Por ello, han solicitado un cambio radical y una reorganización de tipo confederal, donde el emir tendría un mero papel nominal.
Estas tensiones internas van a ser aprovechadas por Moscú -algunas fuentes señalan el interés de los sectores de la seguridad y silovikis para debilitar al movimiento resistente- y por voces del mundo yihadista, que no dudan en buscar nuevas sintonías con un movimiento que históricamente no ha tenido relación directa con esa corriente islamista.
El invierno ha llegado también al Cáucaso Norte y a partir de ahora se pueden suceder los acontecimientos en esa explosiva región.
*Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20101227/240010/es/La-realidad-revienta-espejismo-pacificado-Caucaso-Norte
Fecha de publicación del artículo original: 27/12/2010
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